- DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS -
No esperes nada especial de mí, y no te decepcionaré. Ése parece ser el secreto de la felicidad: en general, no equivocarte al elevar tus propias expectativas.

Al adentrarte en este blog, tan sólo advertirte que (suelo, prefiero y) me gusta pensar y opinar por mi mismo; lo que a veces no recuerdo muy bien es en qué orden se debe realizar ese proceso. Y claro, ...así me va. Aunque últimamente y con los años, procuro "controlar" cierto orden en todo esto, la verdad es que no siempre lo consigo. Unas veces pienso lo que digo y otras, digo lo que pienso. Discúlpame en estos últimos casos; ten presente que yo procuraré hacer lo mismo contigo.

Una cosa más: como supongo que sabréis por vuestra propia experiencia, inexorablemente llega una hora de la madrugada en la que, como en esos antros habitados por gente "impresentable", hay que irse del "chinguirito" o del pub .... Eso, o quedarse, pero siempre teniendo en cuenta las especiales circunstancias que empiezan a concurrir. Es cuando ya no distingues un gintónic de un Dyc con cocacola ni por la luz ni por el sabor. Es cuando quienes parecían, en principio, poco agraciad@s físicamente empiezan a tener visibles virtudes. Algo así como si los dioses te soltaran una indirecta: "venga chaval, que ya está bien ...".

Bueno, pues algunas veces tengo la sensación de que la creación de este peculiar blog es fruto de esos momentos de "chinguirito". Quizás por eso, la mayor parte de lo que encuentres en este peculiar lugar para la reflexión introspectiva es absolutamente arbitrario y accidental, con ese sano espíritu que unicamente suele emanar de los lujos de la Realísima Gana. Por lo tanto, se evidencia que aquí no hallarás razones para la ecuanimidad, para el estricto rigor o para la exactitud ni, me temo que mucho menos, demasiados motivos para el provecho personal.

Si ya decidiste quedarte en este garito un instante más, (que sepas que te lo agradezco pero) ten en cuenta todo lo anterior para no llamarte a engaños. Recuerda que: para lo edificante, ya están las constructoras; para las doctrinas, los salvadores de patrias; para el pensamiento único, las dictaduras; y para las risas, los monólogos de comediantes. Aquí sólo encontrarás ideas, equivocadas o no, mostradas con seriedad o con la "guasa" que me proporcionó mi cigüeña, derivadas de un mayor o menor grado de desnudez implícita; pero eso sí, salidas casi siempre del corazón, con pretensiones honestas y, las veces que se pueda,
bienintencionadas, respetuosas y nada dadas al puro adoctrinamiento.


no obstante, publico alguna otra cosa ¡¡¡ aunque sólo sea por puro equilibrio emocional !!!

martes, 10 de junio de 2014

✹✷✹ Visto y no visto (relato) ✹✷✹




Foto: ✹✷✹ Visto y no visto ✹✷✹

Dos hombres, ambos muy enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital. A uno de ellos, al mas joven, se le permitía sentarse en su cama durante una hora cada tarde para ayudar a drenar el líquido de sus pulmones. Su cama estaba próxima a la única ventana de la habitación. El otro, tenía que estar todo el tiempo acostado de plano sobre su espalda. Su situación no le permitía incorporarse, apenas podía mover sus brazos.

Los enfermos hablaban durante horas y horas. Hablaban de sus vivencias, sus familias, su hogares, sus trabajos, sus estudios, sus ideas sobre esto y aquello, su participación en el servicio militar, sobre donde habían estado en vacaciones ...

Todas las tardes, cuando el de la cama junto a la ventana podía sentarse, pasaba ese tiempo describiendo a su vecino todas las cosas que podía ver fuera, en el exterior. El de la otra cama, el que debía permanecer casi inmóvil y mas alejado, solo podía ver una pared blanca de lado a lado de la ventana. Poco a poco empezó a desear esos períodos de una hora en los que el mundo de su compañero de habitación se ensanchaba y cobraba vida con todas las actividades y colores del mundo exterior. Y eso porque le hacia participe de la experiencia.

