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No esperes nada especial de mí, y no te decepcionaré. Ése parece ser el secreto de la felicidad: en general, no equivocarte al elevar tus propias expectativas.
Al adentrarte en este blog, tan sólo advertirte que (suelo, prefiero y) me gusta pensar y opinar por mi mismo; lo que a veces no recuerdo muy bien es en qué orden se debe realizar ese proceso. Y claro, ...así me va. Aunque últimamente y con los años, procuro "controlar" cierto orden en todo esto, la verdad es que no siempre lo consigo. Unas veces pienso lo que digo y otras, digo lo que pienso. Discúlpame en estos últimos casos; ten presente que yo procuraré hacer lo mismo contigo.
Una cosa más: como supongo que sabréis por vuestra propia experiencia, inexorablemente llega una hora de la madrugada en la que, como en esos antros habitados por gente "impresentable", hay que irse del "chinguirito" o del pub .... Eso, o quedarse, pero siempre teniendo en cuenta las especiales circunstancias que empiezan a concurrir. Es cuando ya no distingues un gintónic de un Dyc con cocacola ni por la luz ni por el sabor. Es cuando quienes parecían, en principio, poco agraciad@s físicamente empiezan a tener visibles virtudes. Algo así como si los dioses te soltaran una indirecta: "venga chaval, que ya está bien ...".
Bueno, pues algunas veces tengo la sensación de que la creación de este peculiar blog es fruto de esos momentos de "chinguirito". Quizás por eso, la mayor parte de lo que encuentres en este peculiar lugar para la reflexión introspectiva es absolutamente arbitrario y accidental, con ese sano espíritu que unicamente suele emanar de los lujos de la Realísima Gana. Por lo tanto, se evidencia que aquí no hallarás razones para la ecuanimidad, para el estricto rigor o para la exactitud ni, me temo que mucho menos, demasiados motivos para el provecho personal.
Si ya decidiste quedarte en este garito un instante más, (que sepas que te lo agradezco pero) ten en cuenta todo lo anterior para no llamarte a engaños. Recuerda que: para lo edificante, ya están las constructoras; para las doctrinas, los salvadores de patrias; para el pensamiento único, las dictaduras; y para las risas, los monólogos de comediantes. Aquí sólo encontrarás ideas, equivocadas o no, mostradas con seriedad o con la "guasa" que me proporcionó mi cigüeña, derivadas de un mayor o menor grado de desnudez implícita; pero eso sí, salidas casi siempre del corazón, con pretensiones honestas y, las veces que se pueda, bienintencionadas, respetuosas y nada dadas al puro adoctrinamiento.
No esperes nada especial de mí, y no te decepcionaré. Ése parece ser el secreto de la felicidad: en general, no equivocarte al elevar tus propias expectativas.
Al adentrarte en este blog, tan sólo advertirte que (suelo, prefiero y) me gusta pensar y opinar por mi mismo; lo que a veces no recuerdo muy bien es en qué orden se debe realizar ese proceso. Y claro, ...así me va. Aunque últimamente y con los años, procuro "controlar" cierto orden en todo esto, la verdad es que no siempre lo consigo. Unas veces pienso lo que digo y otras, digo lo que pienso. Discúlpame en estos últimos casos; ten presente que yo procuraré hacer lo mismo contigo.
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Bueno, pues algunas veces tengo la sensación de que la creación de este peculiar blog es fruto de esos momentos de "chinguirito". Quizás por eso, la mayor parte de lo que encuentres en este peculiar lugar para la reflexión introspectiva es absolutamente arbitrario y accidental, con ese sano espíritu que unicamente suele emanar de los lujos de la Realísima Gana. Por lo tanto, se evidencia que aquí no hallarás razones para la ecuanimidad, para el estricto rigor o para la exactitud ni, me temo que mucho menos, demasiados motivos para el provecho personal.
Si ya decidiste quedarte en este garito un instante más, (que sepas que te lo agradezco pero) ten en cuenta todo lo anterior para no llamarte a engaños. Recuerda que: para lo edificante, ya están las constructoras; para las doctrinas, los salvadores de patrias; para el pensamiento único, las dictaduras; y para las risas, los monólogos de comediantes. Aquí sólo encontrarás ideas, equivocadas o no, mostradas con seriedad o con la "guasa" que me proporcionó mi cigüeña, derivadas de un mayor o menor grado de desnudez implícita; pero eso sí, salidas casi siempre del corazón, con pretensiones honestas y, las veces que se pueda, bienintencionadas, respetuosas y nada dadas al puro adoctrinamiento.
martes, 21 de enero de 2014
Las parejas y el celuloide
¿Podemos saber cuánto le queda a una relación (o, al menos, en que momento se halla) dependiendo de la peli que veas con tu chica y de las circunstancias que rodeen el momento? Bueno pues, aunque parezca inverosímil, (casi) si. Lo sé, lo sé; no parece un método muy científico, pero procuraré que lo parezca y que tenga "su lógica".
