- DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS -
No esperes nada especial de mí, y no te decepcionaré. Ése parece ser el secreto de la felicidad: en general, no equivocarte al elevar tus propias expectativas.

Al adentrarte en este blog, tan sólo advertirte que (suelo, prefiero y) me gusta pensar y opinar por mi mismo; lo que a veces no recuerdo muy bien es en qué orden se debe realizar ese proceso. Y claro, ...así me va. Aunque últimamente y con los años, procuro "controlar" cierto orden en todo esto, la verdad es que no siempre lo consigo. Unas veces pienso lo que digo y otras, digo lo que pienso. Discúlpame en estos últimos casos; ten presente que yo procuraré hacer lo mismo contigo.

Una cosa más: como supongo que sabréis por vuestra propia experiencia, inexorablemente llega una hora de la madrugada en la que, como en esos antros habitados por gente "impresentable", hay que irse del "chinguirito" o del pub .... Eso, o quedarse, pero siempre teniendo en cuenta las especiales circunstancias que empiezan a concurrir. Es cuando ya no distingues un gintónic de un Dyc con cocacola ni por la luz ni por el sabor. Es cuando quienes parecían, en principio, poco agraciad@s físicamente empiezan a tener visibles virtudes. Algo así como si los dioses te soltaran una indirecta: "venga chaval, que ya está bien ...".

Bueno, pues algunas veces tengo la sensación de que la creación de este peculiar blog es fruto de esos momentos de "chinguirito". Quizás por eso, la mayor parte de lo que encuentres en este peculiar lugar para la reflexión introspectiva es absolutamente arbitrario y accidental, con ese sano espíritu que unicamente suele emanar de los lujos de la Realísima Gana. Por lo tanto, se evidencia que aquí no hallarás razones para la ecuanimidad, para el estricto rigor o para la exactitud ni, me temo que mucho menos, demasiados motivos para el provecho personal.

Si ya decidiste quedarte en este garito un instante más, (que sepas que te lo agradezco pero) ten en cuenta todo lo anterior para no llamarte a engaños. Recuerda que: para lo edificante, ya están las constructoras; para las doctrinas, los salvadores de patrias; para el pensamiento único, las dictaduras; y para las risas, los monólogos de comediantes. Aquí sólo encontrarás ideas, equivocadas o no, mostradas con seriedad o con la "guasa" que me proporcionó mi cigüeña, derivadas de un mayor o menor grado de desnudez implícita; pero eso sí, salidas casi siempre del corazón, con pretensiones honestas y, las veces que se pueda,
bienintencionadas, respetuosas y nada dadas al puro adoctrinamiento.


no obstante, publico alguna otra cosa ¡¡¡ aunque sólo sea por puro equilibrio emocional !!!

jueves, 30 de abril de 2015

(I) No hay dos adúlteros iguales (o sí, ¿quién sabe?)


 


El adulterio no tiene ideología; (algunos de) los infieles, sí. Es por eso que prefiero llamar adulterio al adulterio y no infidelidad, aunque la palabrita conlleve una carga moral innecesaria para este post. Y lo prefiero también para no confundir con un concepto muchísimo más amplio, porque se puede ser infiel en varias direcciones. 

Pues eso, que como el adulterio no tiene ideología, éste puede ser comunista como la antigua URSS (una óptima idea llevada a cabo con el culo, y que termina alienando a todos sus acólitos), puede ser nazi como el Tercer Reich (una idea pestilente y perversa y totalitaria que no cesa de empeorar y lo destruye todo a su paso), puede ser el "café para todos" de Franklin D. Roosevelt (un paquete de medidas que lucen insuficientes pero luego parece que molan y todos tan contentos), puede ser como la intervención norteamericana en Vietnam (un mal plan que luego resulta infinitamente peor de lo que habías imaginado, poniendo todo en contra, y haciendo que pierdas de forma estrepitosa) o puede ser un "happy flower" (una majarada irrealizable e idílica que queda muy mona sobre el papel, sí, pero mejor no poner en práctica jamás por no encontrar muchas personas con las que llevarlas a cabo de forma satisfactoria). Un adulterio es algo tan complejo que me ha permitido realizar esta ristra de cinco metáforas y, probablemente, se puedan formar más. Puede salir pésimo y que sólo sea un dolor, como ya cantó Rafaela Carrá en su hit inmortal (♪♪♪ Y se encuentra una mujer -qué dolor, qué dolor- dentro de un armario -qué dolor, qué dolor- y el caradura le dice que de deje que explique que sintió mucho frío y que ha llamado al doctor y que después de mirarle le extendió su receta y le dejó a la enfermera que le dé calor ♪♪♪); o puede salir a pedir de boca, y que todo el mundo sea feliz, los pajaritos canten y las nubes se levanten. En cualquier caso, ¿quién coño soy yo para decir nada?, ¿para enjuiciar a nadie?.

