- DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS -
No esperes nada especial de mí, y no te decepcionaré. Ése parece ser el secreto de la felicidad: en general, no equivocarte al elevar tus propias expectativas.

Al adentrarte en este blog, tan sólo advertirte que (suelo, prefiero y) me gusta pensar y opinar por mi mismo; lo que a veces no recuerdo muy bien es en qué orden se debe realizar ese proceso. Y claro, ...así me va. Aunque últimamente y con los años, procuro "controlar" cierto orden en todo esto, la verdad es que no siempre lo consigo. Unas veces pienso lo que digo y otras, digo lo que pienso. Discúlpame en estos últimos casos; ten presente que yo procuraré hacer lo mismo contigo.

Una cosa más: como supongo que sabréis por vuestra propia experiencia, inexorablemente llega una hora de la madrugada en la que, como en esos antros habitados por gente "impresentable", hay que irse del "chinguirito" o del pub .... Eso, o quedarse, pero siempre teniendo en cuenta las especiales circunstancias que empiezan a concurrir. Es cuando ya no distingues un gintónic de un Dyc con cocacola ni por la luz ni por el sabor. Es cuando quienes parecían, en principio, poco agraciad@s físicamente empiezan a tener visibles virtudes. Algo así como si los dioses te soltaran una indirecta: "venga chaval, que ya está bien ...".

Bueno, pues algunas veces tengo la sensación de que la creación de este peculiar blog es fruto de esos momentos de "chinguirito". Quizás por eso, la mayor parte de lo que encuentres en este peculiar lugar para la reflexión introspectiva es absolutamente arbitrario y accidental, con ese sano espíritu que unicamente suele emanar de los lujos de la Realísima Gana. Por lo tanto, se evidencia que aquí no hallarás razones para la ecuanimidad, para el estricto rigor o para la exactitud ni, me temo que mucho menos, demasiados motivos para el provecho personal.

Si ya decidiste quedarte en este garito un instante más, (que sepas que te lo agradezco pero) ten en cuenta todo lo anterior para no llamarte a engaños. Recuerda que: para lo edificante, ya están las constructoras; para las doctrinas, los salvadores de patrias; para el pensamiento único, las dictaduras; y para las risas, los monólogos de comediantes. Aquí sólo encontrarás ideas, equivocadas o no, mostradas con seriedad o con la "guasa" que me proporcionó mi cigüeña, derivadas de un mayor o menor grado de desnudez implícita; pero eso sí, salidas casi siempre del corazón, con pretensiones honestas y, las veces que se pueda,
bienintencionadas, respetuosas y nada dadas al puro adoctrinamiento.


no obstante, publico alguna otra cosa ¡¡¡ aunque sólo sea por puro equilibrio emocional !!!

martes, 13 de noviembre de 2012

Blas de Lezo - El hombre que defendió un Imperio



En el año 2005, Inglaterra celebró en Portsmouth la conmemoración del 200 aniversario de la victoria sobre la flota Española y Francesa, de la Batalla de Trafalgar,  ocurrida en el año 1805.  España, para dichos evento, envió a su portaaviones y a la fragata Blas de Lezo.

Fragata F103 Blas de Lezo


Imagino que a los ingleses, al saber el nombre de la fragata clase F-100 que enviábamos, no les haría mucha gracia. Ellos pretendían celebrar una de sus mas famosas gestas y la Armada Española, con fina ironía, les había enviado un (mal) recuerdo de su Historia: una fragata cuyo nombre trata de homenajear al marino español que les había aguado la fiesta en el año 1741 y siguientes, desastre del que no se recuperaron hasta un siglo después.

¿Pero quién fue D. Blas de Lezo y Olavarrieta?. Pues, aunque muchos no lo saben y no precisamente por su culpa, el soldado español que nunca se rindió, manco, tuerto y cojo, que después de sus 22 batallas, numerosas expediciones e innumerables salva guardas de contrabandistas y piratas ....., a sus 52 años, antepuso su vida, para salvar la integridad del Imperio.
Su nombre fue borrado de la historia de Inglaterra, por orden de su Rey Jorge II. Para los marinos de la segunda  mitad del Siglo XVIII, sobre todo ingleses y holandeses, ese nombre suponía mala suerte y no se le podía mencionar. Algunos lo consideraban el diablo en persona y, si llegaban a algún lugar donde había estado, se santiguaban.


Antecedentes de su gloria y de su mayor hazaña

En la época en la que se desarrolla la epopeya que protagonizó y que paso a relatar, a mediados del siglo XVIII, constituía para los británicos una prioridad el hecho de disponer de plazas fuertes en tierra firme en el Golfo de México. Al  Mar Caribe y sus costas querían convertirlas en británicas, dado que ya disponían de algunas islas, siendo Jamaica la principal de ellas. El poder español a escala europea llevaba 70 años en claro declive, por lo que Inglaterra no estaba dispuesta a seguir aceptando unas condiciones enormemente desventajosas para ellos en lo que al comercio americano se refería. A pesar de aquella legalidad internacional establecida como resultado de guerras pasadas y tratados, el contrabando por parte de mercantes ingleses era constante. Y no era la primera vez que militares británicos intentaban poner pie en la costa, atacando ciudades o puertos españoles poco protegidos, algunas veces con éxito momentáneo. Pero el caso es que, al final, los territorios siempre eran reconquistados y arrancados de nuevo de la órbita británica.


 
Dentro de este panorama, los problemas derivados del contrabando y los azares de las patentes de corso en el Mar Caribe afectaban por igual a ambas potencias, España e Inglaterra, aunque con ventaja española. Hasta septiembre de 1741, los ingleses reconocen haber capturado 231 buques españoles frente a los 331 británicos capturados por los españoles. Por otro lado, en España se habla de 25 frente a 186. A pesar de la gran discordancia de cifras, lo que no parece que se discuta es que, en ambos recuentos, se reconoce notable ventaja a favor de los españoles.

Y precisamente, fue uno de los muchos problemas de contrabando, ocurrido en 1738 frente a las costas de Florida, el utilizado por Gran Bretaña como pretexto para tratar una vez más de arrebatar a España sus posesiones americanas. El incidente que traería tan terribles consecuencias se produjo cuando el guardacostas español "La Isabela", al mando del capitán Juan de León Fandiño, interceptó al "Rebbeca" y apresó a su capitán, el contrabandista británico Robert Jenkins. Y en castigo, y se supone que fruto del calor del momento, tuvo a bien cortarle una oreja al tiempo que le decía mientras le liberaba: «Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve». A pesar de que el castigo fue moderado (conservó su vida y su libertad) teniendo en cuenta cómo se las gastaban en aquella época nuestros ancestros, Jenkins hizo caso de la recomendación. Recogió su oreja, la metió en un frasco de alcohol y regresó a Inglaterra con ella.

En octubre de 1739, tras conocerse el incidente, y haber mostrado Jenkins el tarro con la oreja en el Parlamento británico, se consideró que la frase de Fandiño era una ofensa al mismísimo rey Jorge II. Este suceso enardeció a la opinión pública inglesa y dio lugar a que su Gobierno, presidido por su Primer Ministro Mr. Walpole, declarara la guerra a España presionado por comerciantes de la City que apetecían la conquista de nuevos mercados; es decir, por arte de birlibirloque, se había producido una nueva escusa y una nueva ocasión para tratar de conseguir el ansiado predominio de los mares y la posesión de los ingentes recursos naturales que el Virreinato de Nueva Granada atesoraba. Por ello, este conflicto bélico también es conocido en Inglaterra con el nombre de «guerra de la Oreja de Jenkins».


