De la misma manera que no hay peor ciego que el que no quiere ver, no hay peor amenaza para el Hommo Sapiens que un invento que se propaga más rápido que el sentido común a la hora de usarlo. Ya lo decía Einstein, total .... un "mindundi": "Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro".
Hagamos memoria, porfa ..... Le pasó a la dinamita, que sólo tendría que haber sido usada en la industria minera y, hasta ayer mañana, no ha parado de matar gente a cascoporro, le paso a los tamagochis que, en principio, eran fantásticos para entretener a tus hijos o sobrinos hasta que pasabas a cuidarlos tú directamente o tenias que contestar pregunta tras pregunta sobre ellos, y le ha pasado a la impresora 3-D, con la que más de un zumbao o papafrita ha tratado de diseñar un arma con la que hacer daño a otros o que le estalle en su propia cara por imbecil. Pero, afortunadamente, este tipo de inventos se dan cada bastante tiempo y, digamos, vienen en el típico manual de
comportamiento de nuestra especie. Son,
precisamente, otras amenazas, las más cotidianas y menos visibles, las que pueden resultar más
perversas y las que tenemos que tener más presentes. Es por eso que
conviene sentar unas bases mínimas exigibles para que, al usar la tecnología, nuestras
vidas terminen siendo más tranquilas y placenteras. Porque de eso se trata, ¿no?. He aquí unos cuantos consejos prácticos que quizá nos hagan la convivencia entre nosotros más fácil; con esa intención las expongo, al menos:1. Si te llaman al móvil (o al fijo) y se corta la línea, no llames tú de nuevo, criaturita. ¡¡¡Cómo si no te hubiera pasado ya cientos de veces!!!. De todas las ignominiosas maneras que el ser humano ha encontrado para perder el tiempo, la más surrealista, esteril y absurda que hemos encontrado es la que sucede justo después de que una
llamada telefónica se ha
cortado a mitad de conversación. Lo que sigue entonces es el triste
espectáculo de dos adultos que intentan volver a comunicar a la vez con
su interlocutor de hace unos instantes, sin conseguirlo. Pasa cuando
ambos deciden marcar a toda velocidad haciendo echar humo al dactilar para ser el primero en retomar la
comunicación, que es la mejor forma de que el teléfono de ambos dos
estén comunicando, dado que el otro también le está llamando. Todo esto
sería aceptable para un número de Tip y Coll, de Martes y Trece o de Faemino y Cansado (¿veis?, siempre pares) pero,
para un ser alguien sesudo y respetable, tengo mis dudas. Permanecer un poco a la espera
suponiendo que el otro te va a llamar, no siempre, mejora las cosas tampoco.
Llamar justo después de que llegue el clásico SMS avisando que “el
número que ha marcado ya está disponible” es también una muestra de
falta de planificación interpersonal (lo primero que ha hecho la otra persona al
colgar ha sido leer el mismo mensaje pero referido a ti y puede que ya te esté llamando). Entonces, ¿que
hacer?. Todo se solucionaría si el mundo civilizado se pusiera de
acuerdo en una norma básica, norma que debería explicarse en las primeras planas de
los periódicos, en las universidades y hasta en los Telediarios: el que
efectúa la llamada tiene la responsabilidad de llevarla hacia su
conclusión, es decir,
volver a llamar. Y tachan .... problema solucionado. El que la recibe, sin embargo, la única
responsabilidad que tiene es la de contestar el teléfono las veces que hagan falta. Si la
conversación se corta a la mitad y no hay una segunda llamada, se
deberá interpretar que no había nada más que contar. No más tonos comunicando.