Para poder ilustrar todo esto, lo siento, tengo que empezar por contar una de mis "batallitas". Y es que tengo una anécdota de la juventud (divino tesoro) que puede servir de preámbulo de lo quiero llegar a formular. Resulta que contaba yo con 22 añitos y una amiga mía de Universidad y compañera de piso, uno mas. Ambos, residentes por entonces en Sevilla al principio de esta "democracia" nuestra. Ahí es na. Y resulta que mi amiga y compañera de estudios y de piso se enrolló con un chico muy de su agrado. Él, estudiante de la INEF, era alto, fuerte y lucía una perilla absolutamente adorable, según ella (¿se puede hablar tanto de una perilla? Y, mas aun ¿me importaba mucho a mi en aquellos momentos eso?). Total, que era todo un bombero en potencia. No es extraño, pues, que ella se fijase antes en los mimbres que en el contenido del cesto. El caso es que, después de echar unos bailoteos en una truculenta fiesta de Medicina donde, y siempre según ella, todo el mundo experimentó con diferentes alcoholes y otras sustancias, "sellaron el pacto" (llamemosle así). En lo sucesivo llamaremos a mi amiga "I", y a su portento muscular, "J". Recuerdo que era como se llamaban, y lo hago porque creo que no me leen ninguno de los dos (eso espero).
Pues bien, después de esa primera cita desenfrenada y lujuriosa, y debido a que los dos procedían de escuelas conservadoras (y no "sellaban" con cualquiera; al menos, era lo que venían haciendo), él le propuso a mi amiga I que volvieran a verse. Es más, que volvieran a verse a solas, rollo cita "formal". I accedió a la petición de J. Y es ahora cuando entro en materia después de todo este catártico preámbulo que puede resultar sin sentido. Mi amiga, de tipología absolutamente tímida pese al devenir de su primera cita, soltó una de las frases del universo femenino que se me quedarían tatuadas en la memoria como con un marcador de reses, como con aceite hirviendo o como determinados fragmentos de calcomanías baratas: “No sé qué plan decirle, porque si quedamos para cenar me verá comer, ¡¡con lo que como!!; pero por otra parte, si no cenamos, tendré que hablar y me da vergüenza; no se que decir”. Esa chica, para mi sorpresa, no confiaba para nada en su dialéctica. Yo, desde el máximo de sinceridad del que era capaz, la tranquilizaba en ese sentido, pero no había manera de convencerla.
Y es que es verdad. Muchas veces no sabe uno que hacer cuando ha visto más tiempo a su partenaire desnud@ y en condiciones lamentables, que compartiendo una animada charla. Es por ello que mi amiga I, creyéndose cargada de cierta razón, eligió una solución en la que abogaba por una cita silenciosa, razón por la cual, se amparó en el cine, la madre de todos los tórtolos desamparados, el pegamento social mágico de todo inicio dubitativo, el albergue oscuro donde coger carrerilla, apego y confianza. Lo que vino después es irrelevante para lo que quería contar y por ello lo omito. Ya me lo agradecerán, supongo.
El asunto es que yo quería llegar hasta el cine y hablar de como las parejas se relacionan con él. Vaya por anticipado que, para dotar de significado a las sucesivas fases, expondré todas las que caben en una relación que se inicia, se desarrolla, y muere. Vale, que a todas las relaciones no les pasa esto. Pero podemos concluir que, si no muere, la pareja se queda en alguna de estas fases intermedias, o las va intercalando recorriendolas hacia arriba o hacia abajo eternamente. Ahí va el decálogo de las diferentes maneras de relacionarse con el celuloide dependiendo del estadio relacional en que te encuentres. A saber:
1. Vais al cine por timidez: Me remito al párrafo anterior. Era la solución que I consideraba valida al principio. Y es un lugar valido porque no se puede hablar a menos que no te importe que los demás espectadores te chisten y, si no quieres que elementos intrusos te colonicen la dentadura por lo que pueda pasar, pues con no pedir palomitas, lo tienes apañao. Esta fase viene a durar un par de citas.
2. Quedáis en casa "para ver una peli": Esto es un paso más avanzado. Si ella acepta es que que te va a permitir al menos una segunda base, que no es poco. Lo normal es que desprendáis tantas hormonas que no superéis los títulos de crédito del principio. Esta fase viene a durar un par de meses.
3. Quedáis en casa para ver una peli, ya sin comillas: La veis del tirón. Suelen ser rollo dogma escandinavo o muy antigua en blanco y negro. Si os descuidáis os perdéis los subtítulos, así que el enrolle, si aun quedan hormonas saltimbanquis, viene necesariamente después. En esta etapa, la mayoría de las veces ya te da tiempo a quitarte los calcetines, con el consiguiente agrado para la fémina que siempre han visto ridículos a los varones en pelotas y calzados, y con el consiguiente mantenimiento de la libido de ella, a pesar de que te estén empezando a salir entradas. Tiempo estimado: algunos meses más.
