La leí hoy, en el muro del Face de mi prima (un besazo, Teresita). Es una carta, escrita por una enfermera americana de la Unidad de Cuidados Intensivos. Aunque, para mi gusto, se centra demasiado en lo más duro de su trabajo (que también, supongo, es enormemente gratificante), me pareció interesante como reflexión. Así que indagué
Brie Gowen |
Sé que una enfermera española, Ana de Pablo (@anadeph), y de quien la ha copiado mi prima, le ha pedido permiso a Brie para publicarla en la web traduciéndola a su manera (según ella misma dice), pero siendo fiel al texto. Yo no le he pedido permiso a la autora estadounidense ni a la traductora española para publicarla, pero supongo que me lo darían. ¡¡¡¿Con lo majete que soy yo?!!! ¡¡¡¿Y con lo extraordinarias que deben ser ellas?!!! Vamos, seguro.
Si queréis leer el original en inglés, lo tenéis aquí.
CARTA
Querido (y desencantado) familiar de mi paciente de UCI:
Así que entraste y resulta que me encontraste cantando una canción mientras colgaba aquella medicación intravenosa, ¿eh? Te quedaste un poco desconcertado y pensaste: “¿Es aquella canción de Sonrisas y Lágrimas? ¡¡¿Cómo puede estar tan contenta viendo a mi padre con un tubo en la garganta?!!”
Pues sí, es Sonrisas y lágrimas. Después de todo, “these are a few of my favorite things”.
Pero ahora en serio, no estoy cantando por gusto. Lo que no sabes es que canto para controlar mis nervios, para mantener la calma. Tu madre estuvo a punto de morir antes de que entraras. Y estoy preocupada por ella, pero no quiero que me lo notes en la cara. No quiero que te preocupes. Es mi trabajo. Sólo quiero que le demuestres tu cariño.
Sé que nos escuchaste reír y contar un chiste. Y que no lo encuentras nada divertido mientras tu madre siga confinada en esa cama, atada a todos esos monitores.
Lo entiendo. De verdad. Espero que puedas comprender que mientras tú estabas ahí fuera sin saber lo que estaba pasando, hablando nerviosamente con otros familiares de pacientes, nosotros salvamos a la joven de la habitación de al lado. No podía respirar. Ahora ya puede. Pensamos que no conseguiríamos intubarla a tiempo, pero sí.También reanimamos al hombre de la habitación de enfrente. Le desfibrilamos muchas veces, y yo incluso le rompí alguna costilla. Justo cuando nos temíamos que no lo recuperaríamos, lo hicimos.
El paciente de la habitación contigua no tuvo tanta suerte. Lo intentamos; recé por él, pero se fue de todos modos. Abracé a su hija y la dejé llorar en mi hombro durante 20 minutos.
Algunas veces necesitamos reír. Es lo único que sabemos hacer. Tememos que, si empezáramos a llorar, no fuésemos capaces de parar.
Lo siento de veras si te parecí cortante cuando entraste a la hora de la visita. Sé que pensaste que estaba siendo maleducada, y que al salir te quejaste de mí diciendo: “¡debía estar deseando irse a descansar un rato, en vez de tomarse el tiempo de hablar conmigo y explicarme cómo está mi madre!”
No. No me tomaré hoy ningún descanso. Y no pretendía ser maleducada. Estaba concentrada en los cambios que acababa de ver en el electrocardiograma de tu madre. Pensaba en qué más podría hacer cuando su tensión se hundiera de nuevo. Porque ya le estamos administrando la dosis máxima de esos fármacos que ves ahí colgados. Sé que aún no estás preparado para decir adiós. Y yo no estoy preparada para rendirme. Eso me distrae a veces y me hace ser menos comunicativa.Quiero que sepas que cuando veo a tu madre en esa situación, comparto tu dolor. Pienso en mi propia madre, que ya murió. Cuando veo su enfermedad reflejada en la de tu madre, tan parecidas, es como volver a abrir mi herida. No dejo que lo notes, pero me trago mis propias lágrimas mientras tú lloras.
Y a ti, querida madre, decirte que, mientras tú tratas de mantener la serenidad ante tu hijo inconsciente, yo tengo que esforzarme para no llorar contigo. Tu dolor me pone delante la fragilidad de los niños. Y a mí, como madre, no me gusta. Sudaría sangre para luchar por la vida de tu pequeño, de la edad que sea. Sé que podría ser mi propio hijo.
Querido amigo, siento haber tenido que irme mientras llorabas ante tu esposa enferma. Siento no poder ser más fuerte para ayudarte. Por un momento me puse en tu lugar. Imaginé a mi esposo en esa situación, y me entristecí. Entonces regresé para seguir luchando por ella. Solo quería que lo supieras.
Mi canto, mis chistes, mi comportamiento alegre, podrían hacerte pensar que soy indiferente. Mi aire distraído o mi expresión firme, que no me preocupo.
Pero lo hago.
Lo que no ves es que, cuando vuelvo a casa después de terminar una larga jornada, en ocasiones aparco el coche y lloro. Todo el estrés de luchar por ellos, todas las penas acumuladas, todas las emociones finalmente me atrapan. Entonces no canto ni río ..... Lloro.
Luego me seco los ojos, respiro hondo y entro. Y abrazo a mis pequeños y a mi marido un poco más fuerte. Después me voy a la cama temprano para poder volver por la mañana, fresca para luchar por ellos de nuevo, un día más.
Solo quería que lo supieras.
Cordialmente,
Tu enfermera de la UCI
Aprovecho para decir (ésto ya es mio) ....
... que es una sensación muy rara cuando "vives" una vida de familiar de paciente en la UCI (o en Cuidados Paliativos). Parece que estás a su lado igual que si estuvieses esperando el autobús. Con alguien al que quieres profundamente, que no te dice nada, que ni siquiera respira por si mismo, pero que quisieras que cogiera el mismo autobús que tú. Para seguir tu vida con el/ella. Todo lo que sucede a tu alrededor te cabrea, enfermeras riéndose, médicos comentando que van a hacer cuando acaba el turno. ¿No ves que mi familiar esta aquí? ¿Cómo puedes reírte?, ¿Cómo puedes decir que te vas a las rebajas?. Es frustrante, incluso estas cabreado con los familiares de otros pacientes por hacer ruido o simplemente por caminar hacia su ser querido.
En esta situación sólo quieres oír una cosa: “Su familiar está mejor y todo va bien”.
Quiero desde aquí agradecer a todos los servicios sanitarios que atendieron a mi padre (también a Fer, el marido de mi prima) en el Hospital de Pto. Real y en el Hospital de San Rafael, en Cádiz, las
muuuuakis |
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