Según el enfermo que se podía incorporar de la cama, la ventana daba a un parque con frondosos arboles. Se podía ver a través de un resquicio amplio del patio interior del hospital un precioso lago con patos y cisnes que jugaban en el agua, mientras que los niños hacían sus cometas. Los jóvenes enamorados paseaban de la mano entre flores de todos los colores y podía verse una buena vista del horizonte de la ciudad en la distancia.

A medida que el hombre de la ventana describía todo esto con detalles exquisitos, el hombre al otro lado de la habitación cerraba los ojos e imaginaba la pintoresca escena. Tantas veces se lo describió que ya conseguía, todas las tardes, disfrutar casi lo mismo que su compañero de habitación.

Una tarde calurosa, el hombre de la ventana se puso a describir un desfile que estaba pasando a lo lejos. Aunque el otro hombre no podía oír a la banda, por la lejanía y por hallarse la ventana cerrada, sin embargo, si que podía hacerse una idea dado que su interlocutor desde la ventana representaba con todo lujo de detalles uniformes, formaciones, estandartes, instrumentos, etc ....

Así pasaron días, semanas y meses. Una mañana, la enfermera de día entró para hacer la revisión habitual matutina y encontró el cuerpo sin vida del hombre de la ventana, que había muerto pacíficamente mientras dormía sin pronunciar palabra. Ambos, la enfermera y el compañero y ya amigo del fallecido, se entristecieron. Después de consolarse mutuamente y recordar brevemente varias anécdotas con el fallecido, ella llamó al asistente del hospital para llevarse el cuerpo.

Esa misma tarde, el otro hombre preguntó si podía ser trasladado junto a la ventana. El personal de servicio entonces no vio inconveniente en ello, mas bien al contrario, lo trasladaron, y después de asegurarse de que se encontraba cómodo, salieron y le dejaron solo .

Lenta, dolorosa y torpemente, se apoyó en un codo para tratar de lanzar su primera mirada al mundo real que había afuera. Se esforzó para girarse despacio y mirar por la ventana desde la cama. Comprobó como la ventana daba a una pared en blanco, y solo a eso. Ni parque, ni lago, ni enamorados, ni flores, ni arboles .... mucho menos, bandas de música.

El hombre preguntó a la primera enfermera que acudió algo después qué podría haber motivado a su compañero fallecido a describir esas cosas tan maravillosas que decía ver a través de la ventana. La enfermera respondió que el hombre, según ella sabia, era profesor y escritor, soltero, y que le había comentado lo que gozaba cuando contaba cuentos a sus sobrinitos y a sus alumnos. Que disfrutaba viendo sus caritas llenas de ilusión y atención, que era uno de los momentos que mas disfrutaba de su existencia.

- "Tal vez sólo quería animarle. Hacerle la estancia aquí mas llevadera, ¿no cree?. Perdónele usted."
- "¿Perdonarle?. Por supuesto .... sólo que siento no haberle podido agradecer que me mintiera todo este tiempo. Me ha hecho considerar el valor de las llamadas 'mentiras piadosas', me ha hecho entender que algunas veces el fin sí que puede justificar los medios, y créame que le recordaré con cariño y gratitud mientras viva."
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Dos hombres, ambos muy enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital. A uno de ellos, al mas joven, se le permitía sentarse en su cama durante una hora cada tarde para ayudar a drenar el líquido de sus pulmones. Su cama estaba próxima a la única ventana de la habitación. El otro, tenía que estar todo el tiempo acostado de plano sobre su espalda. Su situación no le permitía incorporarse, apenas podía mover sus brazos.

