- ¿Siiiii? (cuando contesto al teléfono, casi siempre digo esto; positivo que es uno)
- Le llamo desde el hospital (tum-tum-tum el corazón se me acelera y el cerebro se me expande pensando que puede ser una buena noticia, ...... o que alguien querido por mi, tiene problemas)
- Si, dígame (sigo aun positivo y ya expectante)
- Estaba esperando que le llamáramos para una intervención, ¿no? (en este punto compruebo que me llaman para darme una buena noticia, para decirme que me van a abrir en canal)
Me preguntan si soy talytal, si vivo en talytal calle y si mi teléfono es talytal también. Pasados los tramites burocráticos de rigor y que tanto les gustan a la administración, yo creo que les pone, pasamos a hablar de lo esencial.
- Tenemos previsto operarle el próximo día tal (tres días mas tarde) y debe estar en el hospital a las 8 de la mañana (¡¡a las ocho!! vaya madrugón, pensé; bueno mejor, así no me da tiempo a ponerme nervioso; paso del dormido y sin el café matutino, a la mesa de operaciones sin darme apenas cuenta). ¿Le viene bien? (Bueno, todo lo bien que le puede venir a uno esta serie de cosas; ....... y sin esperar respuesta prosigue). Recuerde traer su carnet de la Seguridad Social y cualquier documentación relativa a su dolencia. Venga duchado y listo para la operación. Será temprano.
- Descuide, ese día TAMBIÉN me ducharé. Lo que no le puedo prometer es acudir "listo para la operación". Lo siento, no tengo experiencia. Envían manual ¿o qué?
- jajaja (risa floja entre protocolaria y de "que cachondo eres, jodio")
- ¿Me aconseja alguna cosa ante todo esto?
- Bueno, nada especial. Venga en ayunas desde la noche anterior, traiga su aseo personal, su móvil si quiere, y cualquier cosa que considere necesaria. Venga tranquilo y acompañado por alguien por si acaso
- (¿por que dice "por si acaso"? que pensé yo, pero no hice mención de ello) ¿Y alguna cosa mas?
- No, nada mas. Mire apunte este numero de teléfono, el talytalytalytal; y yo soy Mari Carmen (mira, como la Virgen del Carmen; no pude evitar acordarme de ella. Mi madre era muy devota de ella). Si tiene alguna duda llámeme. Adiós buenos días
- Adiós (no le dije buenos días porque no sabia todavía si lo eran o no)
A los pocos minutos de colgar ya tenia tantas dudas que pensé en llamarla, pero luego lo pensé mejor y no creí oportuno que la chica se tirase toda la mañana charlando conmigo por teléfono. Así que lo dejé. Mejor andar con dudas posibles que con realidades ciertas. Pasa como con las personas, mejor imaginártelas en pelotas que verlas efectivamente.
Hay que ver como es la mente humana (la del cucaracho no la tengo muy estudiada, la verdad). Desde que supe un mes atrás aproximadamente, que me llamarían para darme día y hora, como a los del Pasillo de la Muerte en las cárceles de los estados "jodidos" (de los que matan) de Norteamerica, no había parado de recabar información sobre la operación que me iban a realizar y a preguntar a familiares y amigos sobre posibles experiencias suyas. Incluso, y precisamente por
esa borrachera de datos creo yo, venia soñando día si y día también con que una extraña sudaca (dicho con cariño,eh; es que en Madrid estaban echando de los hospitales en esos días a todos los médicos mas experimentados y arios) me perseguía vestida de impoluto verde-hospital a través de un pasillo larguísimo y agotador, con unas enormes tijeras y gritando mi nombre. Que yo decía: Pero bueno, ¿como sabe mi nombre esta mujer? Si no nos conocemos de nada. Que pasa ¿que de una lista que le han dado, ha escogido el mas corto?
Definitivamente, el exceso de información puede a veces hacer mas daño que la ignorancia mas absoluta. Había visto por internet el aparato (por decirlo de alguna manera) que usarían en la operación y que creí habérselo visto usar a un fontanero una vez con mi fregadero; había visto en un vídeo todo el proceso que harían con él; e incluso sabia de plazos y de efectos secundarios. Me pasé esos tres días llamando por teléfono, mandando correos, colgando información en muros de aplicaciones sociales y whatsappeando para anunciar la buena nueva. ¿No dicen que con solo hablar de tus inquietudes se te hacen mas llevaderas? Bueno, pues yo hice terapia intensiva.
Pues bien, cuando pasaron esos tres días, que me resultaron muy cortitos, llego el día D y la hora H menos cuarenta minutos. Había quedado con mi Pobrehermanomayor en que yo iría en taxi, que acudiría una hora antes y que él me esperaría en la puerta. Los dos sabíamos que, de esas tres determinaciones, solo se cumpliría la primera (o ni siquiera esa).
- Hola Pobrehermanomayor, ¿donde estas?
- Pues yo estoy aquí, en el hospital con Pobrecuñada. Lo que ya no tengo tan claro es si estamos en la puerta correcta. Aquí hay un montón de puertas y carteles. ¡Que barbaridad!
- Bueno, yo acabo de coger un taxi y estoy llendo para allá pitando (de pito; nunca mejor dicho)
- Pues tengo entendido que en tu recorrido hay un atasco de tres mil pares de narices. No, ...... si vas a llegar tarde. Ya veras
- Pues aun no lo sé. El atasco no lo vislumbro aun. No obstante, no te muevas mucho que tu eres un tanto inquieto y sin GPS te sueles perder jaja
- Ya, ya. Por lo menos, y hasta que llegues, voy a tratar de buscar el servicio de admisión y eso que llevaremos adelantao. Pobrecuñada te seguirá esperando en la puerta principal o esa que creemos que es.
- Vale Pobrehermanomayor. Hasta ahora. Un beso
Cuando llego, lo hago quince minutos tarde y sudando a chorros por la carrera (la del taxi no, la mía) y me acorde de mi amiga Mari Carmen, la que me aconsejaba tres días atrás la ducha matutina y estuve por llamarla. Pero dije, no, mejor no perder tiempo.