Un adulterio puede ser sórdido, falaz, romántico, dañino, suicida, insensato, recomendable, saludable, torturador, cínico, pragmático, patético, práctico o punitivo. O una pura chiquillada de ESO (aunque uno tenga ya salomónica edad). O una bendita tabla de salvación en mitad del cataclismo nupcial. O un intenso looping creativo dificil fuera de él. Cada una de esas cosas y, muy probablemente, todas ellas a la vez a poco que perdure en el tiempo.


Tengo mi opinión al respecto, claro, y mis propias experiencias. Pero insisto, ¿quien coño soy yo para erigirme en juez de conductas ajenas?. Yo, que no puedo (ni quiero ni necesito) arrojar la primera piedra.  No daré mi opinión, porque entraña en gran medida una desnudez moral que considero innecesaria a la par de poco interesante, y porque hace años que no me meto en charcos si no tengo seguro que hago pie y que voy provisto de toalla. Pero sobre todo porque, para opinar de conductas ajenas, hay que disponer de suficientes datos y tener la (tan rara que me parece imposible) posibilidad de ponerse en la piel del otro, cosa que, según en qué circunstancias, resulta cuando menos difícil. Pero decía antes, ¿quien coño soy yo para erigirme en juez de conductas ajenas? y conviene que nos detengamos un poco en esto. Para empezar, porque no soy el más experto de los adúlteros. Mis puntuales incursiones en este campo se remontan a cuando era barbilampiño y, por lo tanto, (debería decir que) curioso tambien. Ya no soy barbilampiño y mi grado de curiosidad ha mermado considerablemente en los últimos años (lustros, casi). Para seguir, porque para ser infiel es necesario tener "victimas" propiciatorias, es decir, contar con una pareja estable y posibilidades de gozar maritalmente con una o más señoras distintas de la habitual. Hace tiempo que (queriendo o sin querer, y eso a estas alturas del campeonato poco importa) me he convertido en un devoto single acomodaticio, de los que piensan que "cada cual en su casa y Dios en la de todos". Que me perdonen los creyentes por usar el nombre de Dios en vano, pero es que el dicho es así, y se suele entender a la primera. Y para terminar y no aburrir demasiado, porque mucho me temo que en esta cuestión, como en tantas otras, no me encuentro alineado junto a la mayoría, ni siento parecido, ni extraigo las mismas conclusiones. 

 Lo que sí me atrevo a decir, aunque sólo sea por no defraudar a los que habitualmente me leen, es que mis encasas incursiones en este campo (a mí siempre me parecieron escasas. Porque, ..... ¿a partir de cuál numero de veces se puede considerar cifra normal o muchas?. Reconozco que no lo sé) se zanjaron casi siempre con auto-flagelación, sensación de que la tierra se estaba moviendo bajo mis pies y ridículo propio (nunca ajeno porque nunca "me pillaron"). Más que amor era frenesí, sensación de que estaba realizando un máster acelerado en un aspecto de la vida que todos, más tarde o más temprano, aprendemos a nuestra manera pero más tranquilamente y por su orden. Sensación de andar circulando todo el rato por el carril rápido de la autopista de forma irresponsable y arriesgándome a que me pillara la autoridad competente y/o que me hiciera daño. La emoción fundamental que me despertaba el acto generoso de dar amor a diestro y siniestro, si no recuerdo mal (y por desgracia, no suelo recordar con detalles cuestiones alejadas en el tiempo), solía mezclar desequilibrio moral, alucinación pasajera, riesgo, confusión, eventualidad y euforia. Una sensación particular que terminé bautizando mientras duró como "Yahoraqueismo" (ejemplo de uso práctico: “No, Marícuchi, no puedo acompañarte a dar una vueltecita por esta desierta playa nudista porque me planteo lo del ahoraquiesmo y no sé muy bien si debiera, sobre todo, porque dejamos atrás, tumbados en la arena y muy cerca, a tu pareja y a la mia”). Aunque no suelo tener memoria, si recuerdo algo, sea lo que sea, lo recuerdo siempre gratamente, por puro egoísmo que considero poco puñetero socialmente, y por aquello de procurarme un buen sabor de boca.