No más “No, si eso era todo. Ya. Yo también te lo había dicho todo. Venga, hasta luego. Eso es. Ea, hasta
luego”. No más conversaciones finales insulsas. Yo lo hago con "l@s
mi@s" y me va de lujo.2. Tener activado el sonido del WhatsApp todo el rato no tiene mucho sentido. Bueno, es que no tiene ningún sentido. Nadie, en su sano juicio, manda mensajes instantáneos esperando una respuesta inmediata. Ese tipo de mensajes no están hechos para eso. Las
cuestiones de vida o
muerte se dirimen por otros métodos, ¡¡¿pero por el WhatsApp ......?!!. Para
eso ya tenemos la consabida y utilísima llamada directa. Por lo tanto, debemos concluir que los whatsapps urgentes (por cierto,
¿para cuándo un aviso especifico para las poquísimas veces que
necesitamos este tipo de mensajes, los urgentes?), apenas existen. Son, digamos, como los Principes Azules, las cómodas almohadas en los hoteles, o el licor sin alcohol sabroso. Lo que sí
existen son los whatsapps numerosos. Y, desde luego, también los amigos, familiares o
conocidos aburridos, esos que en combinación con la mensajería instantánea resultan peligrosisimos. Todos tenemos algún interlocutor
que manda un mensaje por cada frase que quiere expresar, en lugar de agruparlas todas en un
párrafo para mandarlas de golpe (mandar una letra en cada mensaje, es ya de traca). Todos
pertenecemos a algún grupo en el que todo el mundo reacciona a todo lo que se escribe y a la vez. Un WhatsApp mal configurado puede resultar
tormentoso porque le proporcionará a tu vida infinitos tonos musicales innecesarios, incluso de madrugada. Pueden ser docenas y suelen venir
seguidos, así como de sopetón. Y no hay nada peor que un sonido diseñado para llamar la
atención que suena docenas de
veces de forma seguida. Lo de la gota de agua en la cabeza de la tortura china se queda corto al lado de ésto. Así que no pasa
nada por quitarle el dichoso sonidito a la aplicación (es fácil: Ajustes,
Notificaciones, etc, etc); si uno no puede contestar en ese momento no
le sirve de nada enterarse de que le están llegando mensajes. Es mas, incluso, puede poner nervioso. Y que le
estén llegando a uno repetidos tonos, seguro que no es culpa del que esté a tu lado en el
metro, en el restaurante, en el parque o en la silla del dentista.3. Hay muy poca gente en el mundo capaz de poner más de cinco hashtags en una foto de Instagram (pasa con todo tipo de etiquetas, en general) y que eso le valga para algo. Sí, existen personas que le hacen fotos a todo, que no les importa presentarse a la humanidad como esos seres solitarios e inertes de ese aciago viaje que es su vida y las cuelgan como intentando hacerle un favor al mundo mundial. Y si, claro que si, un paisaje urbano se puede ver como #madrid o como
#mikeli o como #joloqueodioloslunes, o como #mencantalaensaladillarusa
por poner algunos ejemplos, pero la fotografía, la buena fotografía,
consiste precisamente en seleccionar un punto de vista concreto y
ceñirse a él. De eso se trata. Si uno intenta que su seguidores vean una misma calle como
#edificios, #mivacíointerior, #hisptersenlacibeles o #arteurbano, es que tenemos un problema de concepto o que queremos volver loca a la humanidad. Lo mismo pasa con las etiquetas destinadas a agrupar fotos similares tipo #streetart o #instagood o #foodporn.
Tiene que haber una etiqueta óptima para englobarlas a todas. Seguro que la hay, lo que pasa es
que hay que saber encontrarla; todo lo demás, va a ser una inútil perdida de tiempo.4. Los vídeos grabados con el móvil deben ser horizontales, no verticales. Es tremendo tener que considerar esta obviedad, pero conviene comentarlo. El ser humano (ohhh, ¡qué descubrimiento!) ve la vida en formato panorámico y, sobre todo, con la cabeza derecha. Por eso, los ojos son dos y están alineados en horizontal y no en vertical justo delante de la cara. De ahí que tengamos los ojos uno al lado del otro y no uno encima del otro. Si todo el mundo es capaz de aceptar esta realidad caprichosa de la naturaleza, si la relación entre una imagen en movimiento y nuestra visión es así de simple, si nadie ha lamentado jamás hasta ahora la inexistencia de pantallas de cine
verticales, ¿por qué narices entonces hay en
YouTube tantísimos vídeos grabados con el móvil en posición vertical, en los
que el 67% de la imagen son dos odiosas barras a los laterales y el 33%
restante, un atisbo de algo borroso que aparentemente fue grabado
durante un terremoto? No cuesta nada girar el móvil 90 grados,
sujetarlo firmemente con las dos manos, capturar bien la imagen y
facilitar que el resto del mundo vea ese algo que fue lo suficientemente importante como para ser grabado y compartido por alguien.5. Las aplicaciones que miden el número de seguidores de tu cuenta y,
sobre todo, que te avisan de quién te deja de seguir no tienen ningún
sentido. Vamos a ver, ninguno si no eres masoquista de los de carnet. De
hecho, son la causa de que mucha gente te abandone. Tú no tienes
control sobre tus seguidores ni sobre el numero de ellos. Estaría bueno.