Encima de las escaleras de la puerta principal, que era el punto convenido, me espera mi Pobrecuñada y mi Pobrehermanomayor pulula con el móvil en la oreja por aquellos pasillos laberínticos. No sin cierta dificultad encontramos la planta -1 que es la que buscábamos. Buscamos el dichoso servicio de admisión y notamos que la puerta está cerrada a cal y canto. Que no admiten a nadie. Un coro de espectadores nos gritan: hay que coger el numerito. Anda mira, como en el carnicero (no se me ocurrió otro gremio). Y cogemos el dichoso numerito. El 67.
Nos disponemos a esperar y hacemos aquella operación aritmetica que siempre se hace con un numerito de esos en la mano. El de la resta para determinar cuanto nos queda. Concluimos que bastante y nos sentamos. Yo, concretamente, me siento en el único asiento desde el que no se ve el panel de la cuenta atrás gracias a la columna y confío en la buena vista y la visión de mis acompañantes. Ni que decir tiene que estábamos en lo que se llama técnicamente Sala de Espera. Un lugar donde el tiempo se ralentiza, donde los asientos se te clavan y donde, le preguntes a quien le preguntes, tiene mas y peores dolencias que tu. Cuando uno llega a una sala de espera de un hospital todos los que están allí sentados se transforman en "rivales". Estaban allí antes que tú, se relacionan contigo como si tuvieran mas derechos que tú y ya saben algo mas que tú de como va el proceso. Esto merece otra reflexión: ¿que les pasa a los creativos de los hospitales? Resulta que inventan una sala donde todos, hasta los profesionales sanitarios, esperan y le ponen por nombre Sala de Espera. Todo eso en un alarde de creatividad o intentando justificar su sueldo con ello, tal vez. Inventan otra sala donde utilizan rayos x, y le llaman Sala de Rayos X. Y asi siguen poniendo nombres originales: Sala de Consultas, Sala de Reuniones, etc. Van a casa, descansan, y en otro momento de lucidez van e inventan una sala de operaciones y, temiendo que se les vea el plumero o haciendo un lumping creativo, no le llaman sala de operaciones, que es lo que es y lo que todo el mundo entenderia, sino quirofano. La verdad es que no hay quien lo entienda.
Pero bueno, sigamos con la experiencia. Recuerdo que enfrente de mi se encuentran, sentadas también, tres señoras (bueno, o dos señoras y una chica; o dos chicas y una señora. Si alguna hubiera llevado un moño a lo Betty Missiego, me lo hubiera puesto mas fácil pero, desde luego, no tan entretenido). El caso es que sus edades estaban comprendidas entre los 30 y los 60 años, pero tenían la misma cara y el devenir del tiempo se habia enzarzado con las tres de la misma manera. De ahí deduzco que, a menos que sea una casualidad del azar, van a ser familia. Tras un estudio pormenorizado de caras, gestos y relaciones deduzco que se trata de dos hermanas y una madre (o tres hermanas si sus padres se tomaron un paréntesis de 20 años). Lo que no me queda claro es quien de las tres es la paciente. Una maleta tipo trolley se pasea nerviosamente de rodillas en rodillas. Ellas clavan sus ojos en mi, que soy quien mas las mira, y parece que están determinando lo mismo que yo. Pero lo tienen mas fácil. Esta claro que yo soy el paciente porque mi ajuar no pasea y tengo papeles en la mano; y esta claro que somos dos hermanos y un acompañante adicional, porque mi Pobrehermano (dicen) que se me parece (o yo a él) y mi Pobrecuñada, para nada. Una vez resuelto el enigma de mis espectadoras, procedo a descifrar otro no menos interesante: el del código de colores de los uniformes hospitalarios. ¡¡Que malo es el aburrimiento!!. Ya llevo estudiados varios tonos cuando escucho ...... El 67. Uuyyyy ese es el mio.
Y ala, a correr para adentro, a ver que me dicen. Me persigue mi Pobrehermanomayor y nos sentamos frente a una funcionaria que nos espeta:
-¿Y quien es el paciente?
- Yo
(me mira y, sin pausa alguna, se pone a hacerme una ristra de preguntas identificativas que riete de las de la Guardia Civil; y tras las preguntas de rigor ....)
- ¿Y tiene alguna alergia?
- No
- ¿Seguro?
- Se lo prometo
- ¿Y alguna intolerancia a algún medicamento?
- Tampoco
- ¿Seguro?
- (osea que no tiene la menor duda de que de los dos, yo soy el paciente, y sin embargo no termina de creerse que ni soy alérgico ni soy intolerante. Que pasa ¡¡¿tan desmejorado estoy?!!; No estamos empezando la relación con buen rollito, eh) Vamos a ver, ¡¡ si lo sabré yo!!. Prométeselo tu también, Pobrehermanomayor.
- (ella con lo suyo) Tenemos que ponerle una pulsera identificativa
- ¡¡Anda mira, como las del Festival de Benicasim!!
- jajaja (todas las funcionarias se ríen igual; deben hacer el mismo cursillo)
- Se operará usted en el tercer turno
- (como en los toros, seré el tercer lidiado) Y eso ¿para cuando será?
