Dos de los creadores más irreverentes del panorama dan cuerda a sus entusiasmos, asombros y desafectos en todo lo que les sale al paso: cultura, educación o política. Una conversación cómplice entre risas, tabaco y libros. Difícil de repetir
Se tenían ganas. Nunca antes se habían sentado a hablar. Están al tanto el uno del otro, a lo lejos, desde los años 80, cuando aún eran potros de pantalón estrecho que estrenaban una forma rabiosa de caminar. Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) saltaba socavones de obús en las guerras y Joaquín Sabina (Úbeda, 1949) hacía unos solos primorosos de kazoo en sótanos oscuros y sin reputación. Uno emitía cada noche un parte dramático en el Telediario y el otro un inventario de risas y excesos en cualquier galpón. Resistieron intemperies. Traiciones. Desengaños. Hoy aguantan los jirones de la edad y mantienen la yugular llena de sangre.
Son dos palabrones vacunados con una trivalente de ideas propias. Viven ajenos al tintineo de tanto falso delicado con cuello de piqué. Hablan directamente, dejando todo dispuesto para una barricada. La palabra no se les encasquilla fácilmente. Si disparan, dan. La cita es en casa de Sabina, un mediodía con seis gatos, seis balcones, seis vasos de tequila y una hora por hacer. El músico anda con faja por una cirugía y muchos días de hospital. Estrena libro de dibujos publicado por Artika en edición limitada de 4.900 ejemplares, todos firmados a mano y con precio fuerte: 2.100 euros por pieza. El escritor, por su parte, anda enredado en otra novela. Ambos mantienen ese punto corsario donde la juventud les permanece.
"Hasta ahora sólo nos habíamos saludado una vez, en el Café Gijón, y me acuerdo bien de aquel día porque me llamaste Joaquinillo, como si nos conociéramos de toda la vida". Así arranca este encuentro inflamable. "Es que a ti siempre se te conoce de toda la vida. Yo te recuerdo desde los días en La Mandrágora. Aquel era un Madrid hermoso, el de la Transición y la Movida. Todo el mundo quería divertirse y hasta las peleas acababan bien".
Alrededor, libros. El traje de purísima y oro que a Sabina le regaló José Tomás. Fotografías. Cuadros. Vírgenes que cuelgan. Diablos diminutos alrededor de un espejo como un torcido santoral. "Aunque parezca una babosería, uno es amigo de aquel del que ha leído al menos 10 libros. Y yo he leído al menos 10 libros de Pérez-Reverte". La conversación echa a andar en todas direcciones: los amigos, la lealtad, el Siglo de las Luces, la política, los libros, Javier Krahe, la dignidad, el Chapo Guzmán... El sol entra con fuerza de abriles por el ventano invernal. Charlan de toda la vida sin haberlo hecho jamás. Dos cuates explorándose a tragos lentos y como sentados en el Salón Tenampa, México, Distrito Federal. Pero esto es Tirso de Molina. Un escritor. Un músico. Dos tipos cimarrones sin otro reglamento que el entusiasmo de dudar.
Arturo Pérez-Reverte:Aunque la vida te va quitando palabras rimbombantes, uno debe luchar porque "dignidad" y "lealtad" sean conceptos que estén de nuestro lado. Aunque cada vez sea más difícil mantenerlos.
Joaquín Sabina: Estoy de acuerdo, hay que preservarlos incluso hasta llegar casi a códigos mafiosos. Por mi amigo, lo que sea: con razón o sin ella. Antes hablábamos del caso de Krahe y mío, pero resulta sorprendente la amistad que habéis forjado Javier Marías y tú.
Pérez-Reverte: Es una amistad muy depurada porque está hecha también de silencios.
Sabina: Oye, ¿y por qué le regalas armas?
Pérez-Reverte: Hay algo de provocación. Javier es un tipo tan educado, tan pacífico y civilizado que nos divierte ese gesto gamberro... Pero si hoy estoy aquí también es por una cierta lealtad, la de haber compartido contigo algunas de las guerras en las que he estado.
Sabina: ¡No jodas!
Pérez-Reverte: Pues sí. En más de una. Recuerdo, por ejemplo, los días en Sarajevo, cuando teníamos que cruzar con el coche por la Sniper Alley, la Avenida de los Francotiradores. El cámara José Luis Márquez siempre tenía el mismo ritual, subía la música al máximo del volumen para no escuchar el ruido de las balas o los morteros. Y lo que poníamos en el cassette eran tus canciones.