Dejadme deciros otra cosa. Si practiqué tales actividades en el pasado (siiiii, en el pasado que ahora no estoy para muchos pleitos y, sobre todo, repito, no tengo pareja a la que fastidiar ni consciente ni inconscientemente) es por lo mismo que lo hacen (supongo) otros fans varones del concubinato, por razones indiscutiblemente frívolas (mojar el churro, pegarse una gran ducha de ego, puro ausentismo marital, inmadurez flagrante, poder contarlo, demencia adolescente ...), u otras que se sostienen en motivos existenciales y sentimentales de mayor (mucho mayor) calado. 

Y otra cosita más y no menos importante: probablemente, bastantes de los que leáis estas lineas, si las estadísticas no mienten, y la verdad es que lo hacen frecuentemente, estaréis encuadrados en el tramo de la población que, alguna vez, habréis "echado una canita al aire". Así, que no escandalizaros, ni os rasguéis las vestiduras. 


Según un estudio realizado por el instituto IPSOS en España, tomando una muestra de 824 participantes de entre 18 y 65 años, un 35% de hombres y un 26% de mujeres reconocen haber sido infieles a su pareja (aquí, usaré el termino infidelidad y no adulterio, para ser fiel -jijijiji- al estudio). ¿Eso qué significa?, ......¿qué los hombres son más infieles que las mujeres? No, puede que sólo sean más sinceros o más "fantasmas", ¿qué las mujeres infieles lo son con mayor numero de hombres que viceversa? No, habrá hombres y mujeres que sean infieles con personas de su mismo sexo, lo cual desvirtuaría esa aseveración, ¿que tenemos aproximadamente un 30% de posibilidades de ser cornudos? Pues tampoco, y la verdad, mejor, no pensar en ello.

Para ilustrar lo que sigue en este post, utilizaré algunos datos que arroja este reciente estudio:


- si bien la inmensa mayoría de la población (83%) cree que es posible serle fiel a la misma persona toda la vida, contradictoriamente, un 65% considera que es factible estar enamorado de dos personas al mismo tiempo, siendo este porcentaje superior en cinco puntos en el caso de los varones.


- en esta misma línea, la mitad de la población admite haber flirteado con otra persona, y una tercera parte reconoce haber besado en la boca a alguien que no era su pareja. En el terreno de la fantasía, seis de cada diez encuestados de sexo masculino declara haberse masturbado pensando en alguien conocido de su círculo, frente a tres de cada diez mujeres que reconocen haberlo hecho.

- un 41% de los hombres infieles aseguran haber tenido cuatro o, incluso, un número mayor de amantes, frente al 28% de las mujeres adúlteras que se han expresado en el mismo sentido. La mitad de las aventuras extramatrimoniales son de una sola noche.


- según el estudio, es a partir del quinto año de relación, cuando la pareja suele entrar en la rutina, que se producen más infidelidades.


-(1) la mayoría (el 52%) cree que podría ser perdonado por su pareja en caso de que se enterara del engaño, aunque para un 47% de los encuestados las circunstancias en las que se ha producido la aventura extraconyugal serían un factor determinante para la reconciliación. Del mismo modo, un 62% de los varones perdonarían una infidelidad si se terciara, frente al 51% de las mujeres que se muestran dispuestas a continuar con su relación de pareja a pesar de haber sido víctimas de un adulterio.


-(2) un 54% de los hombres encuestados y un 41% de las mujeres consideran que enviarse mensajes picantes, ya sea a través de whatsapp, correos electrónicos o chat, no constituye un acto de infidelidad. De hecho, un 38% confiesa haberlo hecho en alguna ocasión. 