- Pues no se sabe, depende de lo que tarden con los dos anteriores
- (el razonamiento me pareció contundente, aclaratorio no, pero contundente si ...... y poco o nada rebatible) Ya, claro
- Ahora le asignaremos una habitación y, cuando vaya al punto de
control correspondiente, le darán mas instrucciones
- (que no acabe en 13, porfa; que no tengo mucha suerte con el dichoso numerito) Vale, como usted diga (aquí yo andaba disciplinadito ante las espectativas del "sorteo" de la habitación. Cualquiera que me conozca mínimamente sabe que suelo ser mas beligerante con las funcionaras de turno, ....... sobre todo si tienen bigote)
- Su habitación es la 615, en el ala izquierda, en la sexta planta y en Urologia. Suba y póngase a disposición de la enfermera de turno en el punto de control B de dicha planta
- (Uuyyyy 615, por dos) Ok, muchas gracias señorita (no sé porque le dije señorita; tenia ya mas de 60 años -creo-. Supongo que supuse que, con la cara que gastaba, no habría encontrado compañero en su dilatada existencia, porque simpática lo que se dice simpática, tampoco era)
Bueno, llegados a este punto convendría aclarar el porqué de mi visita hospitalaria. Resulta que ya llevaba unos meses sufriendo unos cólicos nefríticos bastante desagradables. Uno llega a acostumbrarse a ellos, pero siguen siendo desagradables. Sobre todo por la oportunidad y cadencia con la que se dan las crisis. Recuerdo una, especialmente memorable, que se dio veinte minutos antes de que degustara las uvas con las que se celebraría la entrada del 2013 (feo numero, ¿ves?). Total, que después de múltiples pruebas medicas (de todo tipo y condición - algunas repetidas incluso-), de numerosas asistencias a las urgencias de los hospitales madrileños, de haberme sacado sangre tropecientas veces y de haber miccionado ya en todo tipo de envases y lugares, me encontraba allí para que me extrageran una piedra relativamente pequeña que se alojaba en el uréter derecho a mitad de camino entre el riñón y la vejiga; y no solo para eso, también para ver que se podía hacer con otra piedra de triple tamaño que la anterior que estaba en pleno riñón y sin ganas de moverse, por lo visto. La operación consistía en introducirme un aparato sofisticado (y demoniaco para mi) a través de la abertura situada justo en la
Después de un arduo peregrinar por la planta sexta, sin saber muy bien si nos encontrábamos en el ala izquierda o en el ala la derecha (los carteles no aclaraban, la verdad. "Esta usted aquí". Pos vaya aclaración; claro que estamos aquí. Lo que no sabemos es como ir allí, al "punto de control correspondiente", el B concretamente) pasamos por un sitio que rezaba "Urología". Y me dije: caliente, caliente. Estamos en la famosa ala izquierda. Ya solo faltaba encontrar el dichoso punto de control B, a ver si allí ponían un poco de eso, de control, a nuestras vidas. Decir que mi Pobrecuñada es enfermera, pero de otro hospital. Fuera de su hábitat natural, su lugar de trabajo, una enfermera está tan pez como cualquier hijo de vecino. Yo, al menos, no la di ni la demandé ningún tipo de responsabilidad en todo esto (pobrecilla, bastante tiene ya con tolerarme). Llegamos a un sitio que parecía una recepción de hotel, pero no como éstas, sino sin nadie detrás del mostrador. Crucé los dedos a la espera de que se tratara del punto B. Porque podía ser el B, o el A (o el C, o el D, o el ...., ¡sabe Dios cuantos puntos de control caben en la sexta planta de un hospital grandisimo!). Al rato aparece una chica que nos mira como quien ve llover y sigue a lo suyo. Unos minutos después debió caer en que, si estamos allí y mirándola, seria por algo y se atrevió a decirme (a mi, que la miraba con la mandíbula mas desencajada y entreabierta aun que mis Pobrefamiliares):
- Hola, les puedo atender en algo
- (¡¡como que si puedes!! ¡¡Debes!!. Ya llevamos un ratito observándote, criatura. Ya le iba a decir que me pusiera una copa, pero las neuronas sensatas hablaron antes que la díscola) Pues si, es que vengo a ingresarme porque me van a operar.
- ¿Y que le pasa?
- Pos lo dice aquí, en uno de estos papeles. "L-i-t-i-a-s-i-s u-r-e-t-e-r-a-l d-i-s-t-a-l d-e-r-e-c-h-a". ¿Lo he dicho bien? Ah, y por cierto, ¿es este el punto de control B de la sección de Urologia del ala izquierda de la sexta planta de este hospital?
- Si, este es. Y si, lo ha dicho bien (¡bravo!, dos respuestas acertadas. Paso a la Final, creo). Le han asignado la habitación 615. Les acompaño.
En este momento eché de menos no haber traído un chusco de pan (por aquello de ir tirando migas). Había traído muchas cosas (bueno tampoco tantas) pero, lo importante, las migas de pan, pues no, eso no. Note como la primera habitación que me crucé era la 212 y me inunde de jubilo. La 615 no podría estar muy lejos. Era la última de ese pasillo y tenia una puerta amplia. Entramos y, sin tiempo de echarle el mas mínimo vistazo me dice la enfermera/botones:
- Y ¿cuando lo operan?
- (pos si no lo sabes tu, ya me dirás. Pero otra vez se adelantaron las neuronas sensatas) No lo se; me han dicho en el tercer turno.
- Ahhhh, en el tercer turno. Entonces tiene tiempo (tiempo ¿para que?, ¿para irme y volver?, ¿para hacer crucigramas?, ¿para ponerme nervioso?, ¿para hacer calceta? ¿es que efectivamente me va a traer aquella copa? .....). Tiene que ponerse esto (nunca mejor descrito: esto; que era como un batín blanco), ahora le traerán una toalla y una esponja para que se pueda duchar (que manía con mi higiene, aunque si bien es verdad, lo necesitaba por saludable, por relajante y por ir ya sudado), tiene que hacerlo con esto. Venga acá (me lleva al baño), con esto que se llama Betadine y apúrese que nunca se sabe cuando lo vamos a llamar.
- ¿Y cuando me llamaran?
- Pues no se sabe, depende de lo que tarden con los dos anteriores
- (el razonamiento me pareció tan contundente como antes e igual de aclaratorio; me maldije por haber caído de nuevo en la trampa) Ya, claro.
- Ah, y estará solo. En principio, no tenemos previsto ocupar la otra cama
La habitación que tienen destinada a mi estancia es como todas las de hospital. Blanca, de techo alto y desangelada. El mobiliario es, como dicen ahora, minimalista. Yo prefiero llamarle de minimo mobiliario, pero bueno. Esta ocupada por dos camas, dos mesillas con bastante uso a primera vista, dos armaritos sin llave, dos sillas convencionales, dos butacones abatibles como de polipiel, de esas tapicerías en las que si te sientas directamente con tu piel te pegas, y si te sientas sobre tu ropa, te escurres, y dos cabeceros de esos con pulsadores, luces y ganchitos. Todo a pares, claro. Mi cama parece absurdamente pequeña en esta habitación tan amplia y es del tipo psicodélico, con palancas, garfios y ruedas. Un mando cuelga de ella rozando el suelo y está coquetamente vestida con las sabanas y anagramas del lugar. Al fondo, ventanas enormes recorren toda la pared, con una persiana y unos cristales gordos ligeramente tintados y diseñadas para una mínima apertura. Y esta es otra ¿A quien se le ocurrió que las ventanas de los hospitales no puedan abrirse más de 10 cm.? ¿Temen suicidios colectivos, que los pacientes se pongan a tender ropa o a tomar el sol? A ver, que me lo expliquen (que seguro que lo hacen porque tienen contestación para todo).