Política
Sabina: A mí lo que me asombra es el proceso de selección de líderes que tenemos. Los que llegan más alto son los del Don Ángel Siseñor (aquella viñeta del gran Manuel Vázquez). El que no tiene esa pasta mala, a mitad de camino se le hinchan los huevos y se va... El espectáculo actual es tremendo. A mí Mariano Rajoy no me cae mal, pero pertenece a un partido con modales de banda mafiosa. Entre unos y otros han dejado pasar más de 50 días sin hacer nada mientras se desinfla el ánimo de la gente... Estoy bastante endemoniado con nuestros políticos habituales. Y respecto a los emergentes, me acojo a lo que ya he dicho en alguna ocasión: a mí de Podemos lo que me interesan son sus votantes no sus líderes.
Pérez-Reverte: Yo soy muy pesimista. Quizá sea la edad o que no tengo ganas de turbulencias. Mi pesimismo es de orden moral, pero es que cuando lees nuestra Historia no puedes ser de otro modo. Han vuelto con fuerza las dos Españas. Tu música contribuyó (junto a la de otros) a que esa linde se borrase durante algún tiempo, pero hemos vuelto al rencor. Este país se ha desabinizado.
Sabina: El clima es feo y oscuro. Todo parece sometido al mismo patrón. El PP está tan uniformado como Podemos.
Pérez-Reverte: Eso responde a la necesidad elemental del español de etiquetar. A falta de solidez y cultura, el ser humano tira de etiquetas. En este país estamos seguros de que si estás aquí no puedes estar allá. Que si te gustan los toros eres de derechas. Que si eres ecologista, de izquierdas. Eso nos lleva a lugares muy peligrosos.
Sabina: Lo que a uno le gusta de los escritores o articulistas peleones es que digan lo que uno no se atreve a decir aunque lo piense. Me gusta esa teoría tuya de que todo empezó a ir mal cuando perdimos la Guerra de la Independencia porque elegimos estar del lado malo combatiendo la Ilustración. Esa derrota se nos nota. Seguimos sin Ilustración, tenemos uno de los mayores índices de fracaso escolar de Europa y es atroz ver en los programas de Telecinco a algunos jóvenes haciendo alarde de mediocridad y de todo lo que ignoran.
Pérez-Reverte: España perdió dos ocasiones históricas vitales. La primera fue nuestra posición en el Concilio de Trento, donde apostamos por un dios oscuro, reaccionario, siniestro y triste. El otro momento, la Guerra de la Independencia. En vez de atacar el régimen podrido y la monarquía analfabeta de Fernando VII nos pusimos a combatir a los que traían la Ilustración, a los que apostaban por las luces. Eso nos descolgó históricamente de Europa. Si nos hubieran invadido los franceses y hubieran pasado aquí 20 años haciendo una buena purga nos iría mejor. De ahí la certeza de que en España faltó una guillotina.
Sabina: Lo sé, pero no me atrevía a preguntártelo.
Pérez-Reverte: El problema es que aquí la gente cambia de bando con una facilidad pasmosa, por eso la guillotina (simbólicamente, claro) habría sido quizá menos eficaz.
Sabina: A mí, a cuenta de la Ilustración y el fracaso escolar, me emociona mucho la historia de los maestros de la Segunda República, los que estuvieron del lado de la Institución Libre de Enseñanza y las Misiones Pedagógicas. Y cómo en la guerra y la postguerra los franquistas depuraron a casi todos aquellos hombres y mujeres. O los obligaron al exilio. Estos que vienen ahora a cambiar España deberían estudiar esa época. Es maravilloso ir a México, Argentina o Uruguay y que te cuenten con orgullo que a ellos les daba clases fulano de tal, que era un exiliado español que aquí fue despreciado.
Pérez-Reverte: La Guerra Civil fue un ajuste de cuentas salvaje.
Sabina: ¿Y por qué lo primero que hicieron algunos fue quemar conventos y disparar al crucifijo?
Pérez-Reverte: Por incultura. Aunque la Iglesia, con su vocación de dirigir la vida de los demás desde los confesionarios y los púlpitos, tuvo mucha culpa del odio que provocó. De ahí que cuando todo estalló la gente, ofendida, fuera a buscarlos.
Sabina se levanta. Alcanza el ejemplar del Ulises de Joyce. Pide más tequila. Pide más cigarros y los trae Jimena. Pérez-Reverte acaricia la primera edición. 1922. Pasa el dedo por la dedicatoria que Joyce hace a Cyprian Beach, hermano de su editora, Sylvia, ángel de la Generación Perdida y hada de la librería Shakespeare & Company de París. Terminado el viaje de novios por la geografía del libro, regresan a lo suyo entre risotadas. "¿Y tú y yo por qué no nos hemos conocido antes, carajo?", exclama Sabina. Pero alguien dijo Cataluña y se pusieron serios.
Cataluña
Sabina: Me adhiero a la propuesta de mi compañero.