Rey británico
Jorge II de Inglaterra
Los ingleses, después de declarar la oportuna Guerra a España (recordemos que para el protocolo siempre han sido muy suyos), formaron la flota naval más grande  de la historia que ha surcado los mares. Tanto, que doblaba en número a la que formara nuestro Felipe II en 1588, la poderosa Armada Invencible. Se nombró como  Jefe de la flota a Edward Vernon, y se le encargó el mayor desembarco  que ha conocido el mundo hasta que no llegó el año 1945 y, en la segunda Guerra Mundial, se produjo el de Normandia.

El Rey jorge II dio una única y contundente orden a su Almirante: «Conquista toda América y acaba con el Imperio Español».



Principio de las hostilidades

El gobernador de Jamaica, Edward Trelawny, era de la opinión que se debía atacar Cartagena de Indias, pero Vernon desestimó esta opción hasta no contar con un contingente de tropas más numeroso. El almirante Vernon, que había llegado a Jamaica el 20 de octubre de 1739, ya tenía tomada la decisión de atacar Portobelo, en el istmo de Panamá. Hizo los preparativos para la expedición y zarpó de Port Royal el 15 de noviembre con seis navíos (Hampton Court, Burford, Worcester, Princess Louisa, Strafford y Norwich), y 2.735 hombres, mientras destacó a la fragata Sheerness a Cartagena para informar de los movimientos españoles, especialmente si se enviaban refuerzos. Ordenó que les siguieran, en cuanto estuvieran listos, los navíos Windson, Diamond y la fragata Anglesea. Finalmente estos buques no participaron en la campaña porque, al llegar a Portobelo, ya habían finalizado las operaciones. La plaza española estaba defendida por tan sólo 700 hombres, por lo que el éxito de Vernon fue absoluto. 


Plano británico del ataque a Portobelo. A lo largo de la historia los británicos han inflado sus victorias sin ningún tipo de pudor. Esta de Portobelo es quizás una de las más llamativas.

La tarde del 20 de noviembre se presentó la escuadra británica ante Portobelo. Navegando en línea de fila entraron en la bahía y comenzó el bombardeo a corta distancia del castillo de Todofierro, que era el que se encontraba a la entrada del puerto recibiendo los buques un fuego intenso desde el fuerte. Esta situacion se mantuvo hasta que los defensores cedieron ante los disparos que les hacían desde los barcos ingleses, momento en que desde los botes desembarcaron las tropas al mando del teniente Broderick y tomaron el fuerte. 


La captura de Portobelo, pintado por Samuel Scott en 1740. National Maritime Museum, Londres. En esta panorámica destaca el navío de Vernon, el Burford, disparando al Castillo de Todofierro.
 
Los vientos contrarios impidieron a Vernon adentrarse al interior de la bahía donde se encontraban otros dos fuertes, el Gloria y el  San Jerónimo. Al día siguiente, Vernon se dispuso al ataque. Poco antes, el gobernador don Francisco Javier Martínez de la Vega Retez, pidió la capitulación, rindiendo la plaza a los británicos, que consiguieron un botín de 10.000 pesos, 40 cañones de bronce, dos de campaña, cuatro morteros y 18 pedreros. Las bajas británicas fueron de tres muertos y seis heridos. Según los términos de la capitulación, la ciudad no sería saqueada. Tampoco fue molestada la población, tratando de atestiguar con ello que la propaganda española se equivocaba al mostrar a los británicos como piratas y saqueadores.

Mientras todo esto ocurría, las fuerzas del comodoro Anson, con el navío Septentrión y seis buques menores acosaban las colonias del Pacífico Sur, como maniobra de distracción, pero sin producir daños apreciables. Como fin último, Anson tenía la misión de apoyar desde la costa del Pacífico una futura operación militar en el istmo de Panamá que tendría como objetivo cortar las comunicaciones terrestres entre el Virreinato de Nueva Granada y el de Nueva España, para iniciar acto seguido la conquista británica de Nueva Granada. Pero Anson, fue perseguido por la escuadra de José Pizarro, cuando intentaba pasar al Pacífico. Uno de ellos, el Wager se estrelló en las costas de Chile. Dos dieron media vuelta y regresaron a Inglaterra. Tres de ellos consiguieron pasar al Pacífico: El Septentrión, con la insignia del propio Anson, el Gloucester y el Triall. Al final, y sin mucho acierto en la tarea global, tan sólo el Septentrión consiguió regresar a Inglaterra.


Edward Vernon
Según este relato, tomado de fuentes británicas, la captura de Portobelo viene a demostrar, como no podia ser de otra manera, la osadía, valentía y caballerosidad de Vernon y sus hombres. Y también, y de forma complementaria, la presunta cobardía de los españoles. Bien, ...vale. Pero, ¿realmente ocurrió así?. Para contar la verdad de lo ocurrido hay que empezar por el estado de defensa de la plaza.

Siendo la ciudad de vital importancia para el comercio indiano, en tiempos de Felipe II se levantaron las tres fortalezas. Por desidia e ineptitud de muchos de los gobernadores que tuvo fue ocupada en varias ocasiones en el siglo anterior (por Morgan en 1668 y por Pointis en 1697). En 1739 la situación no era para nada mejor. El gobernador de la plaza, don Bernardo Gutiérrez Bocanegra, se encontraba en Panamá respondiendo en juicio a unos delitos cometidos, siendo el gobernador interino don Francisco J. de la Vega Retez, un anciano inepto que no había adoptado ninguna medida de defensa a pesar de las muchas pruebas y avisos sobre el posible ataque británico. Las tres fortalezas contaban con un buen número de cañones, aunque la mayoría estaban desmontados de sus cureñas. El castillo Todofierro contaba con 32 cañones, pero sólo nueve estaban montados. Dos de ellos se desmontaron al primer disparo, otros tres quedaron fuera de servicio con la primera andanada británica a la una del mediodía. De los dos buques guardacostas que se encontraban en la plaza se desmontó la artillería y la metieron en los fuertes. Don Juan Francisco Garganta, teniente de navío y comandante de los guardacostas, entró en este primer castillo con 90 marineros y 54 soldados de infantería de Marina para manejar los pocos cañones. 


 La captura de Portobelo, pintado por George Chambers, senior en 1838. National Maritime Museum, London, Greenwich Hospital Collection. En esta pintura realizada en la época del Romanticismo podemos observar una interpretación del ataque al Castillo de Todofierro. El navío en primer plano a la izquierda es el Burford, navío de 70 cañones insignia de Vernon. Ojo al detalle anacrónico de la bandera de la Unión Jack, usada a partir de 1801. El siguiente navío es el Strafford, de 60 cañones y el Worcester del mismo porte. Al fondo se distingue al Hampton Court, de 70 cañones del Comodoro Brown.

Con estos pocos medios duró el combate hasta las cuatro y media. El castillo estaba casi arrasado y sólo quedaban once hombres de los guardacostas, pues muchos habían caído y otros desertado. Con el desembarco británico, los once soldados dispararon matando a cuatro e hiriendo a otros tres atacantes. Ya no hubo combate relevante pues faltaban fusiles y la pólvora. 

Desde el castillo de Gloria se estuvo disparando a la escuadra británica, pero se encontraba fuera de su alcance, gastando pólvora inútilmente ante las risas del enemigo. Esa noche hubo un consejo donde la mayoría de los ciudadanos de Portobelo optó por combatir hasta el extremo, pero el pusilánime gobernador, por iniciativa propia, izó una bandera blanca para entregar la plaza. Otros siguieron su cobardía como el capitán don Sebastián Vázquez Meléndez, que huyó al monte con sus hombres. Los 600 defensores del castillo hubieran hecho pagar cara la osadía de Vernon a poco que se lo hubiera propuesto el gobernador. El castillo de San Jerónimo no hizo disparo alguno al tener todos sus cañones desmontados. El gobernador, después de la rendición, huyó al monte, abandonando a su suerte a la ciudad. Los hombres de Vernon demolieron los castillos hasta sus cimientos y saquearon la ciudad durante varias semanas en busca de un botín que nunca encontraron, lanzando al mar los cañones de hierro y destruyendo lo que no era de valor para ellos. Los 10.000 pesos que se llevaron pertenecían a las pagas de la guarnición. Pero Vernon tuvo mucho cuidado en no molestar a la población civil y ordenó que sus haciendas fueran respetadas. Sabía, o eso creía al menos, que los británicos ganarían la guerra y sustituirían a los españoles en el comercio del lugar.