La habitación de una hospital es un sitio muy peculiar. No es como la habitación de un hotel donde sigues siendo tú, están tus cosas, la ordenas como quieres, tienes tus horarios, entras y sales, puedes incluso estar de incógnito. La habitación de un hospital es un sitio dónde no eres tú. O eres poco tú. Y la cama que te toca nunca la consideras tu cama. La llamas mi cama pero no la consideras así. Pues bien, la cama que me toca es la mas cercana a la ventana. Otra vez estoy de suerte, podría ver a los pajarillos si se acercaban, a las nubes si se nublaba y a las estrellas de noche. Biieeeeeen. Se podía decir que estaría en la ultima cama de la ultima habitación del ultimo punto de control de la ultima planta del ultimo hospital (porque es el mas periférico) de Madrid. Todo un récord.
Me dispuse a mandarle un mensaje por whatsapp a unos amigos que me pidieron que le diera el dato de qué habitación iba a ocupar porque vendrían esa misma tarde. Y no me dejaban. Parecía un ejecutivo agresivo en la bolsa de valores. Estaba ocupadísimo. Que si te vamos a medir la tensión, que si te vamos a dar este folleto explicativo (leételo), que si te vamos abrir una vía (suena chungo eso de abrir una vía ¿no?), que si toma las toallas y la esponja, que si te presento a quien te va a operar (encantado, ...... o no. Luego te digo), que si para ver la tele tienes que comprar un bono y ya te diremos donde (para ver Sálvame! estoy yo ahora, si), que si firma esta autorización (¿para que?, si ya he firmado no se cuantas), que si ....... ¡¡¡hostias ya!!!. Venga vale, me ducho y me relajo un poco.
Me dirijo al baño que hay en mi propia habitación, aunque la enfermera insistía en que había otro no se donde haciendo incapié de que era mas amplio y mas acogedor. LLamadme raro, pero hasta sospeche que las enfermeras hacían turno en aquel otro baño detrás de un agujerito tipo "voyeurs" para disfrutar de mi cuerpo serrano. Si no ¿a que venia tanta insistencia en la existencia de otro baño? Me lo dijeron varias y varias veces. ¡¡Si es que cuando mi imaginación vuela, no vuela, levita!!. Y así se lo dije a mi Pobrehermanomayor que zanjo la cuestión con un "tu estas zumbao""que cosas se te ocurren""anda, anda ....". Total que entro en el baño de mi habitación, aun dándole vueltas a mi interesante teoría cospirativa, me desnudo, entro en la ducha. Me unto con el curioso Betadine del que me habian hablado (que para entendernos, viene a ser un mejunje del color y textura del vinagre de Módena, y del olor del aliento de un caballo, olor que al que no estoy acostumbrado pero debe ser como este) y, como pringa bastante, me dispongo a quitármelo inmediatamente de mi piel abriendo súbitamente la llave del agua caliente. ¡Ay Dios! Esa no era la llave del agua caliente, esa era la llave del agua hirviendo. Piso la cortina al ir hacia atrás y casi me descuajeringo (para los de la E.S.O. -- descuajeringar: descalabrar, destartalar, arruinar, desvencijar, deteriorar, desarticular). Una vez controlada la temperatura del agua que emana del brazo de la ducha, me arriesgo a seguir con la operación con resultados exitosos; me quito toda la pringue. Me seco con la toalla, un tanto exfoliante por cierto por aquello de su rugosidad, e intento ponerme la bata (batín o camisón. No se como se le puede llamar eso. Nunca se lo vi puesto a nadie. Ni siquiera en esos estrambóticos desfiles de moda que salen por la tele). Digo intento porque hasta ponérmelo puedo, pero cerrarlo .....; eso ya es otra historia. Salgo de la ducha y del baño con el culo al aire y le pido a mi Pobrehermanomayor (menos mal que estaba allí; si no tendría que pedírselo a mi Pobrecuñada) que intente cerrármelo por detrás para que yo adopte un mínimo de dignidad. Mi Pobrehermanomayor es ingeniero y, por lo visto, no encuentra mayor dificultad en atar cada uno de los cuatro "rabitos" que me asoman por detrás. Mi Pobrecuñada solo es enfermera, pero de otro hospital, y dudo que sus carcajadas le hubieran ayudado mucho en el empeño. Me tumbo en la cama cual Cleopatra cargado de naturalidad con mi pose y sigo intentando comunicar con mis amigos por whatsapp, cosa que esta vez consigo.
La verdad es que, hasta este punto, estoy siendo demasiado explicito. Abreviaré un poco para que no nos den las uvas. ¡Si todavía no he llegado al meollo de la cuestión! A la operación, y ya llevo una parrafada. Aun así, no prometo nada.
Total, mientras espero que me llamen (ya digo, cual Cleopatra en su diván) aparece Pobresuegradehermanomayor (también llamada Pobremadredecuñada, un cielo de mujer a la que desde aquí le mando un beso por si acaso me lee alguna vez). Lo primero que me dice tras darme dos besos, uno por mejilla: "con esas pintas no somos nadie". Lo dice por mi atuendo. Y, además, "te han dado el modelo minifalda". Y es verdad, encima de enseñar el culo según que pose, enseño las canillas. Me hace reír por la ocurrencia y me hace recordar que tengo, gracias a mi cigüeña, gran sentido del humor.
Total, se queda conmigo en la habitación mientras los otros dos integrantes de la comitiva bajan un momento a la cafetería (¡que valor!, a ver si encuentran el camino de vuelta) a tomar algo. Ellos, pobrecillos mios, no tienen por que estar en ayunas. Consiguen volver en unos minutos y ante mi asombro, y al poco rato ya me llaman para lo que nos ocupa: la operación. Se disponen a llevarme al quirófano diligentemente, y todo porque la celadora si que parecía saber ubicarse por allí (nació allí o algo), y al llegar, esperamos unos instantes fuera. Todo el que por allí se asoma alaba mi buen humor y predisposición. ¡Es que soy novato en esto! les decía. No se cual es la oportuna predisposición en estos casos. A ver si me estaba equivocando y debiera haber estado uraño y desconfiado. Confieso que no me dio tiempo a leer el manual de bienvenida y, por eso, no sabia cual debía ser la actitud. Igual allí lo ponía.
Entro en la sala de quirófano, y a partir de ahí solo me relaciono con féminas. Es decir, me van a urgar en el
- Hoooombre, Blaaaas. Le estábamos esperando
- Sabia que no empezaríais sin mi. Si soy la alegría de la huerta
- Claro, usted es fundamental. Así que tiene litiasis. Pues vamos a operarle.