Pérez-Reverte: Bromas aparte, pensemos que la Revolución Francesa hizo una Francia jacobina y con futuro mientras que nosotros nos quedamos anclados en los viejos fueros medievales. Todos esos resabios hacen que ahora estemos pagando el precio de una Historia deformada y no resuelta.
Sabina: Yo, que llevo en mis venas gotas de sangre jacobina, recurriré en este caso a la tradición histórica de la izquierda: ¡Vayamos al internacionalismo! Regresar al aldeanismo identitario no tiene sentido, así que no siento ningún respeto por el asunto catalán.
Cultura
Sabina: En los últimos cuatro años se ha desatado un odio feroz por la cultura alentado por el PP. Lo del incremento del IVA es increíble. Cuando lo cuentas por ahí alucinan. Y que no sepa esta gente que acudir a un teatro, a un estreno de cine o a un concierto les favorece incluso en votos... ¡Si hasta propagaron la idea de que los artistas que llaman "de la ceja" fuimos los que trajimos a Zapatero y dimos un presunto golpe de Estado! Estamos en manos de esos cerriles.
Pérez-Reverte: ¿Sabes que Rajoy no ha pasado por la Real Academia Española en cuatro años de presidente del Gobierno? Mucha foto con el Marca, en bicicleta o con los del deporte, pero ni una visita a la RAE. Este Gobierno ha desarrollado una ofensiva implacable contra la cultura. El desprecio y la agresión ha sido permanente. Sé de algunos a los que les han arruinado la vida.
Sabina: No nos pueden ver... Pero tampoco nos valen aquellas bodeguillas en las que se llevaba a cuatro escritores o artistas aúlicos para contarles chistes y hacer con ellos un flamenquito. Miren a otros países. Miren por ejemplo cómo está Inglaterra celebrando a Shakespeare. ¡Y aquí pasamos de Cervantes! ¿Dónde está el Ministerio de Cultura? Es vergonzoso.
Academia
Pérez-Reverte: Y lo sigo creyendo. Algunos académicos llevamos tiempo con la idea de proponer a Sabina para uno de los sillones vacantes.
Sabina: Eso me da un pudor grande. Tanto que no se lo voy a contar a mis amigos.
Pérez-Reverte: Creo que sería una buena aportación a la RAE porque tus textos y canciones han unido a varias generaciones y definen este país desde muchos frentes. Das música y letra a esa época magnífica que son los años 80 y 90 del siglo XX. Sólo por eso ya tienes méritos.
Sabina: Pues por devolverte el piropo quiero decir que desde que tú entraste en ese caserón subió contigo algo de la calle y un aire muy iconoclasta que la Academia necesitaba. Pero una cosa más quiero decir: cuando le den a Bob Dylan el Premio Nobel, que está al caer, yo pelearé (ahora que te conozco) para que el primero en entrar en la Academia sea mi compadre Joan Manuel Serrat, porque es muy vengativo y si entro yo en vez de él es capaz de pegarme dos tiros. Si me permites la falsa modestia, yo estoy por Serrat.
Literatura
Sabina: Me voy a poner borgeano. A mí lo que me ha salvado son los libros que he leído.
Pérez-Reverte: La lucidez es muy amarga a palo seco, así que los libros ayudan como analgésico. Permiten soportar el dolor de las certezas que uno va teniendo. O alivia las ausencias que uno tiene.
Sabina: Con los libros río a carcajadas o lloro como una peluquera de extrarradio. Me acompañan y me aclaran las cosas que pienso. Con ellos puedes vivir en la antigua Roma, en la antigua Grecia y también en Sarajevo. Además de que es maravilloso discutir con esos escritores que amas pero con los que no estás de acuerdo. A mí me pasa, por ejemplo, con Fernando Savater... Y además de todo eso, me gustan mucho los grandes malos poetas.
En este momento recitan al alimón a Gabriel y Galán, que es un poeta lo suficientemente menor como para no entrar en discusiones. Han alcanzado el punto exacto de ebullición. Lanzan un bello discurso desmarrado sobre los artistas menores y...
Pérez-Reverte: ¿Hay algún poeta que envejezca contigo?
Sabina: César Vallejo y Luis Cernuda. Todos los días recuerdo algunos versos suyos... Oye, por cierto, desde que ando más con escritores que con músicos he observado que los rencores y envidias entre vosotros son infinitos y cainitas...
Pérez-Reverte: Sospecho que tiene que ver con la vanidad. El músico necesita buena voz o mucho talento. Y si se dan las dos cosas, mejor. Pero en literatura cualquiera puede llamarse escritor.
Sabina: En música también, mira mi caso.