4. Luego ya veis peliculas de peleas y/o de amor, que son las que os gustan de verdad. Se puede decir que ya no tenéis secretos filmográficos y os confesáis vuestros frikigustos respectivos sin ningún pudor. En esta fase veis "Salvar al soldado Ryan" un día y 'El diario de Noa' otro. Resulta una proporción más que aceptable para los dos, máxime si intercaláis alguna de terror entre ellas (raro va a ser que a ninguno de los dos os guste un buen susto). Lo habitual es que os las sepáis tan de memoria uno, y os aburra tanto al otro, que raro va a ser que alguno no termine la sesión dormido (o los dos). Enrolles aislados, intermitentes e irregulares. Tiempo estimado: bastante, no sé, ¿un año?.
5. Se muda a tu casa y comenzáis a ver programas de la tele mientras cenáis. Ya no os mola tanto eso de descargar películas por internet, ademas, para terminar discutiendo que película elegir ..... Os escudáis en 'Tú si que vales' o en 'Mira quién baila', que a saber lo que seguiran poniendo luego. Comenzáis a caer en la rutina, en el encefalograma plano. Ella te dice que estás echando barriga. Tú le respondes, que ya nunca quiere "alegrarse" el cuerpo tan de seguido. Es la famosa primera crisis. Dura hasta que alguien os dice que es "famosa primera crisis" y entonces te das cuenta de que no pasa nada, y que si tus padres la superaron (por eso estás tú en este mundo), tú también. Te llenas (y llenas a tu pareja también) de Espíritu Santo y decides apostar por lo vuestro, así que compras las seis primeras temporadas de 'Cómo conocí a vuestra madre'. A partir de aquí, la duración de las fases es mas indeterminada. No lo mencionaré por temor a equivocarme.
6. ... comenzáis a ver capítulos de series que sólo duran 20 minutos, lo cual os permite no forzar un pause de índole sexual en lo que puede considerarse vuestra segunda luna de miel. Os reenamoráis con la misma velocidad que les sucede a los personajes de la ficción. ¡¡Que bonito un reencuentro después de un desencuentro, eh!! "Esos somos nosotros, cari", y os besáis muy fuerte en la boca, como al inicio de vuestra relación. Y como estáis muy contentos, os da lo mismo que ver o si lo veis; el caso es estar juntos. Os zampáis serie tras serie compulsivamente, en pocas semanas en concreto, que es lo que dura cada clímax pasional en esta fase. Cada emparejamiento, una nueva luna de miel.
7. Ahora es el momento en que pasáis a ver 'Mad Men' o 'The Wire' y otras pamplinas lentísimas porque habéis llegado a un estado de sensatez relacional en el que pensáis que comprar vino bueno de 6 euros (o Lambrusco, que os gusta a los dos) es la manera en la que se consolida el amor maduro, el pausado, que es como un jardín precioso que hay que regar. El tedio vuelve a la carga pese a los momentos de gran efervescencia intelecto-emocional de los comienzos de esta fase. Ninguno de los dos se atreve a decirle al otro que la película que elige (el otro) es lo más aburrido que ha visto en su vida. Os empezáis a morder la lengua y a ocultar cosas. Llegados a esta meseta en vuestra relación, esta sensación se instala en vuestro subconsciente, y dura para siempre ya. Es transtemporal y solo se puede permanecer en ella o bajarla; no hay mas (ánimo, que ya quedan solo tres etapas).
8. Volvéis a ir al cine como volvéis a tomar copas en el bar de abajo. Es la famosa segunda crisis, que llega cuando llega. No hay termino fijo. Que uno de los dos, y, mucho más difícil, que los dos simultáneamente tengáis ganas de yacer con brío es una entelequia tan inverosímil, que hay que buscar esteroides emocionales supletorios. De repente te sorprendes comprándole flores y replicando rituales de los comienzos. O te sorprende haciéndote "comiditas" como al principio, ¿recuerdas?. Os engañáis durante un tiempo, pero esto dura poco.
9. ... hasta que os separáis. Ha sido una buena pareja, puede que de las mejores que vayas a conocer en tu vida. Pero no ha podido ser. Más tarde vendrán otras (estables o esporádicas) y veréis otras películas. Y si, por casualidad, un día pasan por la tele "El diario de Noa" o "Salvar al soldado Ryan" la asociarás con cariño a aquella persona, que sin embargo, ....
10. ... que puñetera, en la mudanza de ruptura se quedó todos los DVD’s favoritos de tu filmografía; no discriminó, no tuvo tiempo ni ganas. Y vuelta a empezar.
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