
Si fuéramos alienígenas y nos contaran las andanzas de algún que otro españistaní, flipariamos. Bueno, no sé muy bien si los alienígenas flipan o eso ya lo tienen superado ni, mucho menos, si se fijarían en un país como Españistán. El caso es que si les contaran lo que ocurre en el país terrícola más cañí, igual se quedaban dando vueltas con su nave y harían acopio de palomitas para ver, como en película, los avatares patrios. Y es que de película son los últimos acontecimientos sociales y políticos acaecidos en esta piel de toro, protagonizados por unos personajes, cuando menos, peculiares. ¡¡¡Almodovaaaaaar, lo que estás desaprovechando, hijo!!!. No sé si ves los Telediarios españistanies, pero si no lo haces, deberías. Cualquiera que vieras, te daría para una peli. Que digo peli, ..... saga.

Cayetana de Alba. ¡¡Que nos gusta un entierro, madre!!. Seré directo, claro y conciso: Cayetana es una mujer que nació con una flor en el culo, porque lo suyo no es normal. No es normal que en estos tiempos en los que el pueblo llano maldice a los ricos, a los empresarios, a la realeza, y exige una justicia social que ciertamente no existe, asistamos al espectáculo de la rendición zalamera ante una aristócrata reconvertida en una especie de abanderada de la causa feminista. Nada de la escasa aportación de su enorme patrimonio a este pobre país o de la forma en la que ésta se consiguió y se hizo perdurar en el tiempo. Nada. Los comentarios eran: “¡Hizo lo que quiso!”. “¡Se saltó a la torera los convencionalismos!”. "Era una rebelde". Se hubiera dicho que el pueblo llano que guardaba cola en la capilla ardiente se disponía a dar su último adiós a una Rosa Luxemburgo redimida. Por su parte, los cronistas del corazón amarillo, que tienen por costumbre despelotar al que la palma, sea quien fuere éste, no terminaban de aclararnos en qué sentido esta señora se puso al mundo por montera e hizo de su capa un sayo. Está claro que el pueblo llano, de electroencefalograma plano, ante la aristocracia se rinden. Total, que la historia libertina (fititú que cosas) de la duquesa por antonomasia, hace olvidar lo que debiera ser inolvidable; porque, de no tener memoria, nos va como nos va y ocurre lo que ocurre.


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