- un tercio de los encuestados serían infieles para vivir una experiencia diferente (un 43% de los hombres, frente a un 24% de mujeres); un 18% para vengarse de la infidelidad de su pareja, un 17% para convencerse de que su cónyuge ya no es lo que necesita, y otros (12%) para volver a encender la llama de su vida matrimonial. No obstante, para más de la mitad simplemente basta sentir amor o deseo hacia otra persona para cometer una infidelidad


-(3) el 42% de mujeres y un 29% de hombres ser infiel les ayuda a ganar confianza en sí mismos, mientras que un tercio de los encuestados sostiene que tener una aventura extraconyugal puede salvar su relación de pareja.


-(4)  la mayoría de los encuestados considera que es posible estar enamorado de dos personas a la vez. “Puedes buscar cosas diferentes en ambas”, ratifica la experta. A una, prosigue, la puedes amar porque “es con quien has decidido tener hijos”; a la otra, porque en ella encuentras sexo, pasión y aventura; “dos aspectos diferentes de la estimación”.


Pero me gustaría desarrollar un poco más algunos de los puntos anteriores:


(1) El motivo por el cual son más tolerantes los varones que las féminas ante una aventura extramatrimonial es que “para muchos hombres una infidelidad puntual no es tanto una infidelidad”, ya que para ellos pesa más “la parte sexual”; sin embargo, lo más importante para ellas es “el apego emocional” que pueda tener su pareja con una amante.


(2) Por este motivo, a las mujeres les molesta especialmente descubrir que su marido mantiene conversaciones amorosas o subidas de tono con otra mujer a través de correos electrónicos o SMS. Los expertos consultados señalan que con las nuevas tecnologías tenemos más posibilidades de ser infieles, pero también es más fácil que nos pillen in fraganti. Por ejemplo, un caso verídico: una mujer que descubre que su esposo le es infiel porque su amante lo ha etiquetado en una fotografía que ha colgado en Facebook.

Carmen Sánchez

(3) “A veces, la infidelidad ayuda a descubrir que lo que tiene en casa es mejor que lo que ha encontrado”, comenta la autora del estudio, Carmen Sánchez. "En estos casos, es peligroso confesarle el engaño a la pareja puesto que hay riesgo de perderla".

(4) En este sentido es preciso diferenciar entre infidelidad y polioamor. Este último concepto hace referencia a las parejas en que las dos partes son conocedoras que el otro cónyuge puede estar amorosamente o sexualmente con otras personas. Hay que diferenciar también el adulterio ocasional del hecho de llevar una doble vida, es decir, mantener una relación con un amante durante mucho tiempo, algo que es “más complicado” y que muchas veces la otra parte de la pareja “acaba descubriendo” porque es difícil no dejar pistas. en cualquier caso, el infiel a menudo “no se da cuenta” de que lleva a cabo ciertas conductas que pueden resultar sospechosas, como mejorar notablemente su aspecto físico o estar más pendiente del teléfono que de costumbre. “Tenerlo todo controlado es muy difícil: un whatsapp que llega en un momento inoportuno, esconder un regalo, fotos, vas dejando huellas”, añade la psicóloga, y sentencia: “Tener una doble vida supone también un estrés extra”. Otro ejemplo (en este, caso conocido por mi): un marido que pasa a ser investigado por su mujer porque, sorprendentemente, empieza a ser más limpio (se ducha más, se cambia más a menudo de ropa interior, se embadurna más frecuentemente en colonia, etc). No me resisto a una sentencia (es que les conozco a ambos): él era, sencillamente, gilipollas, y ella ganó tras el descubrimiento porque ahora es felicísima con una bellísima persona. Moraleja: (algunas veces) no hay mal que por bien no venga.
Kiko Amat

