Es claro que la poesía es uno de los géneros literarios mas difíciles que existen. Y, siendo así, la destinada a niños es, sin duda, la que mayor problemática conlleva; es fundamentalmente la magia verbal quintaesenciada. Las nanas, los villancicos, las adivinanzas, los aleluyas,
las retahílas, las canciones de comba o de corro, los trabalenguas, los aguinaldos,
etc..... fluyen de todo un manantial restañable en el que el niño con
seguridad se sentirá representado. Son graciosas, ágiles, fáciles de memorizar. Este
lenguaje se halla salpicado de ecos populares y su belleza lírica
estimula la transmisión oral. Lo mismo ocurre en los cuentos y
adivinanzas, refrendadas también por su origen popular.
Un poema de Ángela Figuera Aymerich me servirá de ejemplo para explicar como se debe abordar un poema (en este caso para niños). En este poema, Ángela abandona la literatura fabulística y el mensaje formativo para dedicarse al mas puro juego poético. Una de sus composiciones, "Jugando", transmite sin tapujos la raíz lúdica de la poesía, que también la tiene:
Un poema de Ángela Figuera Aymerich me servirá de ejemplo para explicar como se debe abordar un poema (en este caso para niños). En este poema, Ángela abandona la literatura fabulística y el mensaje formativo para dedicarse al mas puro juego poético. Una de sus composiciones, "Jugando", transmite sin tapujos la raíz lúdica de la poesía, que también la tiene:
Un poema redondo y juguetón
de Ángela Figuera Aymerich
¿Redonda?
La luna.
¿Y redondo?
El sol.
¿Redonda?
La bola.
¿Redondo?
El balón.
¿Redonda?
La fresa.
¿Redondo?
El fresón.
¿Redonda?
La rosca
¿Redondo?
El roscón.
¿Redonda?
La lima.
¿Redondo?
El limón.
¿Redonda?
La plaza.
¿Redondo?
El balcón.
¿Redonda?
La torre.
¿Redondo?
El reloj.
¿Redonda?
Tu cara.
¿Redondo?
Mi corazón.
Tu corazón no es redondo.
Tú ¿lo ves?
¡Claro que no!
Entonces, ¿cómo lo sabes?
Porque sí.
¡Vaya razón!
Es mío y sé que es redondo.
Pues ya no juego.
Ni yo.
Decálogo a tener en cuenta a la hora de abordar un poema (como no leer un poema):
1. Al poema no le gusta que lo interroguemos antes de leerlo. ¡Es tan agradable dejarse llevar por él!. Es como todo en la vida, solo se puede opinar de algo con criterio después de haberlo probado (en este caso, leído). Un poema leído con prejuicios es un poema echado a perder.
2. Al poema no le gusta el “no lo entiendo”, ¿acaso intentamos entender la inmensidad del mar o los colores de un cielo encendido al atardecer?. Existen cosas en la vida que están ahí no para ser entendidas, sino para ser gozadas. Tal vez luego, desde el propio goce, pueda ser interpretado.
3. Al poema no le gusta que lo leamos como si fuera la lista de la compra: qué alegría le da que lo leamos acompañando por la voz; serios como sopranos o divertidos como si dijésemos un trabalenguas; cada uno tiene una forma de lectura que lo hará mejor poema.
4. Al poema no le gusta que lo lean en público sin prepararse antes para ello, sin vestirse adecuadamente. Es coqueto. Si practicamos un poco antes de leerlo delante de otros, nuestra voz, nuestros gestos, se convertirán en parte del poema y lo hará crecer.
5. Al poema no le gusta quedarse en el libro. Le gusta salir de él: que lo canten, que lo reciten, que lo recuerden. Cualquier momento es bueno y todos los momentos, desde los más tristes a los más juguetones, tienen un poema adecuado.
6. Al poema no le gusta que no lo llamen por su nombre, que no lo singularicen y no lo hagan especial. Si un poema nos ha entusiasmado seguramente habrá más, del mismo autor o estilo, que también nos apasione. Podemos buscar, y encontrar, otros tesoros para acompañarlo.
7. Al poema no le gusta el aburrimiento. Le gustan los disfraces, los juegos y el teatro. Se nos pueden ocurrir mil cosas para aliñar la lectura y hacerla más apetitosa.
8. Al poema no le gusta cualquier lector. Cada poema en concreto tiene su lector, y a él va dirigido. Porque cada poema tiene sus destinatarios, especiales y únicos. Será él, el poema, el que nos guiñe un ojo o se lance a nuestros brazos. Enseguida nos daremos cuenta porque nos hará vibrar.
9. Al poema no le gusta que no tengan en cuenta a quién va dirigido. Si vamos a compartir un poema con alguien especial (nuestros hijos, alumnos, parejas, amigos, compañeros, hermanos…), lo bonito es elegirlo con mimo, pensando en el receptor como si eligiésemos un regalo.
10. Al poema no le gusta estar lejos de los niños, le encanta que le lean muy cerca de ellos, que lo escuchen y se sorprendan, que lo reciten. Y a los niños les gusta la poesía y a la poesía le gusta hacer nuevos y buenos adeptos. Comprobadlo y veréis como no os miento.