Ya sé, ya sé .... Siempre se ha dicho que lo que es un divino tesoro es la juventud, pero no es verdad, no del todo. Lo sabemos bien los que ya llevamos un ratillo por aquí. Es la amistad, precisamente la amistad, lo que es un tesoro divino, máxime si es eterna (la juventud, por definición, no es eterna -aunque algun@s se empeñen-; es previsiblemente perecedera). Y para ilustrarlo, traigo una fabula inspirada en un hombre, su caballo y su perro.
Un hombre, su caballo y su perro, caminaban por una carretera. Y después de mucho caminar, el hombre se dio cuenta que los tres habían muerto en un accidente. No lo sabeis, logicamente, pero hay veces que lleva un tiempo darse cuenta de esa nueva condición.
La caminata era muy larga, cuesta arriba, el sol era fuerte y los tres estaban empapados en sudor y con mucha sed. Precisaban desesperadamente agua. En una curva del camino, avistaron un portón magnífico, todo de mármol, que conducía a una plaza calzada con bloques de oro, en el centro de la cual había una fuente de donde brotaba agua cristalina. El caminante se dirigió al hombre que desde una garita cuidaba de la entrada.
- Buen día - dijo el caminante
- Buen día - respondió el hombre
- ¿Qué lugar es éste?, es tan lindo - preguntó el caminante
- Esto es el Cielo - fue la respuesta
- ¡Qué bueno! Hemos llegado al Cielo. ¡Pero estamos con mucha sed! - dijo el caminante -. ¿Podemos beber?.
- Usted puede entrar a beber cuanta agua quiera, pero los animales ... - dijo el guardián, indicándole la fuente.
- Pero mi caballo y mi perro también están con sed.
- Lo lamento mucho - le dijo el guardia -. Aquí no se permite la entrada de animales.
El hombre se sintió muy decepcionado porque su sed era grande. Pero decidió no beber, dejando a sus amigos afuera y con sed. De esta manera, prosiguió su camino. Después de mucho caminar cuesta arriba, con la sed y el cansancio multiplicados, llegaron a un sitio, cuya entrada estaba marcada por un portón viejo, cerrado pero fácil de abrir. El portón daba a un camino de tierra, con árboles a ambos lados que le hacían sombra. A la sombra de uno de los árboles, un hombre estaba recostado, con la cabeza cubierta por un sombrero, parecía que dormía ...
- Buen día - dijo el caminante
- Buen día - respondió el hombre
- Perdone que le moleste, pero es que estamos con mucha sed, mi caballo, mi perro y yo. ¿Habría agua por aquí?
- Hay una fuente en aquellas piedras - dijo el hombre indicando el lugar - Puedes beber a voluntad.
- ¿Mi caballo y mi perro también?
- Claro, ¿por qué no?
El hombre, el caballo y el perro fueron hasta la fuente y saciaron su sed.
- Muchas gracias - dijo el caminante al salir.
- Vuelvan cuando quieran - respondió el hombre
- A propósito - dijo el caminante volviéndose hacia el hombre recostado- ¿cuál es el nombre de este lugar?
- El Cielo – respondió el hombre.
- ¿El Cielo?. No puede ser. ¡Pero si un hombre un poco más abajo, el del portón de mármol, me dijo que allí era el Cielo!
- Aquello no es el Cielo, aquello es el Infierno.
El caminante quedó perplejo
- Entonces - dijo el caminante -, esa información falsa debe causar grandes confusiones ¿no?.
- De ninguna manera - respondió el hombre -. Más bien al contrario. En verdad ellos, los del Infierno, nos hacen un grandísimo favor. Porque allí siempre quedaran aquéllos que son capaces de abandonar a sus mejores amigos. Hasta aquí solo llegan los mejores.
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