Pero vuelvo al motivo de este post y el hecho que lo ha originado. Y este no es otro que, hace unos días, al leer un articulo en internet de un tal Kiko Amat, éste me llamó la atención, no sólo por la forma en la que aborda el tema, sino por la constatación de que no existen dos personas que vivan de la misma manera eso de la promiscuidad en pareja. En el articulo, su autor, que él mismo se autocalifica como "Novelista de proximidad, periodista cultural sin carrera, anglófilo militante y apasionado fan del pop", decía que se había propuesto estudiar esto del adulterio pero recabando datos de primera mano, es decir, preguntando y entrevistando a los adúlteros directamente. Decía, y cito textualmente, "Merece la pena hablar de eso. Y asimismo, acá llega el primer obstáculo: ¿Con quién hablas de este asunto? Cachis en la mar, uno de los pilares del adulterio es precisamente el secreto. La aventura. El no se lo digas a nadie. Así, un día de diciembre del 2014 empiezo a preguntarme quién accedería a conversar conmigo sobre tan espinoso tema. Déjenme que clarifique algo desde el principio: ninguno de mis amigachos, ni uno sólo, nadie en mi círculo externo de amistades está tan chiflado como para airear en público sus tropiezos adúlteros, especialmente si algunos de ellos continúan vigentes o los delitos no han prescrito. Es en ese momento, al recibir las primeras negativas airadas de mis conocidos —todos arrojándose del barco de mis peticiones como despreciables ratas noruegas— cuando se me ocurre un plan. Sí, un plan; no pongan esa cara. De vez en cuando se me ocurre alguno".

Sigo citándolo (es que él, lógicamente, explicará mejor que yo qué hizo). "Lo llamé plan, pero no quisiera generar demasiadas expectativas. No soy un sociólogo de la escuela de Birmingham, y hasta hace poco creía que Hegel era un tipo de panecillo judío. Sólo soy un humilde escritor de cercanías con el embarazoso sentido del humor de un payaso borracho (recién divorciado) en plena fiesta infantil, así que recurriré a algo que nunca me ha fallado: hablar con gente en bares, y tratar muy fuertemente de comprender lo que me dicen. Conchabado con mi editor publicamos una convocatoria para invitar a todos los adúlteros que desearan desembuchar y contarnos su vivencia en primera persona.
Contrariamente a lo esperado, bastantes lectores escribieron, y sólo un 95% de ellos eran trolls empijamados que me mandaban un  email repleto de faltas de ortografía. Lo primero que hice, cuando ya me puse a ello, fue seleccionar a los voluntarios geográficamente. Eran unos 40 mails o así, en conjunto, pero lamentándolo mucho opté por no incluir en el estudio a los que vivían fuera de Barcelona, por una simple razón: mis entrevistas se realizarían cara a cara. Quería conocer a mis víctimas —¡voluntarios!, quise decir voluntarios— y mirarles a los ojos, como un hipnotizador enloquecido, cuando me contasen su vida.

Cada mañana durante dos o tres semanas abandoné mi casa y me planté en el bar Oller a conversar con adúlteros. Eso es exactamente lo que le decía a mi mujer cada mañana: hoy tengo cita con una adúltera, mi Sujeto #9. Han leído bien: les puse a cada uno de ellos (ellas) nombres de estudio serio (Sujeto #1, Sujeto #2...). Patético, tienen toda la razón, pero ¿y el gusto que me daba?.  Y entonces: sorpresa. Lo que sucedía en aquel bar cada mañana me llenaba de humildad, amor y simpatía (que no compasión). Realmente me invadía la empatía y el cariño interhumano, y la inseparable conciencia de que todos somos lo mismo. Nuestro padecer y nuestro regocijo son los mismitos, de veras. La ineludible sensación de comprender TODO lo que me decían se parecía mucho a aquella vez de tripi en 1992 en que interioricé la vida íntima de los tréboles (luego lo olvidé, como suele pasar, y en su lugar sólo quedó la más atroz cefalea), pero en serio. Todos los testimonios me impresionaron: por su orgullo, por su presencia, por su valor, por cómo verbalizaban su circunstancia.

Otra sorpresa: la culpa (como verán en las entregas) brilló cegadoramente por su ausencia. Nadie, ni uno solo de los entrevistados, manifestó el menor remordimiento por lo que les había acontecido (o estaba aconteciendo) en cama y entrepierna ajena. En un par o tres de casos muy particulares lo que me confiesan era tan bello y emocionante que me entraban ganas de jalearles a gritos en mitad del bar; celebrar su ímpetu, su fuerza, su resolución. Sentí gratitud y deferencia porque decidiesen contarme sus vidas a mí, de entre todos los piltrafas y patanes y bergantes que pueblan este buen mundo.