En una carta fechada en Portobelo el 27 de noviembre de 1739, Vernon comenta a De Lezo que ha dado un excelente trato a los prisioneros a pesar de que no lo merecían. De Lezo le responde en carta fechada el 24 de diciembre del mismo año a bordo del "Conquistador" en un tono seco, arrogante y desafiante, y se despide de él no sin antes espetarle:

«Puedo asegurarle a Vuestra Excelencia que, si hubiera estado yo en Portobelo, no hubiera su Merced insultado impunemente las plazas del Rey mi Señor. Se lo habría impedido, y si las cosas hubieran ido a mi satisfacción, habría ido también a buscarlo a cualquier otra parte, porque el ánimo que faltó a los de Portobelo me hubiera sobrado a mí para contener su cobardía» 

Está claro que don Blas era mucho don Blas, y que como después le demostraría al engreído Vernon, era de armas tomar. ¡Qué manera más admirable de nuestro bravo marino de llamarle la atención al inglés en un escueto párrafo!.

En marzo de 1740 llegó a Inglaterra el capitán Rentone en la fragata "Triumph", que era la española "Triunfo" capturada, con las noticias de la toma de Portobelo. La noticia de la victoria de Vernon hizo correr ríos de tinta, y la alegría y el alborozo duró varios meses. En honor a esta victoria todavía hoy existe una calle en Londres que la recuerda, Portobello Road. 

¿Merecía tanto júbilo la victoria conseguida?. El botín obtenido, desde luego, no parece que mereciera el gasto de tanto armamento. Además de la artillería capturada, de dos buques guardacostas y una balandra, sólo obtuvieron unos miles de pesos, puesto que el resto del dinero que había en la plaza había sido puesto a buen recaudo. El Almirantazgo británico y Vernon sabían que en Portobelo se había celebrado la feria en 1738. Como en todas las ferias, desde Perú se enviaban los caudales a Panama con la escolta de la Armada del Mar del Sur, y de allí a Portobelo. Estos caudales, unos doce millones de pesos, no fueron llevados a Portobelo a causa de las tensiones con el gobierno británico y el temor a ser capturados en un ataque. Varios meses después, esos caudales regresarían a Perú. Si realmente éste era el objetivo primordial de los británicos, fracasaron en su objetivo. No hubo una ocupación posterior de la plaza por la que se obtuviera algún resultado económico, no hubo avance hacia el interior para cortar las comunicaciones españolas con América del sur. El resultado fue la destrucción de tres castillos y captura de material de guerra, nada más. Es decir, y en el argot popular, fue joder por joder.

El almirante Vernon, como político y miembro del Parlamento, jugó sus cartas muy hábilmente. Conocía la debilidad de Portobelo pues los factores de la Compañía del Mar del Sur ya le habían informado y por eso fue a atacar la plaza, sabiendo que era una empresa fácil y de poco riesgo, convirtiendo la captura de esta ciudad, importante sin duda y conocida en todo el mundo, en una gloriosa victoria. Partidario de la guerra y enemigo acérrimo de Robert Walpole, quiso demostrar a la opinión pública que la guerra estaba justificada y que era fácil ganarla, pero no sólo eso, sino que él era el nuevo héroe de la nación, llegando a ser considerado como un nuevo Drake. Su arrogancia le saldría muy cara en el proximo episodio militar en el que se empeñó, el de la toma de Cartagena de Indias. A finales de diciembre de 1739 zarpa la escuadra de Portobelo para regresar a Port Royal, dejando al "Diamond" de patrulla en la costa de Cartagena de Indias.


Operaciones previas al ataque definitivo a Cartagena de Indias

Su siguiente objetivo era Cartagena de Indias. Habían llegado a Jamaica varios buques de guerra, entre ellos dos brulotes y dos bombardas, muy aptos para este tipo de ataque, que habían zarpado a primeros de noviembre de Portsmouth con el navío "Greenwich" y un importante gran convoy de buques mercantes.

El almirante británico tenía la necesidad de conocer las defensas con que contaba Cartagena de Indias y en que situación se encontraban. Antes de zarpar rumbo a Portobelo había ideado una treta. A finales de octubre de 1739 envió a su primer teniente Percival en el buque "Fraternity" con dos caballeros españoles a bordo, factores ambos de la britanica Compañía de Mar del Sur. Debían enviar dos cartas, una a don Blas de Lezo y otra al que en aquel momento era el gobernador de Cartagena, don Pedro Hidalgo. Este pretexto serviría para introducir al teniente británico en Cartagena de Indias, pero el gobernador prohibió la entrada del buque en el puerto y no se pudo llevar a cabo la estudiada operación.


 

El día 7 de marzo de 1740 zarpa Vernon de Port Royal con seis navíos, dos brulotes, tres bombardas y un paquebote. Cuando el 13 de marzo se presentó a la vista de Cartagena de Indias, envió varios botes para sondear el paso de la escuadra y varios hombres del "Greenwich", con el capitán Charles Windham al frente, desembarcan en la costa para observar las defensas, mientras la escuadra fondea al oeste de la plaza, en Playa Grande. Cinco días después ordena a las bombardas abrir fuego sobre la ciudad. Con ello pretendía provocar a don Blas de Lezo a un enfrentamiento abierto en el mar haciendo salir a sus cinco navíos. Como los cañones de las fortalezas no alcanzaban a la escuadra enemiga, De Lezo ordena desembarcar algunos cañones de su escuadra para formar baterías con las que alcanzaron a los buques británicos. Después de tres días de bombardeo, durante los cuales 350 bombas cayeron en la ciudad, Vernon se retira. Los daños habían sido considerables, destruyendo en parte el colegio de los jesuitas, la catedral y otros edificios.

En opinión del propio Vernon había conseguido su objetivo, que no era otro que el de tantear las defensas de la plaza, considerando también que no tenía una fuerza adecuada para un ataque frontal a Cartagena de Indias. El 21 de marzo tomó rumbo al istmo de Panamá con la mayoría de sus buques, dejando a los navíos "Windsor Castle" y "Greenwich", ambos al mando del capitán Charles Widham, patrullando la costa cercana a Cartagena de Indias. Estos dos buques debían interceptar la llegada a Cartagena de varios buques de guerra españoles. Sin duda debía tratarse de los navíos de la Armada de Barlovento "San Juan Bautista", "Bizarra" y una goleta, los cuales se encontraban en La Habana cuando a primeros de marzo recibe su comandante, don José Antonio de Herrera, órdenes de don Blas de Lezo de unirse a su escuadra. Cerca de Portobelo ancló Vernon para reparar los daños ocasionados en el bombardeo de Cartagena, y reponerse de víveres y agua. El arrogante Vernon escribió al almirante Wager y llegó a decirle que hubiera tomado fácilmente Cartagena si hubiera contado con más buques de guerra y tres mil hombres de desembarco.

Muy cerca de Portobelo se encontraba en la desembocadura del río Chagre la fortaleza de San Lorenzo. La importancia que tenía para los británicos no era otra que ser base de algún guardacostas y puerto de embarque de tesoros. Para destruir la fortaleza defendida por cuatro cañones y 30 soldados al mando del capitán de infantería don Juan Carlos Gutiérrez Cevallos, la escuadra de Vernon se presentó el 22 de marzo con cuatro navíos, tres buques bombarderos, dos brulotes y dos transportes.