- (tranquilizome saber que no se habían equivocado de paciente, que tenían una idea de lo que padecía, y que sabían para qué estaba allí) ¡Bien!
- Vaya ... que bien se lo toma.
- Que remedio. Si solo sé eso. Aunque yo me lo sé con nombre y
apellidos. Se que me vais a operar de L-i-t-i-a-s-i-s u-r-e-t-e-r-a-l d-i-s-t-a-l d-e-r-e-c-h-a, que me he aprendido ya la palabreja, sé que me vais a meter por ahí algo que, sin anestesia, me dolería mucho, sé que vais a ser buenos y profesionales, y por lo tanto, sé que no voy a sentir nada (¿verdad?), ....... y poco mas.
- (aparece otro rostro en mi campo de visión, entre el que me estaba hablando y la luz del techo) Jajaja (esta vez la risa sonó sincera y deshinibida, a la par que gratificante). Bueno, pues vamos a operarte (ole, por fin me tutean; me van a tocar en lo mas intimo, pero por lo menos me tutean; un detalle, ole, ole y ole; ya era hora un ápice de confianza). Y podríamos hacerlo por varios métodos, pero en tu caso se aconseja hacerlo de manera endoscópica (otra vez para los de la E.S.O.: técnica utilizada en medicina, que consiste en la introducción de una cámara o lente dentro de un tubo o endoscopio a través de un orificio natural -y tan natural, el orificio de mi picha-, una incisión quirúrgica o una lesión para la visualización de un órgano hueco o cavidad corporal) Efectivamente, no te va a doler (esto me sonó a música celestial) y si no hay complicaciones, tardaremos poco. Vamos a aplicarte la epidural. Podría ser por anestesia local pero como estas tan flaquito, mejor la epidural.
- Por mi, y no te lo tomes a mal, como si me dais con una botella en la cabeza. Mientras no sienta nada en el momento cumbre, haced conmigo lo que sea. Eso si, cuidadín al urgar por ahí, eh ...... y empecemos ya, por favor
- Bueno, ya no. Tranquilo hombre. En unos minutos. Cuando te haga efecto la anestesia. Anestesia que, por cierto, aun no te hemos puesto
Me ponen la epidural y me trasladan cual elefante abatido (bueno cual cabrito abatido) a la mesa de operaciones. Aquello es como la Gran Vía pero con todos los transeúntes siendo tías y vestidas cada una de un color, o eso me parece. ¡Que empacho de genero (cosa que no me molestaba) y que mareo de colores (que esto si que era mas cansino). Tu ves, si me hubiera dado tiempo en la sala de espera a descifrar el curioso código de colores, eso que tendría a delantado. Pero ya era tarde.
Todas aparecen y desaparecen de mi vida fugazmente ¡Que barbaridad! El sueño de un soltero empedernido. Una me toma la tensión, otra me pone un telón como en los teatros a menos de un centímetro de mis narices, otra me pega pellizcos en la piernas y me pregunta si siento algo (¿miedo vale? es que es lo que siento; jajaja se me ríe y a otra
cosa), otra me mete un liquido color raro por la vía abierta, otra me pone las piernas encima de lo que usan las parturientas, otra me da conversación (¡con lo que yo charlo!, pero no estaba yo en mi mejor momento), otra me mete ropa o que se yo por debajo de la espalda para que esté, según ella, mas cómodo, otra me llena el pecho de ventosas, otra me vuelve a pellizcar (aaay, golosona) ..... Total, parecía que todas sabían lo que hacían y estaban organizadas. Yo conté (no tenia nada mejor que hacer) por lo menos diez.
Se lo había dicho antes a los que deje afuera. "Seguro que me quedo dormido" "Si me tumban, me levantan las piernas y me tocan la pilila (aunque esté con la anestesia), yo me duermo fijo" "Pues mejor", me decían. "Así se te pasa el tiempo mas rápido". Efectivamente, me dormí (si yo me conozco) y pasado el rato escucho:
- Oye
- zzzzzzzz
- OOOOYYYYYEEEEE
- zzzzzzzz
- ¡¡¡OOOOYYYYYEEEEE BLAAAAAAS!!!
- zzzzz eeiinnn
- Ya hemos terminado, Blas
- ¿Ya? Pues enhorabuena. Y que ¿todo bien? ¿Cuanto hemos tardado? (como si yo hubiera participado en la proeza)
- Todo bien. No ha habido problema
- Pues no sabes cuanto me alegro jajaja (ahora rio yo)
- Y ha sido fácil y rapidito
- Ah, ¿y ahora que?
- Pues recogemos todo, te preparamos para que vayas a la sala de reanimación, y nada mas.
Me cambian otra vez a la camilla (la de ruedas) y entonces asoma la única cara masculina del proceso. Un celador joven (al menos mas joven que yo) y serio (o al menos mas serio que yo). Me despido de todas, que se vienen asomando a mi presencia una tras otra. Las doy las gracias por todo diciéndolas que a ver si me encuentro con ellas en otra ocasión pero en otras circunstancias. A ver si nos encontramos estando ellas desnudas también, en igualdad de condiciones. Ríen al escuchar mis ocurrencias e, incluso una, una gordita, bajita y simpatiquísima hasta me espeta dos sonoros besazos en la despedida, uno por mejilla. Total, me sacan al pasillo, donde me esperan mi Pobrehemanomayor, mi Pobrecuñada y mi Pobresuegrademihermanomayor. Me saludan, se interesan por mi y mi estado, se sorprenden de mi desparpajo y mi lucidez, y se despiden hasta luego. Hasta que salga de la sala de reanimación.
Me llevan a dicha sala a través de pasillos largísimos y deshabitados. Sé que empecé mi peregrinar en el ala izquierda y en la sexta planta. No sé donde estaba el quirófano, pero en otra planta (no creo que me pasearan en el ascensor tontamente). Lo que si puedo suponer es que la dichosa sala de reanimacion estaba por lo menos en el ala derecha y en el sótano (o fuera del hospital, vete tu a saber). En todo ese peregrinar me asomo a mi bajo vientre y compruebo visual y táctilmente que se habían cumplido mis presagios; que me han sondado. Sigo escudriñando y me empiezo a descojonar yo solo. Bueno con mi "alegre" compañía. Tengo toda la entrepierna con un color sospechosamente parecido al Betadine, eso que me di por casi todo el cuerpo horas antes, y me quité rápidamente después escaldandome vivo con ello porque me resultó pringoso. Resulta que debí aplicarme el mejunje solo en la zona afectada y, sobre todo, nunca debí quitarmelo. ¡¡¡Si es para desinfectar!!! Ante esta reacción, me pregunta mi partenaire que qué me pasa (que si estaba loco, vaya), y cuando le cuento mi descubrimiento esboza una tímida sonrisa porque, como todo el mundo sabe, los olmos no dan peras.