Son 10, mis adúlteros. 9 mujeres y un hombre, con edades comprendidas entre los 20 y los 41 años. Con ellos viviré durante un par de semanas historias de venganza, de inevitabilidad y de abatimiento, de logística laberíntica e increíble ingenio infiel. También de plenitud y maravilla, no crean. “Yo tengo un novio y un marido”, me confesó, sonriendo uno de los sujetos. “Es estupendo. Es el mejor de los mundos. Lo pasas mal a ratos, pero la cuenta final es positiva. Sale a cuenta. Si un día me arrepiento o me pillan, entonces me vuelves a entrevistar (risas)”.

El resultado de este estudio verídico, realizado con gente real, lo expongo a continuación.

 

 TESTIMONIOS PERSONALES
 
Decir que sus testimonios son transcritos en forma de relato y que, casi todos ellos (9 de 10) provienen de mujeres, con lo que eso conlleva de transgresor, aun hoy, y lo que ello puede "ayudar" a entender el mundo actual a algún troglodita machoman contemporáneo (que se joda) o a alguna anacrónica machowoman envidiosa (que se joda más todavía). El objetivo, no lo olvidemos, era analizar y comprender las complejas aristas que envuelven este proceso. Lo que sigue es el testimonio del .......

Sujeto #1, mujer de 35 años.

“Cuando no vives con tu amante, el flirteo de instituto es eterno”



 Maria Svarbova


«Sólo he tenido una relación adúltera en toda mi vida. Los dos estamos casados. Tres años y medio hasta hoy, y todavía dura. Montañas rusas, idas y venidas...

»Al principio te haces amiguito de las otras madres y padres del colegio, empiezan las barbacoas, la granja, y tenemos tan buen rollo las cuatro parejas que al final organizamos Él y yo una salida a una casa rural para principios del curso siguiente. Luego, durante el verano, su mujer se va fuera del país con los niños y Él se queda aquí trabajando. Al poco recibo una solicitud suya de amistad en Facebook. Me digo: “anda, mira qué gracia”.

»Empezamos a charlar. Todo esto pre-whatsapps, claro. A la cuarta noche seguida en que quedamos para hablar, le pregunto si le ha dicho a su mujer que estamos hablando, y Él a su vez me lo pregunta a mí. Resulta que no: no hemos dicho nada ninguno de los dos. Él me dice que esto ya parecen unos cuernos light [ríe].
Nos relacionamos con los ojos todo el rato. He aprendido a descifrar lo que me dice con los ojos

»Él regresa finalmente de vacaciones, y conforme baja de avión me manda un sms para ver qué hago. Y tal como recibo ese mensaje, me da un vuelco el corazón y me digo: “Dios mío, dónde me estoy metiendo”.

»En la casa rural, ya empezado el curso, tratamos de quedarnos solos para intentar averiguar por qué mierdas estamos chateando todas las noches. Contacto físico nada de nada, aún. Sólo amiguitos, Él y yo.


»Hasta que un día se pelea con su mujer, me cuenta que está fatal y yo voy a verle al parque, a las cinco y media, con todos los churumbeles a cuestas. Los suyos y los míos. Por aquel entonces Él tenía dos hijos y yo una hija. Aquella tarde empieza a beber, yo diciéndole que aguante, Él que va a dejar a su mujer... De sopetón me suelta que “en todo esto también estás tú”. Y me da todos los detalles. Él de whiskies, yo con mi cortadito, y los niños por allí en medio, que vale que eran pequeños pero ya se podían enterar de todo. Al final, lo acompaño a casa. En mitad de la escalera, todo borracho, me pide un beso y se lo doy.»Lo nuestro está basado en algo extra-físico. De afecto. De aventura. “Será nuestro secreto” y tal. Los dos estamos en el mismo nivel, más o menos. Él llevaba con su mujer 10 años, cuando empezamos todo esto. Desde entonces hemos quedado nueve veces (solos, quiero decir), en tres años y medio. Son muy pocas. Otras veces hemos enchufado Lacasitos a los niños y les hemos tapado los ojos, y en el bar hemos hecho lo que hemos podido. Los niños se han comido muchos bares. Muchos. Piececitos por debajo la mesa, manitas, algún beso, nada más. Nuestra relación es de masoquismo absoluto. Y Él peor, porque tiene muchos remordimientos. Yo no siento ninguno. Ninguno. A mí sólo me afecta cuando pasa de mí.