Pérez-Reverte: Bueno, tu voz ha sido siempre espantosa pero tu talento está fuera de duda. Tú has sabido hacer de tu falta de voz una marca. En eso me recuerdas a Vila-Matas, que ha hecho de su fracaso como novelista un género literario.
Sabina: Es que tú sabes muy bien que el estilo nace de los límites. Si en El Corte Inglés vendieran la voz de Sinatra habría madrugado por comprarme una... Pero estábamos hablando de los novelistas. Te voy a hacer un encargo, a ver si me lo cumples: corregid esos odios y quereos como hermanos.
Chapo Guzmán
Sabina: Por cierto, tú sabes que, como a ti, también me gusta mucho México. Y quiero hacer, cogiéndomela con papel de fumar, un corrido del Chapo Guzmán a la manera de los Tigres del Norte. Tú reflejaste muy bien ese mundo en La reina del sur. ¡Y conociste Kate del Castillo! Cuéntame cosas de ella. Cuéntame.
Pérez-Reverte: Me sorprende, con lo mexicano que eres de corazón, que no hayas hecho todavía un corrido... La historia del Chapo tiene fuerza. Y sí, conocí a Kate del Castillo. Sospecho que asumió tanto el personaje de La reina del sur que le quedó una curiosidad personal muy intensa por el mundo del narco. Eso hizo que la relación con el Chapo pudiese ser. Pero creo que fue un error. Hay una suerte de abducción de ese mundo y de esas figuras. Yo lo entiendo, porque desde fuera desprende una cierta fascinación. Aunque ese mundo de códigos fuertes que algún día fue real ya no existe desde que cazaron a los grandes jefes y empezó a subir toda la basura intermedia: asesinos y sicarios, tipos codiciosos y sin escrúpulo alguno.
Sabina: Pues me tienes que ayudar con esa canción. Tengo ganas de contar México a través del Chapo, pero no quiero que me peguen dos tiros.
La edad
Sabina: Con la edad me hago menos cínico. Las cosas me afectan más. Estoy más desengañado. Más pesimista. Tengo dos hijas y soy consciente de que pertenecen a una generación que por primera vez va a vivir peor que sus padres, con peores escuelas, peores hospitales y menos esperanzas de trabajo. Hasta que tuve hijas me importaba un carajo la capa de ozono o el aumento de los mares. Y ahora, ya ves, todo eso me importa.
Pérez-Reverte: Por ahí te pilla la vida. La cornada viene cuando tienes hijos, porque te hacen vulnerable. Cuando nació mi hija comencé a encontrar su cara reflejada en las de los críos que veía en las guerras, a preocuparme por el futuro y esas cosas. Si no tuviera una hija saldría por las mañanas al balcón a reírme de todo y a escupir a uno de cada 10 que pasaran por la acera...
Sabina: ¿A uno de cada 10? Te quedas corto...
Pérez-Reverte: Quise ser correcto... Pero es que yo no había tenido miedo nunca hasta que vi a mi hija en su cuna y empecé a temer a la enfermedad, a la muerte, al futuro... Una cosa que quería preguntarte, según la edad va quitándote cosas, ¿qué es lo que más desprecias? Yo, la estupidez. Más incluso que la maldad.
Sabina: Pues mira, no soporto el sectarismo ni a los que están seguros de todo. Y también desprecio con toda mi alma la autoestima. Está haciendo un gran daño. A esos que van por ahí diciendo: "Tú tienes que ser tú" o "Yo soy como soy". De esa gente hay que huir.
Pérez-Reverte: El problema de todo eso está en la educación. Nuestra derrota es el déficit educacional. Que en España no haya un gran pacto educativo es letal. Aquí confundimos educación con adoctrinamiento. La gran enfermedad española, además del rencor y la vileza, es la incapacidad de crear una generación educativamente firme.
P.- Sois los dos muy españoles, sobre todo discutiendo.
Sabina: Este más, que en su literatura refleja el ADN de ser español. El rencor y el odio españolísimo está, de un modo u otro, en todos sus libros. Quizá por eso es el tío que mejor se cabrea de España.
Pérez-Reverte: Es que tenemos la mejor lengua para combatir, para pelear dialécticamente. La más abierta, la más rica y la más libre.
Sabina: Esa libertad que le deseo al lenguaje no llega sin embargo a los tuits de Zapata. ¿No tenían a gente mejor y más preparada para poner de concejales en Madrid?
Pérez-Reverte: La imagen que hemos dado de Madrid es patética. ¡Pero que esto es Madrid, carajo! La potencia cultural y de vida que tiene esta ciudad es increíble, pero tenemos a un puñado de chapuceros al frente del barco.
Sabina: Totalmente... Oye, y una cosa antes de que nos vayamos: ¿Por qué no nos hemos conocido tú y yo 20 años antes?
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