Una vez relajado despues del ataque de hilaridad, me acuerdo de la película El Resplandor. Me viene a la cabeza la escena del paseo por los pasillos y me pregunto si, como al personaje, me van a dejar allí en medio de la nada. Y se cumple. Mi colega me deja tirado en medio de uno de esos pasillos, y en doble fila, y me dice: ahora vengo. Yo, cada vez que me dejan tranquilo y en posición horizontal, maxime si me adosan otra cama deshabitada, me pego una cabezadita. Es un clásico. Y eso sucedió. Al rato, minutos, horas o días (que se yo) vuelve y me empuja apenas 10 metros mas, que si llego a saber el destino ya voy yo solo asiéndome a las paredes, picaportes y resto de mobiliario. Entramos en una sala espaciosa y desierta, y conmigo se queda el "chorrito de alegría" que me viene empujando, y una enfermera con la misma cara de Merkel (no por nada; es que se le parece mucho). Incluso se lo hago saber y me dice que se lo comentan mucho. Osea que no estoy equivocado en mi apreciación aunque sea poco original y la pobre esté hasta los ovarios de tales comentarios; cosa que le noto. Me congratulo de la alegría del ambiente y me rindo de nuevo a los brazos de Morfeo y no del todo, porque escucho así de fondo toda la conversación de estos dos personajes. No sé cuanto tiempo estoy en mi duermevela pero la conversacion me arrulla cual cuento de la niñez. Que si hay que ver como están las cosas, que yo (por él) no estoy dispuesto a pasar por el aro, que mira cuantos gilipollas nos rodean, que hay que ver que meses de verano nos esperan, que mira que desfachatez tienen tal, tal y tal, que a mi me quedan pocos días para las vacaciones y estoy deseando perderos de vista (eso ella), que a lo mejor cuando vuelva esto se ha convertido en un todo a cien, que si bla-bla-bla, etc .....
Me vuelven a despertar, no se cuanto tiempo después y me dicen que me llevaran a planta. Les digo que estupendo, que ese parece el final de mi periplo y que estoy deseando concluir por hoy. Les comento que, menos mal que no soy un inspector de sanidad, ni amigo de una tal Puri, ni de un tal Alfonso (a los que habían puesto a caer de un burro durante mis sueños), porque ya les había valido el desahogo vespertino. Me explican que están un tanto quemados con lo que está ocurriendo en la sanidad española, cosa que entiendo perfectamente. Me despido de ella y continuo con él hasta planta, encomendándome por el camino a San Cristóbal. ¡No veas que conducción temeraria y que derrapes, aceleraciones y frenazos se gastaba ahora el conductor! Estaría a pocos minutos del final de su turno. Al llegar a mi habitación, me esperan mis Ángeles de la Guardia (tres besazos fuertes y sentidos como tres soles).
A partir de aquí ya pierdo un poco la noción del tiempo. No se muy bien ubicar los acontecimientos. Claro, tantas experiencias intensas y yo sin reloj. No recuerdo quien se va antes y cuando regresan. Solo sé que es ya por la tarde, que yo continuo en ayunas y que tengo puesta una sonda (desagrabilisima, todo hay que decirlo) y un gotero, que me atan al camastro limitando mi capacidad de movimiento y mi animo. Por la tarde-noche se suceden las visitas (otros sendos besazos para los visitantes: Luismi, Isa, Tere, Esmeralda ...) que me acortan el tiempo y me entretienen sobremanera. Llega a haber hasta 8 personas y conmigo 9. Tal es así que cuando llega una enfermera (de esas de las que suelen poner en el turno de noche, digamos que "especiales"), hace un comentario jocoso al respecto y desaparece al instante al notar lo animado de la velada. Esto me lleva a una reflexión que formularé con preguntas retóricas pero directas: ¿Quien gestiona los turnos? ¿A quien se le ocurre poner en el turno de noche a los mas antipáticos, a los menos eficientes, a los más quejicas y malhumorados, a los que tienen menos interés a aparecer en tu vida hospitalaria, a los menos veloces cuando se les llama con el pulsador, etc? Más allá de todo esto ¿Qué fue antes el huevo o la gallina? ¿Estan en el turno de noche porque son así o son así porque están en el turno de noche? Sea como fuere, el caso es que al final de la noche llega la cena. Describir tan suculento aporte alimenticio no me levaría mas de dos lineas. Así que lo omito en este momento por no provocar "envidias".