A las tres de la tarde comenzó el bombardeo por parte del "Norwich", al mando del capitán Herbert, y de las tres bombardas. Al mando del capitán Charles Knowles son enviados varios botes para tomar al abordaje un navío de 70 cañones y 350 hombres que estaba anclado al amparo de las baterías. Esa noche, el resto de los buques británicos se unieron al bombardeo. Ante semejante castigo se rinde el capitán Cevallos  el 24 de marzo, realizando a partir de entonces las mismas acciones que el Portobelo. Destruyeron el castillo, embarcaron parte de la artillería, capturan las dos balandras guardacostas y seis días después, la escuadra de Vernon se reúne de nuevo en Portobelo.

El 5 de abril, se ordena  a Henry Barnsley que tome el mando de una de las balandras españolas capturadas y zarpe de Portobelo rumbo a Inglaterra, llevando a bordo a Joshua Thomas, contramaestre del "Strafford", encargado de entregar pliegos a la corte britanica relatando la captura de la fortaleza de San Lorenzo, continuando con su política de promoción personal. Pero esta vez no ocurrió lo mismo que con la toma de Portobelo. Aunque de cara al pueblo británico se mostró la captura de este castillo como otra gran hazaña de Vernon, lo políticos más allegados a él, entre los que se encontraban Newcastle, Pulteney y otros, comenzaron a dudar de su buen criterio. Así se lo hizo saber en una carta el Duque de Newcastle, manifestando la opinión del rey Jorge II que estaba malgastando material y hombres en objetivos poco importantes por su nulo resultado en el desarrollo de la guerra.

Mientras los británicos mantenían sus fuerzas repartidas en el Caribe entre Portobelo y Cartagena, se producía en España un hecho que tendría un valor determinante con posterioridad: partían del puerto gallego de Ferrol los navíos, "Galicia" y "San Carlos", transportando al teniente general de los Reales Ejércitos don Sebastián de Eslava y Lazaga, que sustituiría a don Pedro Hidalgo como gobernador de Cartagena de Indias. Tras tener Vernon noticia de esto, envió inmediatamente a cuatro navíos de su flota a interceptar los buques españoles, pero estos consiguieron finalmente burlar la vigilancia británica y entrar en el puerto de Cartagena el 21 de abril de 1740 y desembarcaron allí al nuevo gobernador y varias centenas de valiosísimos soldados veteranos. 
Tras el tanteo al que habían sido sometidas las defensas de Cartagena por parte de las fuerzas británicas en el mes de marzo, Vernon decidió regresar a Cartagena de Indias al mando de trece buques de guerra y una bombarda con intención de tomar la plaza. Para sorpresa del almirante inglés, esta vez De Lezo decidió desplegar los seis navíos con los que contaba de modo tal que la flota británica quedó atrapada entre un campo de tiros cortos y tiros largos. Ante la posición enormemente desventajosa en la que se vieron los británicos, Vernon ordenó la retirada no sin antes haber arrojado unas trescientas bombas sobre la ciudad. Vernon, una vez más, sostuvo que el ataque británico no era más que una maniobra de tanteo, si bien la consecuencia principal de su acción fue poner sobre aviso a los españoles.


La extrema facilidad con que los británicos destruyeron Portobelo (que no recuperaría su importancia portuaria hasta la construcción del Canal de Panamá) y la extraordinaria desemboltura con la que navegaban por el Caribe, condujo a un cambio en los planes británicos. En lugar de concentrar su siguiente ataque sobre La Habana con la intención de conquistar Cuba, como se había previsto, Vernon partiría otra vez hacia Nueva Granada para atacar Cartagena de Indias, puerto principal del Virreinato y punto de partida principal de la Flota de Indias hacia la Península Ibérica.

Vernon, envuelto en un clima de euforia, y azuzado por la opinión pública británica y por las incendiarias proclamas del joven parlamentario William Pitt, decidió dar un golpe decisivo. Y para ello reunió una formidable flota, al obtener un insólito apoyo en material bélico como nunca antes había intentado Inglaterra armar para guerras en América: 8 grandes navíos de tres palos. 28 de línea, 12 fragatas de combate, 130 transportes, algunos brulotes, 9.000 hombres de desembarco, 2.000 negros macheteros de Jamaica, 15.000 marineros y la escuadra angloamericana compuesta por 2.763 marines, comandados por Lawrence Washington, hermano de George, futuro libertador de Estados Unidos.

Las defensas de Cartagena de Indias, por el contrario, no pasaban de 3.000 hombres entre tropa regular, milicianos, 600 indios  flecheros, más la marinería y tropa de desembarco de los 6 únicos navíos de guerra de los que disponía la  ciudad: el Galicia que era la nave capitana, el San Felipe, el San Carlos, el África, el Dragón y el Conquistador. En suma, casi 28.000 hombres de guerra contra una ciudad de alrededor de 20.000 habitantes, torpemente defendidos.


Escuadrón británico navegando. Pintado en 1740 por Francis Swaine. National Maritime Museum, London. El navío representado en primer plano es un 50 cañones.

O sea, recapitulemos: 27.600 hombres y 186 barcos invasores (los malos) contra 3.000 hombres y 6 barcos defensores (los buenos).


El sitio y batalla de Cartagena de Indias


Impresionante maqueta con la disposición táctica de la batalla naval en Cartagena

Es preciso saber que la guerra de Inglaterra contra España fue una típica guerra de rapiña, porque en realidad se trataba de diezmar las defensas españolas, consolidar la presencia británica en el área del Caribe (ya presente en Belice, Costa de Mosquitos, Jaimaca, Caimán, Trinidad, Tobago) y hacer de las Antillas un mar inglés, viejo sueño de la política exterior británica. Castigada "la arrogancia española" sería fácil presa en la mesa de negociaciones.

Acostumbrados los británicos al contrabando, no aceptaban que se les registrara ni en puertos ni en alta mar por los guardacostas españoles. La Convención del Pardo, del 14 de enero de 1739, había aceptado pagarle a los británicos por los daños ocasionados en operaciones de registro a los contrabandistas la cantidad de 95.000 libras esterlinas. Pero Felipe V de España no sólo no pagó lo convenido, sino que consideró menos costoso que los britanicos le declarasen la guerra el 25 de agosto de 1739. Vernon, encargado de la represalia, se desquitó con su ataque a Portobelo. Tal vez eso explique la inusual alegría que el saqueo produjo en la opinión británica y el espíritu revanchista que envalentonó a los súbditos británicos.
 
Estardante  del  Almirante Blas de Lezo

Pero Cartagena de Indias, como ya se ha mencionado, era una ciudad con excelente ubicación y con uno de los puertos mas importantes de América. De allí salían las mayores riquezas que la Corona Española precisaba, por rutas marítimas que terminaban en los puertos españoles de Cartagena, Cádiz y Sevilla.  No era extraño, por tanto, que Vernon intentara dar el golpe definitivo a la Corona Española en esa plaza.
 
La ciudad estaba gobernada por el Virrey Sebastián de Eslava y defendida militarmente por uno de los más geniales  militares que haya dado España, el "Almirante Don Blas de Lezo y Olavarria", marino con amplia experiencia curtido en numerosas batallas navales de la guerra de Sucesión Española en Europa y en varios enfrentamientos con los piratas en el Mar Caribe y, más anteriormente, en Argelia, perdiendo la pierna y el ojo izquierdo en Málaga y Toulon y quedándole lisiada la mano derecha en Barcelona.