Los enfermos hablaban durante horas y horas. Hablaban de sus vivencias, sus familias, su hogares, sus trabajos, sus estudios, sus ideas sobre esto y aquello, su participación en el servicio militar, sobre donde habían estado en vacaciones ...

Todas las tardes, cuando el de la cama junto a la ventana podía sentarse, pasaba ese tiempo describiendo a su vecino todas las cosas que podía ver fuera, en el exterior. El de la otra cama, el que debía permanecer casi inmóvil y mas alejado, solo podía ver una pared blanca de lado a lado de la ventana. Poco a poco empezó a desear esos períodos de una hora en los que el mundo de su compañero de habitación se ensanchaba y cobraba vida con todas las actividades y colores del mundo exterior. Y eso porque le hacia participe de la experiencia.

Según el enfermo que se podía incorporar de la cama, la ventana daba a un parque con frondosos arboles. Se podía ver a través de un resquicio amplio del patio interior del hospital un precioso lago con patos y cisnes que jugaban en el agua, mientras que los niños hacían sus cometas. Los jóvenes enamorados paseaban de la mano entre flores de todos los colores y podía verse una buena vista del horizonte de la ciudad en la distancia.

A medida que el hombre de la ventana describía todo esto con detalles exquisitos, el hombre al otro lado de la habitación cerraba los ojos e imaginaba la pintoresca escena. Tantas veces se lo describió que ya conseguía, todas las tardes, disfrutar casi lo mismo que su compañero de habitación.

Una tarde calurosa, el hombre de la ventana se puso a describir un desfile que estaba pasando a lo lejos. Aunque el otro hombre no podía oír a la banda, por la lejanía y por hallarse la ventana cerrada, sin embargo, si que podía hacerse una idea dado que su interlocutor desde la ventana representaba con todo lujo de detalles uniformes, formaciones, estandartes, instrumentos, etc ....

Así pasaron días, semanas y meses. Una mañana, la enfermera de día entró para hacer la revisión habitual matutina y encontró el cuerpo sin vida del hombre de la ventana, que había muerto pacíficamente mientras dormía sin pronunciar palabra. Ambos, la enfermera y el compañero y ya amigo del fallecido, se entristecieron. Después de consolarse mutuamente y recordar brevemente varias anécdotas con el fallecido, ella llamó al asistente del hospital para llevarse el cuerpo.

Esa misma tarde, el otro hombre preguntó si podía ser trasladado junto a la ventana. El personal de servicio entonces no vio inconveniente en ello, mas bien al contrario, lo trasladaron, y después de asegurarse de que se encontraba cómodo, salieron y le dejaron solo.

Lenta, dolorosa y torpemente, se apoyó en un codo para tratar de lanzar su primera mirada al mundo real que había afuera. Se esforzó para girarse despacio y mirar por la ventana desde la cama. Comprobó como la ventana daba a una pared en blanco, y solo a eso. Ni parque, ni lago, ni enamorados, ni flores, ni arboles .... mucho menos, bandas de música.

El hombre preguntó a la primera enfermera que acudió algo después qué podría haber motivado a su compañero fallecido a describir esas cosas tan maravillosas que decía ver a través de la ventana. La enfermera respondió que el hombre, según ella sabia, era profesor y escritor, soltero, y que le había comentado lo que gozaba cuando contaba cuentos a sus sobrinitos y a sus alumnos. Que disfrutaba viendo sus caritas llenas de ilusión y atención, que era uno de los momentos que mas disfrutaba de su existencia.

- "Tal vez sólo quería animarle. Hacerle la estancia aquí mas llevadera, ¿no cree?. Perdónele usted."


- "¿Perdonarle?. Por supuesto .... sólo que siento no haberle podido agradecer que me mintiera todo este tiempo. Me ha hecho considerar el valor de las llamadas 'mentiras piadosas', me ha hecho entender que algunas veces el fin sí que puede justificar los medios, y créame que le recordaré con cariño y gratitud mientras viva."


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