Todos se marchan, los últimos mi Pobrecuñada y mi Pobresobrinomayor, y quedo por entero al arbitrio de mis voluntades que no pueden ser muchas porque mi capacidad de movimiento queda limitada como ya dije. Me trago todo lo que sueltan por la tele y hago zapping como nunca en mi vida. No tengo sueño, no puedo tenerlo porque me he pegado tres siestas matutinas reparadoras, y tampoco hambre (mas bien el estomago revoltoso por la cena). Lo que si tengo es un mono de tabaco impresionante y no dudo en urdir un plan para satisfacer mi necesidad, aun con mi sonda y con mi vía abierta. Cuando me propongo algo, aunque sea disparatado, soy capaz de cualquier cosa. Consigo quitarme el mono, y varias veces. No me preguntéis como; resultaría subrealista e inverosímil. El caso es que una vez animado y liberado de mis cadenas sanitarias (la sonda y la vía; no me las quite, eh, simplemente las hice llevaderas, nunca mejor dicho), me dispuse a dar una vueltecita ya de madrugada por el hospital a la espera de que me llegara el cansancio (el sueño parece que no iba a aparecer). Otra retórica reflexión: ¿Por qué extraña circunstancia la lista de lo prohibido excede con creces la de lo permitido? ¿Y por qué ese afán en comunicártelo tanto oral como por escrito? ¿Por qué existe la figura de personal sanitario- policía-juez-carcelero preocupado por investigar si estas haciendo lo correcto, que parece perdonarte la vida y que te impone (casi) una penitencia? A partir de este momento, tomé la firme decisión de no colocar mi aliento (mi cuerpo entero, mas bien) a menos de un metro de la nariz de nadie en una temporadita.Un hospital, de madrugada, no es precisamente la Ruta del Bacalao. Máxime cuando la edad media de quien te rodea, pacientes de Urología, ronda los 70 años y no dispone de mucha variedad de genero. No me equivoco si digo que, al menos esa madrugada, yo era el único "marchosillo" habitante del lugar. Mi principal preocupación en mi nocturno deambular autónomo era el de saber volver al nido después de la experiencia. No me encontré con (casi) nadie. Al menos, nadie me vio. Ni paciente, ni sanitario, ni seguridad, ni familiar de paciente, ni medio-pensionista. Todos dormían, menos yo. La banda sonora de la película se apañaría con una sucesión de ronquidos espasmódicos y variados. Ante el plan nocturno que se me proponía, decido volver y el caso es que lo conseguí no sin cierta dificultad (uno fue scout pero eso de los puntos cardinales, las constelaciones y las estrellas no te sirve de mucho en los pasillos de un hospital, lo aseguro) y eso si, cansado ya. No somnoliento, pero si cansado. Y esa es otra. ¿Como se las puede arreglar alguien que duerme habitualmente boca abajo con una sonda (ahí) y con una vía abierta (allá)? ¡¡ Kamasutra!! Manifiestate ante mi, por Dios. Échame una mano. Pues decidí que lo mejor era poner la cama con la parte del dorso hacia arriba, el culo para abajo y los pies para arriba también. Cómodo, ¿verdad?. Y todo eso porque pensé que, si en lo inconsciente de mis sueños decidía volverme hacia abajo con la consiguiente liadera de cables, encontraría mayor dificultad en la postura (a menos que fuera contorsionista, que creo que no). Descubro las mil y una posiciones de una cama de hospital y río a carcajadas en el silencio de la noche (cualquiera que me escuchara, fliparía) viendo lo absurdo del momento y pensando que, si se me va la mano con el mando, me quedo cual sandwich vegetal porque entonces eso es precisamente lo que hacia, vegetaba. Una terrible aprensión me asalta y temo que al darle a uno de esos botones o bien el respaldo caerá a plomo, o lo de los pies se subirá de golpe o lo peor de todo se plegará en V y me atrapará dentro. Y ahí estoy yo, a las tantas de la madrugada, acccionando todos los botones del mando e intentando encontrar la postura mas incomoda, la que me hiciera evitar volverme boca abajo. Lo consigo y, después de unos segundos viendo la (aburrida) programación nocturna habitual, quedo hecho un cuatro casi perfecto y dormido boca arriba.
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Me salto algunas horas, con sus consiguientes experiencias, y paso a mi salida del hospital. Esa mañana despierto temprano, a las 7 o así. La tele continua encendida dándome cobertura informativa de cuanto sucede en el exterior.A las 8 y pico o así aparece mi urólogo con una chica (medico yo creo también; y sordomuda, porque no articulo palabra. Bueno si, dijo hola la muchacha) y me comunica que esa misma mañana se producirá el ansiado alta. Se presentan ante mi como José Luis Moreno y su muñeco Monchito, el de la voz de afeminada. Él (como mal ventrílocuo que es) no para de mover la boca emitiendo sonidos y ella (como muñeco que es), ni se mueve. Miento; ella si que mueve la boca, pero no emite sonido, es que masca chicle. Como ven que la bolsa que contiene mis desechos líquidos esta llena y de un color sospechosamente no amarillo (granate mas bien), acuden a la enfermera para que me la cambie, y le dan instrucciones (él; ella no habla) respecto de que cosa meterme vía intravenosa. Me pone encima de mi abdomen sendos papeles a los que tengo que adosar sendas firmas. ¿Por qué te piden consentimiento-permiso para todo lo que hacen contigo? Que ocurre ¿es que necesitan apoyo moral? En lugar de tanta firmita ¿no bastarían sendos golpecitos confianzudos en la espalda? Y, por otro lado ¿Por qué no le explican al personal sanitario el concepto de "lo urgente"?, porque su concepto de ello no coincide con lo escrito en los diccionarios. Si resulta que debía abandonar el hospital aquella misma mañana, ¿por qué me da la impresión que algunas enfermeras (no todas) no lo sabían o se hacían las locas?Aparecen por allí las que te traen el desayuno, bueno el purgante (café) y el mojante (galletas insípidas). Aparece la que te trae la ropa y ante la información de que, probablemente (ya no estaba tan seguro), abandonaría el hospital antes de la puesta de sol, me deja únicamente la famosa toalla exfoliante y una esponja que vengo notando que no absorbe líquidos, es mas bien como una bayeta. Aparece la que friega la habitación con una marcha y unas ganas de conversación inusuales a esas altas horas de la mañana. ¡¡que energías, por Dios!! Aprovechando que acababa de limpiar el baño y que el presunto café estaba surtiendo sus efectos (¿despertarme? noooo; provocándome una súbita y urgente evacuación) decido ducharme y dejarla con sus quehaceres domésticos. En eso que aparece la enfermera (la mas simpática y diligente):
- ¿Donde va?
- Te he dicho que me tutees, por favor. Que me hacer mas viejo
- Bueno, pues ¿donde vas?
- Al baño. Pretendo ducharme (no le iba a hablar de mi incontinencia)
- ¿Y vas con la bolsa de la sonda en una mano y con la bolsa del antibiótico en la otra?.
- ¡Que remedio! No encuentro otra forma mejor de hacerlo
- Anda, anda. Ven que te voy a quitar la sonda y como tengo que cambiarte el antibiótico, te lo quito y luego vengo con el nuevoAquí surge otro de los momentos subrealistas de mi estancia hospitalaria. Allí que me hayo yo, con una bolsa en cada mano, de pie y con las piernas abiertas, con la falda "remangá" y como la canción, luciendo las pantorrillas, y con mi enfermera casi de rodillas tratando de pegar el (temido por mi) estirón desde mi sufrido apéndice. A la escena hay que añadir que la limpiadora deja de accionar la escoba y clava sus ojos en mi entrepierna. He de decir que la experiencia no resulto ser tan desagradable como pensaba. ¡Que tacto tiene mi enfermera favorita!
