Nunca suelo recordar lo que sueño. Es una constante en mi, para bien o para mal, supongo. Llevo ya el suficiente tiempo conmigo mismo como para haber comprobado que, cuando cierro los ojos, hago (casi) exclusivamente lo que he ido a hacer, es decir, dormir a pierna suelta. Esa actividad, ni me da sed, ni hambre, ni me relaja los esfínteres urinarios, ni me da por emitir sonidos guturales o iniciar alocadas conversaciones ni nada ...... solo me da sueño. Se podría decir que no solo duermo. Sencilla y llanamente, me desconecto. No sé si me muero y resucito en cada proceso, pero casi. Pueden empeñarse en fastidiar mi descanso (casi siempre, nocturno; pero otras veces, matutino o vespertino) de las mas diversas formas y maneras posibles, que yo a lo mio ........ a dormir. Pueden usar martillos neumáticos a mi alrededor, tocar al timbre, llamar por teléfono, hacer el amor vecinal salvajemente, pasear lenguas perrunas por mi tez, escuchar reggaeton (y mira si me fastidia), enviar a mis sobrinitos a despertarme (pobres), puede llover o tronar ..... que yo, si me empeño en dormir, no me dedico a otra cosa. Por eso tal vez ni sueño, y si lo hago, no me dedico a recordarlo. Eso ya seria dedicarme a muchas cosas. Es posible que tenga neuronas de guardia nocturnas para acompañar a Morfeo, es de suponer; lo que si sé es que son las justas. Las que se dedican a hacer constancia de eso y tomar nota, desde luego, se desconectan también conmigo.

Y tengo otra "manía": la de leer todos los días. Afortunadamente, uno es urbanita (rustico, añado) y el acceso a la lectura no presenta mayores dificultades. Así que, diariamente, tengo ocasión de leer algo. Aunque solo sea la carta de menús situadas a la entrada de los restaurantes, los letreros publicitarios, la composición de los alimentos que compro, los titulares del periódico en el momento de mi apresurado café de cafetera diario en el bar del barrio o las etiquetas del champú cuando voy al baño. El caso, es que todos los días leo; .... pues imagino que como todos nosotros en mayor o menor medida.
Y anteayer, leí una columna de opinión en El Mundo que, por lo visto, no paso desapercibida. La he buscado en la edición digital del diario y es ésta:

La foto de la valla de Melilla me ha evocado la escena de la película Espartaco, de Kubrick, basada en la novela de Howard Fast. Draba, el atlético negro interpretado por Woody Strode, prefiere morir antes que matar a Espartaco y se queda degollado y colgado en su camino hacia la libertad. ¿Y si se produjera una rebelión de los miles de desesperados que saltaron la valla o el mar, y tomaran Melilla y Ceuta? En el año 70 a.C, 70 gladiadores esclavos liderados por Espartaco se sublevaron contra Roma. En dos años eran ya 70.000, al unirse a ellos romanos descontentos en una sociedad muy desigual. Como si los parados de hoy se asociaran con los desesperados inmigrantes. La historia no se repetirá, pero la injusticia lacerante se mantiene, y el ansia de justicia y libertad alimenta todas las revoluciones."
La verdad es que no le di demasiada importancia al escrito y seguí con los avatares del día. Y al termino de él, me acosté. Si, tengo esa costumbre con una cadencia de casi 24 h. En lo de comer ya soy bastante mas irregular. No sé exactamente por que pero, lo leído en la mañana, parece que me dejo huella. Bien porque hablaba de Espartaco, figura histórica bien documentada sobre la que he leído; bien porque se refería a Melilla, ciudad que conozco bien; bien porque mencionaba a los emigrantes, a los que suelo tener presente, sobre todo, en mi trabajo; bien porque evocaba la tristemente famosa valla, que he

Puede ser que algo también influyera el hecho de que el pasado sábado acompañe (porque no se puede decir que formara parte de ella; eso se lo reservo a los que se metieron kilómetros y kilómetros entre pecho y espalda) a la manifestación ocurrida por las calles de Madrid, y de aciago final para regocijo de quienes solo quieren hablar de violencia en lugar de lo mollar del asunto: la dignidad de la vida de muchos de los españoles. No estuve hasta el final, hasta que se lio la

Y lo mezcle todo en un sueño. Por lo visto, mi sueño comenzaba en las vallas de Melilla siendo yo uno de los encargados de custodiarla cuando miles de inmigrantes la saltaban a saco, continuaba con mi incorporación a una supuesta revolución y paso del Estrecho en barcazas, seguía con la suma a la revuelta de los parados e indignados del sur de España, con nuestra llegada a pie a Madrid y terminaba con la ocupación en la capital de las instituciones mas notables del Estado. A esta supuesta revuelta se sumaban los policías, bomberos y militares (uniformados en suma) de gran parte de España en un proceso similar al acaecido en Portugal con la Revolución de los Claveles. ¡¡¡Fititú qué cosa!!!


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