D. Blas de Lezo y Olabarrieta

Seguían en la jerarquía el Mariscal de Campo D. Melchor de Navarrete, Gobernador de la ciudad, a cuyo cargo quedó la parte administrativa y el abastecimiento de víveres, y el Coronel D. Carlos Desnaux, Ingeniero militar y Director de obras de fortificación. Aunque con algunas discrepancias de criterio en materia estratégica (ver el Diario de lo ocurrido en Cartagena de Indias desde el 13 de marzo hasta el 21 de mayo de 1741) entre Blas de Lezo y el Virrey, los cuatro hombres trataron de unificar su acción bajo la dirección de Eslava para resistir a pie firme el embate inglés.


Primeras líneas del diario de D. Blas de Lezo, conservado en el Museo Naval


Las fuerzas defensoras españolas conocían las intenciones de Vernon, puesto que un espía español en Jamaica apodado el Paisano dio detalles de la ofensiva armada que se estaba preparando, contra la ciudad, no dando crédito el virrey Eslava por estimarla desmesurada.


La gran flota británica fue avistada el 13 de marzo de 1741 a las nueve de la mañana, lo que puso en vilo a la ciudad. Vernon se presentó ante la ciudad, con tan imponente ejercito que no se divisaba el horizonte. Todo se veía cubierto por velas y barcos. Para el día 15 toda la flota enemiga se había desplegado en plan de cerco. Al comienzo se notó la superioridad británica y fáciles acciones les permitieron adueñarse de los alrededores de la ciudad fortificada. El almirante inglés despliega su flota bloqueando la entrada al puerto y, antes de disponerse a desembarcar, silencia las baterías de las fortalezas de Chamba, San Felipe y Santiago. Luego, ordena desembarcar tropas y artillería.

La situación se ve tan preocupante desde el lado español, que muchos habitantes de  Cartagena huyen de la ciudad. Vernon da la orden de cañonear incesantemente el castillo de San Luis de Bocachica, día y noche, disparando sus naves, 62 cañonazos por hora. El castillo está defendido por 500 hombres al mando del Coronel español  Carlos Desnaux. Blas de Lezo coloca cuatro de sus naves en el interior de la bahía y cerca del castillo para apoyarlo con  sus cañones. La defensa de este castillo fue heroica, luchando De Lezo y Desnaux en primera fila. Pero los españoles, tras 16 días de intensos bombardeos, deciden abandonarlo ante la inmensa superioridad inglesa.



Tras esta fortaleza solo quedaba la Fortaleza de Bocagrande como entrada a la bahía. En Bocachica se destruyeron cuatro barcos para impedir la navegación del estrecho canal y, en Bocagrande, otros dos barcos, en contra de la opinión de Blas de Lezo, el cual pensaba que no serviría para mucho tras lo visto en Bocachica. Ambas operaciones, las cuales hacían que se autodestruyese la totalidad del potencial naval de los españoles, trataban de impedir el acceso a la bahía de los barcos ingleses. El bloqueo del canal de Bocagrande no sirvió para mucho, como había pensado el almirante. De Lezo y sus oficiales optan entonces por replegarse y hacerse fuertes en el castillo de San Felipe de Barajas, no intentando siquiera la defensa del Castillo de Bocagrande. Un regimiento de norteamericanos, al mando de Lawrence Washington, tomó la colina de la Popa, abandonada ya por los españoles y cercana al castillo de San Felipe.

Fue entonces cuando Edward Vernon cometió el tremendo error de dar la victoria por conseguida y mandó un correo a Jamaica comunicando que había conseguido tomar la ciudad. El informe se reenvió más tarde a Londres, donde las celebraciones alcanzaron cotas aún mayores que las realizadas por Portobelo. Cuando la noticia  llegó a la capital británica “se dispararon salvas desde la Torre de Londres, las campanas de las iglesias se echaron a volar y la victoria fue celebrada con iluminación general y fuegos artificiales”. Incluso el Parlamento  mandó acuñar monedas conmemorativas. En algunas se representaba a De Lezo arrodillado (con ambos ojos, brazos y piernas  sanos - se conoce que derrotar a un hombre entero era mas meritorio que derrotar a un "mediohombre") entregando su espada al almirante inglés, y en las que rezaba la siguiente inscripción “el orgullo español  humillado por Vernon”.


Medalla conmemorativa sobre el engaño de Vernon en la toma de Cartagena de Indias

En el Museo Naval de Madrid se encuentra una de las medallas de bronce acuñadas.


Medalla conmemorativa de Vernon sobre la (entonces presunta, ahora cierta) mentira de la entrega de espada de un Blas de Lezo arrodillado.

Vernon entra triunfante en la bahía, con su buque almirante, con las banderas desplegadas y el estandarte de General  en Jefe, escoltado por dos fragatas. Dando la victoria inglesa por hecha, ordena el desembarco de la artillería, que empieza a cañonear sin piedad el castillo de San Felipe al igual que ya se hacía desde las naves inglesas, con el objetivo de ablandar a las fuerzas guarnecidas en la fortaleza.

Orden de combate en la batalla de Cartagena de Indias


Las fuerzas españolas del castillo la formaban 600 hombres. Fue una defensa numantina. Hacía exactamente 35 días que los cañones británicos disparaban sobre los defensores de la ciudad y sus fuertes. Aprovechándose de la oscuridad de la noche, los ingleses deciden rodear la fortaleza y realizar un primer ataque por su retaguardia. Para ello se adentraron en la selva, lo que supuso una odisea para los británicos que contrajeron la malaria y perdieron a cientos de sus hombres. Sin embargo, llegaron a las puertas de la fortaleza y Vernon ordenó atacar con infantería. La entrada a la fortaleza era una estrecha rampa que De Lezo rápidamente mandó taponar con trescientos hombres armados con tan solo armas blancas, y lograron contener el ataque y causar 1500 bajas a los asaltantes.




La moral de los atacantes bajó considerablemente tras esto y por las epidemias que causaban continuas bajas. Vernon se puso muy nervioso en aquel momento ya que la resistencia a ultranza de los españoles superó con creces sus expectativas y ya había enviado la noticia de la victoria a Gran Bretaña. Vernon discutió acaloradamente con sus generales el plan a seguir. Finalmente decidieron construir escalas y sorprender a los defensores. La noche del 19 al 20 de abril,  los ingleses lanzaron el ataque que creían definitivo, dirigidas las fuerzas de infantería inglesas por el General  Woork.

Avanzan tres columnas de granaderos y varias compañías de casacas rojas. En vanguardia iban los esclavos jamaicanos armados con un simple machete. Como indica Marco Gandarillas, «su progresión es lenta por el pesado equipo de guerra que transportan y por el fuego desde las trincheras y lo alto de la fortaleza», además de que estaban expuestos en una gran explanada; no obstante, lograron alcanzar las murallas. Pero Blas de Lezo, previendo este ataque, había ordenado cavar un foso en torno a la muralla, con lo que las escalas se quedaron cortas para superar el foso y la muralla. La incursión inglesa tiene que detenerse ante las mismísimas murallas del castillo ante la imposibilidad de franquearlas. Los atacantes quedan aturdidos, lo que es aprovechado por los españoles para arreciar en su certero fuego desde lo alto, originando enormes bajas en las filas inglesas. 




A la mañana siguiente, el 20 de abril, pudieron verse innumerables cadáveres, heridos y mutilados en los alrededores de la fortaleza, poniéndose de manifiesto la gravísima derrota británica. Los españoles aprovecharon para cargar a bayoneta provocando la huida de los británicos. Los españoles lograrían matar a cientos de ellos y hacerse con los pertrechos que abandonaron los sitiadores tras la huida. 