»¿Quién está al tanto de lo que sucede? Sólo lo saben un amigo suyo y una amiga mía. Lo supieron al año de empezar. Mi amiga me acosó para saberlo. Un día llegaba eufórica al trabajo y al siguiente había llorado toda la noche.

»Mira, hablemos claro: mi marido no sale. Sale por la noche, si sale, con los amigos y punto. A mi marido le encanta limpiar la casa, ver televisión, esas cosas... Lo hemos tenido la mar de fácil, en el fondo, Él y yo, para lo nuestro. Un sábado por la tarde nos podíamos ir juntos a un museo con los churumbeles, o al parque. Esto lo sabían nuestras parejas, quiero decir. Mi marido ha llegado a decirme “parecéis novios”. Incluso que “si él estuviese separado, no quedas con él ni loco, porque está claro que os atraéis”. Él incluso ha llegado a venir a mi casa, con mis padres, en el pueblo. Y mi madre me preguntó: “sí que os habéis sentado raro hoy, para comer” [ríe]. Pero nunca han sospechado nada.
Mi marido ha llegado a decirme ‘parecéis novios

»Hace unos meses fuimos al cine con los niños, Él y yo. Mi marido no quiere ir nunca, y no voy a dejar de hacer mi vida porque prefiera quedarse en casa viendo la tele. Así que fuimos al cine con Él, y yo acabé volviendo a casa a las 21h, con una borrachera... ¡Del cine! Bueno, no era para tanto, pero sí llevábamos cuatro o cinco cervezas cada uno. Él sólo bebe conmigo. Lleva una doble vida total. Con la mujer bebe agua.


» La verdad es que sólo me he peleado con Él por cosas que tienen que ver con su mujer. Por haber quedado conmigo para hacer botellón en el parque y que de repente se plante allí con ella. Imagina mi cara de culo. Y entonces es cuando me dice que no soy justa, pero es que ella lo abraza y todo, joder. Bueno, claro, eso es lo normal si eres su mujer [ríe]. Cuando en días así me pregunta por qué me he ido, le digo que no tengo por qué aguantar su familia feliz. Y a Él le pasa igual. Organizar la de Dios en su casa y que luego yo no pueda ir.

»Al final ya no sabes si estás bien o no, o lo haces todo para forzar que sigáis viéndoos. Es un embolado. Tenemos ese chat secreto donde sólo puede decirme “hola”, hasta que yo contesto, luego me pregunta si soy yo de verdad, etc. Un lío. A veces Él me manda un mensaje para que yo le proponga quedar a su mujer, a sabiendas de que ella no quiere hacer nada. Claro, ella me dice que ese día nada, que los niños los tiene Él. Por supuesto yo ya sé que los tiene Él, ¿entiendes? Pero para que no quede raro, escribo primero buscando la autorización de ella. Imagina.
Tenemos ese chat secreto donde sólo puede decirme ‘hola’ hasta que yo contesto, luego me pregunta si soy yo de verdad

»No siento ninguna culpa, no. Porque yo lo quiero a Él, y punto. La única razón por la que no dejo a mi marido es por los niños. Lo que estoy haciendo yo, sin niños de por medio no se lo excusaría a nadie. ¿Tres años así? ¿Con alguien que no quieres? Antes le dejas, colega. Dicho esto, en una relación tan irregular (mails, parque, mensajes...), el enamoramiento inicial se alarga mucho más. Porque no vives con tu amante. El flirteo de instituto es eterno. Venga, todo el día enamorados . Las despedidas en la puerta, los mensajes nocturnos... Parecemos gilipollas. Parecemos niñas con lo de “¿quién te besó primero?”.