- Ves. A que no ha sido para tanto
- Pues no. Eres mi héroe (me tiene enamorao esta chica y, después de tantos momentos intimos, mas)
- Es solo experiencia. Y, además, la mente es la que funciona jaja
(si supiera esta chica hasta donde llega mi mente si la dejan, y mi imaginación)
Total que me meto en el baño y procedo a mi ducha. ¡Mucho mejor!. Usar las dos manos para ducharte no tiene comparación a sentirte esposado. Salgo después de usar la toalla exfoliante y al ratito, como si me estuviera esperando, llega mi enfermera favorita. Por cierto ¿a que no sabéis como se llamaba mi enfermera favorita? ¡que tremenda desfachatez! Se llamaba Dolores. Yo ya le decía que no le pegaba el nombre, que Remedios, Milagros, Barbara o incluso Amor serian mas apropiados, y ella me decía que le habían hecho ya demasiados chistes al respecto. Nunca quise ser poco original ni hacer mas mella en el asunto y siempre pasaba a otro tema, no sin que se me escapara cierta sonririta burlona y socarrona cada vez. Me pone el antibiotico novedoso y me deja solo. Notad que en ningún momento hablo de acompañante en mi habitación. Uy, si hubiera habido acompañante, necesito bastantes parrafadas mas para explicar mi estancia hospitalaria porque seguro que me hubiera dado mucho juego. Pero no lo lamento. Las enfermedades, mejor pasarlas en solitario. Paso la mañana viendo la tele (Espejo Publico, Las Mañanas de Cuatro, Al Rojo Vivo, y tal) mientras llamo a casi todos con la buena nueva de mi futura alta hospitalaria. Muchos se ofrecen a venir y acompañarme en tan esperado momento pero, educadamente, declino todos los ofrecimientos porque entre otras cosas ...... ¡¡¡no sé cuando se va a dar!!! Me dicen que para después de comer, pero nunca se sabe.Llega mi "comidaporllamarlodealgunamanera", comida que aparto con desdén tras una breve vista aérea. Nada de lo que traen se puede masticar, bueno los cubiertos de plástico y dos lonchitas de pavo escondidas en un tupper-tipoKinder. Me tomo solo la cuajada. ¡¡Y eso que no me gusta!! ¡¡¡Que mania de que me aficione al pavo!!! porque ya me lo trajeron en la cena anterior. ¡¡¡Si no lo pruebo ni cuando toca!!!, por Navidad.
Aparece la enfermera, mi favorita no, otra; y con cara de sargento de la Legión que me recrimina, no sin cierto automatismo en sus palabras (ya tenia experiencia en ello, vaya), no haberme portado bien con la comida. Le digo que la comida tampoco se ha portado bien conmigo y que llega tarde, que no va a poder cartigarme sin postre. Después de la de cal, siempre suele venir la de arena, o al reves (nunca supe cual es la buena) y me dice que llegó la hora. Que me quitarán la vía y que, tranquilamente y sin hacerme el valiente, me vaya vistiendo de calle. Que vaya recogiendo mis cosas pausadamente y que abandone la estancia cuando crea conveniente sin tramite alguno previo. Desde que me quitan la vía hasta que estoy vestido y con la maleta hecha no median ni 10 minutos. ¡pos no tenia yo ganas! Tardo mucho mas que todo eso esperando en el pasillo a que aparezca mi Dolores para despedirme de ella. ¡Que maja!¡y que simpática hasta el final! Si es que me tiene enamorado, como le digo en mi despedida provocando el rubor en sus mejillas y el brillo en sus ojos. Después de sendos piropos profesionales, anímicos y fisicos (completita ella en sus cualidades, y completito yo en mis halagos) me despido, agradeciendole su buen hacer y su mejor decir en mi visita hospitalaria.
Según voy saliendo, sin saber muy bien por donde, solo tengo en mente una cosa: fumarme dos cigarros seguidos, o mas (ya veré). Es lo primero que echo de menos. Salgo, cruzo la calle y enciendo el primero de mis pitillos. Hace un calor horrible en aquella acera y pega el sol de lo lindo. Me meto en los soportales de la cafetería y continuo llamando a gente con la buena nueva ya efectiva. Declino amable, sincera y nuevamente ofrecimientos de voluntariosos choferes improvisados y entro en la cafetería para degustar un café de los llamados "en condiciones", con su crema, calentito y su doble de azúcar. Decir que la cafeteria se encuentra situada en el mismo edificio por donde se acceden a los trenes de cercanias (no al metro). En esto que se me acerca un tipo con peor cara que los que he venido viendo estos dias en el hospital y me pide dinero para un presunto billete a Burgos. El caso es que me sonaba su cara; era la misma del tipo que en agosto pasado me pidio dinero en la Estacion Sur de Autobuses para otro presunto billete aBurgos (habia cambiado el lugar de trabajo, pero ni de trabajo ni de destino). Me conmuevo con el 10 meses despúes, me solidarizo y tras disertar unos instantes con él de lo dificil que es conseguir un billete a Burgos desde Madrid, ya sea en tren o en autobús, entro definitivamente en la cafeteria. Una vez dentro, me animo a un segundo café y hasta me pido dos bollos, acto inusual en mi pero, como no había comido. Dos cigarros, dos cafés y dos bollos. Sé que ese no debiera ser el orden pero así se dio la tarde. El numero dos me perseguía. Noto también como, de un máximo de diez, el nivel de la batería de mi móvil esta en el ...... (siiiiii) dos. En ese momento recapacito y advierto como en ningún momento creo recordar haber cogido el cargador del enchufe próximo a mi cama, donde ha vivido todos estos días. No me digas. ¡A que me he dejado el cargador en la habitación y debo volver a buscarlo con la consiguiente contrariedad manifiesta!. Urgo en mis pertenencias y compruebo feacientemente que si, que definitivamente si, ....... que soy un idiota.
Para no hacer el final excesivamente tedioso, no os contaré:
- si di con mi antigua habitación
- si dicha dependencia se hayaba de nuevo ocupada
- si allí seguía mi cargador
- si me tropecé de nuevo con "mi" enfermera favorita
- si me encontré con algún familiar o amigo despistao
- ......... si alguna vez puse fin a mi experiencia hospitalaria
LO DEJO PARA UN PRÓXIMO POST
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