La cifra total de británicos muertos en los combates en Bocachica, en los navales y del interior de la Bahía, en el asalto a otros fuertes y, sobre todo, en el fatal asalto a San Felipe, posiblemente ya elevaban la cifra a un valor muy considerable, quizás 3.000 o 4.000. Ya había empezado una horrorosa epidemia de cólera que habían traído en sus buques los británicos. Los españoles lo sabían desde hacía unas semanas y se extrañaban al oír hablar de esa enfermedad tan insólita. Ya temían más a los británicos como contagiosos que como combatientes.



Ataque a Cartagena de Indias 1741








Vernon no tuvo más remedio que retirarse a los barcos. Ordenó durante treinta días más un continuo cañoneo, ya que todavía no aceptaban la derrota. Viene un tiempo absurdo de 30 días exactos, en que los británicos permanecen en Cartagena sin objetivos claros. Se podían haber salvado muchos británicos marchándose, o pidiendo ayuda médica y provisiones a los españoles y reconociendo su error. Y en lugar de ello desafían al destino, quedándose para morir en mucha mayor cantidad.

El escorbuto y la malaria estaban diezmando también a los británicos que carecían de provisiones frescas y había guerrillas para no dejarlos abastecerse. Estas guerrillas si provisionaban a la plaza rompiendo el bloqueo, gracias al laberinto de ciénagas, canales, etc... que rodea a Cartagena.

Vernon pone el buque 'Galicia' a disparar sobre edificios de la ciudad. Este buque lo habían capturado a los españoles en la toma de Bocachica al forzar la entrada a la Bahía. El propósito claro era humillar el honor español y vengarse.



Fuerte de San Felipe

Pues bien, los cartageneros fuera de San Felipe de Barajas y dentro de la ciudad amurallada estaban tan felices de las noticias, que se contagiaron de un inusitado entusiasmo marcial, movilizando piezas de artillería. Aniquilaron a los británicos del Galicia y pusieron en llamas el velero. El viento sopló y llevó la nave incendiada hacia otras embarcaciones y material de guerra inglés con grave destrucción, pérdidas y explosiones.

El Castillo de Manzanillo defendido por unos criollos no caía pese a un bombardeo inmisericorde y brutal de muchos grandes veleros de línea. Vernon resolvío que con un ataque de infantería se lo tomarían fácilmente pues estaba casi en ruinas.


Pero los criollos dispararon con artillería cargada de metralla que tenían escondida y mataron 200 británicos en un instante. Esto desmoralizó la tropa de asalto británica y ya nadie quiso exponerse contra ningún baluarte o muralla, por fácil que pareciera.


Los británicos empezaron a caer al suelo súbitamente y morir en poco tiempo sin que les diera ninguna bala. Las guerrillas se envalentonaron por todas partes. El Virrey y De Lezo tenían muchas dificultades en contener a los arrojados y locos que querían hacer salidas galantes, desde el Castillo de San Felipe o desde la ciudad fortificada.


Como militares de gran experiencia en Europa, de gran madurez, sensatez y juicio, sabían que esto no aportaba nada a una victoria que ya era completamente clara. Y su deber era proteger a sus defendidos aún de sí mismos. Además, temían el contagio de enfermedades que tenían los sitiadores.

No se citan otras acciones más costosas en vidas británicas, pues carecen de la espectacularidad del Galicia, de Manzanillo y de las guerrillas. Que además prueban el valor y la contribución de los granadinos no españoles.


Los últimos veleros parten el 20 de Mayo, pero tienen que quemar 5 veleros por falta de tripulación. En el camino a Jamaica hunden otro velero y cada barco es un hospital desgraciado. Este dato de los veleros hundidos por falta de marineros, más otras informaciones acerca de que estaban reclutando marinos a la fuerza entre los norteamericanos indican que los muertos en la contienda no pudieron ser tan pocos como 4,000 o 5,000. La cifra es probablemente más alta.


Refuerzan este punto de vista informaciones fragmentarias y confusas acerca del caos en la flota británica. Se usa a los coloniales como azotadores de la marinería británica que está muy rebelde. Hay mucho odio de los Redcoats hacia los Norteamericanos.

 
Por todo lo acontecido, tras haber fracasado en los sucesivos intentos de la toma de la ciudad y a causa de las grandes bajas en las filas inglesas, la perdida de navíos, la desmoralización de las tropas que incluían el descontento de las mismas y la falta de provisiones,  según relata un diario de campaña de un soldado inglés,  Vernon  decidió retirarse  disparando sus cañones a la ciudad en su retirada. Las últimas naves partieron el 20 de mayo. Tuvieron que incendiar cinco de ellas por falta de tripulación. 

La Royal Navy que parte de Cartagena es un completo caos y un infierno de recelos y odios entre comandantes y nacionalidades. Ingleses, escoceses, irlandeses, norteamericanos, etc ... se culpan aun hoy por la derrota y se acusan de torpes, de inoperantes, de soberbios, de delincuentes, de cobardes, etc... Ahora entendemos que en una sola batalla naval, la de Cartagena, Inglaterra perdió la oportunidad de hacerse en América con un sólido bastión en tierra firme y que aquí, en 1741, languideció el proyecto marítimo largamente acariciado por la "pérfida Albión": enseñorearse en los mares del Nuevo Mundo.

Vernon, en su partida, remitió una carta a
De Lezo: 

«Hemos decidido retirarnos, pero para volver pronto a ésta plaza, tras reforzarnos en Jamaica»

De Lezo, respondió con ironía:

«Para venir a Cartagena, es necesario que el Rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque ésta solo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres".



Consecuencias inmediatas y a medio plazo de la batalla para España e Inglaterra

Los británicos, al final, tuvieron entre 8.000 y 10.000 muertos y unos 7.500 heridos, muchos de los cuales murieron en el trayecto a Jamaica. En Cartagena había sucumbido la flor y nata de la oficialidad imperial británica. Además perdieron 1.500 cañones e innumerables morteros, tiendas y todo tipo de pertrechos. 17 buques de guerra resultaron seriamente dañados, aunque no se perdió ninguno. Esto suponía un serio revés para la flota de guerra británica, que quedó prácticamente desmantelada y tardó mucho en reponerse.

Mientras tanto, en Gran Bretaña se estuvo celebrando la «victoria» sin conocerse aún el desastroso final. Se acuñaron hasta once tipos diferentes de medallas y monedas conmemorativas ensalzando la toma de Cartagena por parte de las fuerzas angloamericanas. Estas llegaron a circular por España para la burla de los españoles.

Vernon al enterarse de la muerte de Blas de Lezo volvió a Cartagena de Indias con 56 navíos, pero desistió ante las  defensas de la ciudad del ataque. Según la información recabada por sus espías, que le habían informado de la reparación de las defensas y de la presencia del Virrey Eslava en la ciudad, decidió no atacar y partió a enfrentarse al juicio de la historia.


Vernon murió en 1757, repudiado y olvidado por su pueblo. Pese a ello, fue enterrado en la abadía de Westmisnter, lugar reservado a los grandes heroes ingleses y en su tumba esta escrita la leyenda:

“He subdued Chagre, and at Carthagena conquered as far as naval forces could carry victory”
"Sometió a Charges, y en Cartagena conquistó hasta donde la fuerza naval pudo llevar la victoria"

El rey Jorge II prohibió toda publicación sobre el asalto a Cartagena, que quedó así sepultado en la historia. Inglaterra no volvió a amenazar seriamente al Imperio español, que subsistió un siglo más. España, en cambio, contribuyó años más tarde al desmoronamiento de las colonias inglesas en América, hecho que también ha tratado de silenciarse (leer "España en la Guerra de Independencia", de Bernardo de Gálvez (1746-1786)).