Y, por lo tanto, no tienes por qué llevarlos en manada. Además, son
ganas de pasar un mal día, una mala tarde o una mala noche. Son ganas de
querer sentirte cual Patito Feo o comerte la cabeza con el motivo que
le ha llevado a fulanita, a la que conociste sólo una vez en un after o
tal vez ni eso, a dejar de seguirte. Ser ignorantes, en ésto al menos y
en poco más, nos traerá beneficios.6. Ya no hace falta llamar selfie a un selfie (por cierto, ¿para cuando un termino autóctono?). Y ello porque confio en que van a desaparecer. Ni hay por qué justificarlo. El auge del vocablo selfie, que terminó de explotar a finales del año pasado cuando Obama se hizo aquel autorretrato en el funeral de Nelson Mandela, siempre tuvo una doble vertiente. Por un lado valía para poner de manifiesto la tendencia del usuario standar de smartphone a hacerse fotos a sí mismo compulsivamente para publicarlas en determinadas redes sociales. "Estoy en Viena", .... "aquí con mis coleguis", .... "me he cambiado el look jijiji", .... "¿te acuerdas de est@?", .... "estoy en el
váter", .... ¡¡Venga ya pejiguera, con tanta
fotito!!. Pero por el otro, siempre contribuyó a justificar la vergüenza
del narcisismo que conlleva este sencillo gesto, aparentemente
inocente. Todo parece indicar que, hacerse selfies, es como cuando
hablábamos de masturbación en el instituto: vaya, .... resulta que este
vicio no está tan mal dado que todo el mundo lo hace. Sería interesante
superar esa fase de aparente descubrimiento del selfie y volver a lo
tradicional, suponer que los selfies no están aquí para quedarse y,
sobre todo, aceptar que a casi nadie le importa un cuerno como, donde y
cuando se ha hecho una determinada foto. Si no hay una novia para las
fotos hechas por el novio, si no existe un cuñado para otro cuñado, ni
un mimejoramigo para un tumejoramigo, si el autor de la foto eres, en
definitiva, tú mismo ¿a quien narices le importa?. Y ¿de que vale tener
millones de fotos de tu careto a la misma distancia, con la misma
sonrisa de gilipollas, y apareciendo siempre tu antebrazo en ellas?.
Entendámoslo ya, la gente quiere saber de nuestra vida y, por ende,
vernos en múltiples poses y ambientes. ¿A qué viene ese afán por dar la
misma cara siempre?7. Y por ultimo, y no por ello menos importante: lo de los pies ante un
paisaje playero paradisíaco podría (es más, debería) extinguirse.
Para ello solo debemos observar las caras de aquellos a los que torturamos con las fotos de nuestras ultimas vacaciones, a quienes acorralamos en nuestro sofá de tres plazas, cuando llega ese "momento pies". Sé que no ocurrirá porque no vamos a querer poner el interés necesario y porque se incorporaran al fenómeno nuevas y mas jóvenes generaciones cada año, pero bueno será reivindicar la originalidad playera veraniega de una vez por todas y gritar ¡¡la imaginación al poder, carrrrr..... amba!!


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