»No sé si no quiero a mi marido. Sé que sin mi hija de por medio ya lo habría dejado; eso lo tengo claro. Pero la costumbre es muy fuerte, y la aventura es para las películas. Durante una época, antes de conocerle a Él, yo iba a todas partes sola (barbacoas, cine...) y la gente creía que estaba separada. “No, es que mi marido no sale”. Me pasaba el santo día repitiendo eso. Un día alguien incluso me preguntó: “¿A ti quién te cuida?”. “Yo me cuido a mí misma”, le contesté (por no decirle que me cuidaba mi amante, que estaba sentado a su lado) [ríe]. Y de repente aparece alguien que te hace caso. Caso de verdad. Y que me anima a estudiar, que está por mí, que me cuida...

»Me he demostrado que esto puede ser longevo. Aquí estoy, sufriendo. Porque ahora está embarazado del cuarto. Y se ha casado, en medio. Toma ya. Y yo aquí, aguantando [carcajada]. Pero esta vez sí le dije que me piraba. Durante dos semanas hubo silencio, hasta que en un nuevo whatsapp me volvió a preguntar qué hacía. Y vuelta a empezar. Otra vez. Y otra. Y otra más. Y es que esto no es lo mismo que ir a una discoteca a follarte a un tío. A todo el mundo se le puede ir la olla en una discoteca. Esto es distinto. La pregunta que Él se hace siempre es si puede quererse a dos personas a la vez . Me dice que su mujer sólo es su compañera de piso, pero entonces va y la preña. Es que es tonto, este pavo.
El flirteo de instituto es eterno. Las despedidas en la puerta, los mensajes nocturnos… Parecemos gilipollas

»A ver, ¿esto, beneficioso para un matrimonio? No lo es nunca. Porque su relación es muy complicada (me lo ha dicho incluso su mujer), los hijos fueron accidentes los dos últimos, en este último embarazo Él la quiso denunciar, cuando ella le dijo que no abortaba... Ella no trabaja, y Él no la puede dejar. Y tampoco sabe si la dejaría. No se fía de ella para criar a los hijos, los niños están malcriados, ella los lleva de cualquier manera... Una situación  imposible.

»Nos relacionamos con los ojos todo el rato, Él y yo. En el parque, en público... Y cuando me miente yo creo que lo sé. He aprendido a descifrar lo que me dice con los ojos. A menudo nos vemos sólo media hora, en la puerta del trabajo, y de repente, ¿ocho horas seguidas, juntos en una barbacoa? Es lo más, no jodas. Me vuelvo loca, aunque esté rodeada de gente. A mí algo así me merece la pena aún. Me vale la pena verle de este modo. Y Él prefiere verme en estas circunstancias que no volver a verme más.


» No tengo claro si haríamos buena pareja en un ambiente normalizado, Él y yo. Hemos estado a punto de separarnos de nuestras parejas mil veces, pero es dejarlo todo, todas las amistades... ¿Qué coño puedes hacer? ¿Me voy de repente a vivir con Él? Y es que nosotros somos el hilo conductor de todo el grupo de amigos, todos los hijos se llevan bien, somos amigos recientes... Sería una catástrofe.

»A mí esto sólo me ha pasado con Él. Bueno, yo soy muy enamoradiza, pero este follón no lo aguanto por nadie más. Yo no me meto otra vez en algo así, vamos. Alguna noche loca, vale. Pero si se acaba, se acabó. No lo vuelvo a ver. Claro que lo seguiría viendo igualmente todo el día por el barrio y en el colegio [ríe]. Los ataques de cortar le dan a Él, que conste. A mí todo esto ya me va bien. Él tiene remordimientos, me dice que no quiere llamarme más, pero que no es tan fácil. Que está enamorado de mí. Yo sólo le digo: “pues déjala ya, coño”. Él cree que nos han puesto aquí para que estemos juntos. Que algún día nos casaremos. El amor en los tiempos del cólera. Vale, colega, pero tendremos 70 años, tío. Tú no estás bien de la cabeza.
(Según se lo contaron a Kiko Amat)
De repente aparece alguien que te hace caso. Caso de verdad









MÁS TESTIMONIOS EN (II) No hay dos adúlteros iguales (o sí, ¿quién sabe?)
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