Los británicos empezaron a preguntarse cuándo volverían los navíos y hombres que faltaban, y se descubrió la verdad, por lo que el rey Jorge II, avergonzado, prohibió a sus cronistas que hicieran mención alguna de tal suceso. Vernon murió en 1757.
En conjunto, la guerra reportó escasos éxitos y muchos problemas a Gran Bretaña, ya que al fracaso de Cartagena de Indias se sumaron varias derrotas cuando los británicos trataron de tomar San Agustín (Florida), La Guaira y Puerto Cabello (Venezuela) y Guantánamo y La Habana (Cuba). No obstante, el contraataque español en la batalla de Bloody Marsh, en Georgia, pudo ser repelido y por ello los combates finalizaron sin cambios fronterizos en América. Por su parte España consiguió mantener sus territorios, y prolongar su supremacía militar en América durante algunas décadas más.

Como resultado de esta batalla España fortaleció el control de su Imperio en América durante 70 años más aproximadamente y con él la prolongación de la rivalidad marítima entre españoles, franceses y británicos hasta comienzos del siglo XIX. El asedio del almirante Edward Vernon a Cartagena en 1741 logró reunir la más grande flota de guerra británica del período colonial y amenazar seriamente la presencia española en el Caribe. De haber vencido en Cartagena, la historia habría dado un vuelco para todos: Gran Bretaña se habría hecho fuerte en la Nueva Granada, y España, en apuros, se habría visto obligada a ceder espacio en América y tal vez en la propia Europa. Por lo mismo, la victoria criollo-española de 1741 aseguró la hegemonía colonial americana de la Corona Española y desalentó, al menos en el Caribe, nuevas incursiones de Inglaterra.

Para el Reino Unido, las consecuencias a medio plazo fueron mucho más graves. Gracias a esta victoria sobre los británicos, España pudo mantener unos territorios y una red de instalaciones militares en el Caribe y el Golfo de México que serían magistralmente utilizados por el teniente coronel Bernardo de Gálvez para jugar un papel determinante en la independencia de las colonias británicas de Norteamérica, durante la llamada guerra de independencia estadounidense, en 1776. La Guerra del Asiento se fundiría más tarde en la Guerra de Sucesión Austríaca, por lo que Gran Bretaña y España no firmaron la paz hasta el Tratado de Aquisgrán, en 1748.

España renovó con los británicos tanto el derecho de asiento (licencia de vender esclavos negros en la América hispana) como el navío de permiso (que permitía el comercio directo de Gran Bretaña con la América española por el volumen de mercancías que pudiese transportar un barco de quinientas toneladas de capacidad, cantidad ampliada a mil toneladas en 1716), cuyo servicio se había interrumpido durante la guerra. Ambos acuerdos comerciales venian siendo desempeñados por la britanica Compañía de los Mares del Sur. Sin embargo, esa restitución duraría apenas dos años, ya que por el Tratado de Madrid (1750), Gran Bretaña renunció a ambos a cambio de una indemnización de 100.000 libras. Estas concesiones, que en 1713 parecían tan ventajosas (y constituyeron unas de las cláusulas del Tratado de Utrecht), se habían tornado prescindibles en 1748. Además, entonces ya parecía claro que la paz con España no duraría demasiado (se rompió de nuevo en 1761, al sumarse los españoles a la Guerra de los Siete Años en apoyo de los franceses), así que su pérdida no resultaba para nada catastrófica.



Blas de Lezo versus (otro héroe, aunque inglés) Nelson




¡¡Que diferente el trato que se le da en Inglaterra a sus mejores hijos frente al que le damos nosotros!!. Me guataria ilustrarlo comparando los honores recibidos por Nelson y los obtenidos por De Lezo.
Murieron dos grandes almirantes. Juzgad por vosotros mismos el reconocimiento que la historia y sus naciones le otorgarían a uno y a otro. A Nelson y Blas de Lezo. Hasta el día de hoy…
 
Nelson
 


El 7 de Noviembre de 1895, el teniente Lapanotiere procedente con nuevas de la mar, desembarca en Falmouth para despertar a Lord Barham, octogenario primer Lord del Almirantazgo. En su badana de cuero transportaba los despachos de Collingwood tras Trafalgar. En los mismos, anunciaba la muerte del almirante Nelson. También que la flota combinada francoespañola acababa de ser derrotada en aguas de Cádiz. Al día siguiente de conocerse la derrota; “Los hombres palidecían al oír la noticia y lloraban sin rebozo en las calles, y cuando los correos iban pasando por los campos, aldeas enteras se quedaban silenciosas y atónitas en su aflicción”. Nelson había muerto e, incidentalmente y aun así, se había ganado una gran batalla.

“En la mañana del miércoles 8 de enero de 1806, la multitud llenaba las márgenes del río por donde pasaría el cadaver de Nelson. En cada lugar asequible desde Greenwich a Whitehall, aguardaban silenciosas muchedumbres para rendir honores al muerto, y a las diez en punto, la larga procesión de dieciocho barcazas, moviéndose al compás del lento batir de los tambores, se apartó lentamente del hospital, el actual Old Royal College de Grenwich, para navegar solemnemente río arriba. Los botes ornados de negro paño, remaban sin interrupción hacia la ciudad, y al pasar la flota funeraria, la multitud guardaba silencio y muchos lloraban.


Ticket de entrada para asistir al funeral de Lord Nelson
En la comitiva iban los capitanes y oficiales de la Marina Real, los heraldos de luto riguroso y los sirvientes personales de Nelson. En la segunda barca. junto a las trompetas, oficiales de armas llevaban la cota, el escudo, la espada, el guantelete y las espuelas del almirante difunto…y por ultimo, iba el ataúd. Cubierto con amplio paño de terciopelo y rodeado por seis tenientes de la Marina real; a su cabeza, el rey de armas, llevando sobre un almohadón otra corona de vizconde; en la proa, la bandera del Reino Unido.


Grabado de la época del funeral de Nelson y su comitiva
Tras la multitudinaria marcha por el río, el jueves, 9 de Enero, el cortejo se dirigió a San Pablo. El ataúd cubierto de terciopelo negro, iba en un carro funebre que se había construido para que se imagesEJB417DJpareciese al Victory, tirado por seis caballos. Sus alrededores estaban ocupados por los marineros del Victory, en formación. Todo había terminado, y al apagarse el rumor del último paso que se alejaba, Nelson quedo al fin en paz. Desde aquel momento, el Nelson hombre se perdió para Inglaterra y nació el Nelson tradición. El Nelson Leyenda“, segun una crónica de la época.



Grabado de la época del funeral de Nelson y su comitiva. Abajo, detalle del carro funerario, construido artesanalmente con la forma del Victory. La nave, en cuya cubierta le vió morir.


Blas de Lezo
 

Marchemos para cambiar de escenario y de tiempos. Atravesamos el gran azul, del grisáceo Támesis a la soleada fortaleza hispana de Cartagena de Indias, para observar unos decenios antes como en aquellos muros pétreos, Blas de Lezo, el héroe español se dejaba el alma para morir un caluroso 7 de septiembre de 1741. Murió en la soledad y en medio de dolores físicos y morales, ya que su compañero de armas en la defensa de la ciudad, Don Sebastian de Eslava, le había inculpado por los desastres del asedio. Todo esto a pesar de la victoria y muy a pesar de ser compañeros en aquellas tierras de los Reyes de España. Una historia muy nuestra. Sobre los detalles de su agonía, la carta que Rodrigo Torres manda al gobernante español, el Marqués de la Ensenada, a bordo de «El glorioso», en el puerto de La Habana, fechada 28 de octubre de 1741, nos da más pistas sobre el asunto: «Del capitán de Fragata D. Daniel Huoni, me participa la muerte del Teniente General D. Blas de Lezo, el día 7 de septiembre por unas calenturas, que en breves días se le declaró tabardillo; y aunque estuvo privado 11 horas volvió en sí, pudo recibir los santos sacramentos y disponer sus cosas; y a los 9 días de haberle dado, se lo llevó Dios».

O sea, que tras la tempestad y en el caso de De Lezo al menos, no vino la calma. Sebastián Eslava, Virrey de Nueva Granada, no olvidó sus continuas desavenencias con el marino vasco y escribió varias veces al Rey pidiendo castigo para De Lezo, cosa que al final logrará hundiéndole social y económicamente. Al Virrey Eslava, en cambio, le fue otorgado el título de "Marqués de la Real Defensa de Cartagena de Indias". 


Felipe V Rey de España, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, Duque de Milán, Soberano de los Países Bajos- Oleo sobre lienzo de Jean Ranc en 1723 (Museo del Prado - Madrid)


 
El marino vasco intenta conservar el prestigió y la fama ganadas durante 40 años de su vida entregados al servicio de Su Majestad Felipe V, escribiendo a sus amigos de la península, remitiendo el Diario de lo acontecido en Cartagena de Indias. Patiño, su gran valedor, intenta mediar ante el rey. Pero éste, bastante trastornado y ya muy envenenado por las informaciones de Eslava, ignorará lo que se alega en su favor.

De Lezo por aquel entonces ya estaba muy enfermo. Unas fuentes  afirman que por las heridas sufridas, y otras, por las enfermedades transmitidas tras la matanza ocurrida semanas antes. Sea como fuere, lo cierto es que el 7 de septiembre de 1741 muere en Cartagena de Indias sin recibir sepultura conocida, dadas las penurias  monetarias y sociales que padeció su mujer por culpa de aquellos rencores. 


Bandera del Imperio Español con la Cruz de Borgoña


Nadie se atrevía a mostrar su cercanía por miedo a las represalias. La situación fue tan cruel que incluso muerto,  fue destituido. Aunque posteriormente se rehabilitó su figura y se le concedió a título póstumo el marquesado de  Ovieco. Así desapareció un almirante leal, valiente y tenaz, brusco pero humilde, pragmático a la par que ingenioso  y con un perfecto dominio del factor psicológico. Uno de los militares más brillantes que ha dado el país, pero a la vez uno de los más olvidados por esta, en ocasiones, ingrata España que le negó su última voluntad,  manifestada antes de morir a su mujer: una placa al píe del castillo de San Felipe de Barajas, con ésta inscripción: “Ante estas murallas fueron humilladas Inglaterra y sus colonias”. 



Al pie de la fortaleza de San Felipe, Cartagena de Indias


A día de hoy, Blas de Lezo es honrado por la Armada Española, recordándole con el mayor honor que puede rendirse a un marino español, siendo costumbre que exista siempre un navío de la Armada bautizado con su nombre. Tambien existe una placa en su honor en el Panteón de Marinos Ilustres en San Fernando (Cádiz), donde reposan héroes de la Real Armada Española, y calles en su nombre en Valencia, Málaga, Las Palmas de Gran Canaria, San Sebastián y Pasajes, su ciudad natal.


El 5 de noviembre de 2009, un grupo de ingenieros industriales de la comunidad de Valencia, junto a autoridades Colombianas y la canciller del Consulado General de España, colocaron una placa con la leyenda "Ante estas murallas  fueron humilladas Inglaterra y sus colonias”, cumpliéndose así la ultima voluntad de tan insigne hombre.

Homenaje a Blas de Lezo

Por todo ello, Blas de Lezo seria enterrado sin honores, en pobres condiciones. En el silencio. Ni habría ni trompetas, ni tambores. Ni heraldos, ni banderas, ni por supuesto comitivas como ocurriría con el de Horatio Nelson y que más arriba he apuntado. Los decenios de servicio a la corona y a la marina quedaban en la nada. Fue tal el olvido al que fue sometido, que ni tan siquiera los documentos que pudieron existir sobre su inhumación, tuvieron la atención merecida que se merece el respeto. Con la atención debida, guardados en tal o cual lugar. La humedad y el abandono también lo barrerían de la historia en su anonimato. Ni menciones en los libros de Historia quedarían para rememorar su nombre. 


Lamentablemente algunos españoles somos así de elásticos con la Historia, en general, y con algunos de nuestros más ilustres héroes, en particular. Conocemos al detalle derrotas como la de Trafalgar, y olvidamos epicos episodios históricos como el ocurrido en Cartagena de Indias en 1741 de la mano de Blas de Lezo (y otros valientes).


D. Blas de Lezo y Olabarrieta
Pintura del Museo Naval (Pº del Prado, 5 - Madrid)

Blas de Lezo y Olvarrieta, apodado "Patapalo" o "Mediohombre" es, sin duda, uno de los mejores marinos que haya tenido jamás la Armada española. Y como buen héroe español, murió solo, olvidado, sin que sus hazañas apenas se conozcan. Si éste almirante no hubiera tenido la "mala suerte" de ser español (vasco, por más señas), habría plazas y monumentos con su nombre. Y el día de su victoria frente a la "pérfida alvión" sería, probablemente, una de las más celebradas por la Hispanidad.

Escudo de España / 1701-1760    

Éstas fueron las palabras de Don Blas de Lezo dirigidas a sus soldados antes del ataque de Vernon al Fuerte de Bocachica en Cartagena de Indias , Marzo 1741:


"Soldados de la España peninsular y soldados de la España americana:
Habéis visto la ferocidad y poder del enemigo; en esta hora amarga del Imperio nos aprestamos para dar la batalla definitiva por Cartagena de Indias y asegurar que el enemigo no pase.
Las llaves de Imperio han sido confiadas a nosotros por el Rey. Habremos de devolverlas sin que las puertas de esta noble ciudad hayan sido violadas por el malvado hereje. El destino del Imperio esta en vuestras manos. Yo, por mi parte, me dispongo a entregarlo todo por la Patria, cuyo destino esta en juego; entregare mi vida, si es necesario, para asegurarme que los enemigos de España no habrán de hollar su suelo, de que la Santa Religión a nosotros confiada por el destino no habrá de sufrir menoscabo mientras me quede un aliento de vida. Yo espero y exijo, y estoy seguro que obtendré, el mismo comportamiento de vuestra parte. No podemos ser inferiores a nuestros antepasados, quienes también dieron la vida por la Religión, por España y por el Rey, ni someternos al escarnio de las generaciones futuras que verían en nosotros los traidores de todo cuanto es noble y sagrado. ¡Morid, entonces para vivir con honra! ¡Vivid, entonces, para morir honrados! ¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva Cristo Jesús!- "

(Fuente: El día que España derroto a Inglaterra, Pablo Victoria. Altera 2005).




He aquí un Valiente, un héroe para no olvidar ......!!!




Bibliografía al respecto:
  •  "Méthode pour étudier la géographie", por Nicolas Lenglet-Dufresnoy, tomo 6 (1741). Traducido por el embajador español en Francia.
  •  "Memorias que podrán servir para la historia de Cartagena", por "un paisano" y publicadas en La Habana.
  •  "Diario de Enrique Forbes, teniente en el regimiento de Bland", publicado por Guillermo Hernández de Alba.
  •  "Noticias de la Provincia de Cartagena de Indias escrita el año 1772", publicado por Guillermo Hernández de Alba.
  •  "El día que España derrotó a Inglaterra", por Pablo Victoria, Ed. Áltera (2005).
  • "Narración de la defensa de Cartagena de Indias contra el ataque de los británicos en 1741", publicado por Cristóbal Bermúdez Plata en Sevilla (1912)
  • "Diario puntual de lo acaecido en la invasión hecha por los británicos a la plaza de Cartagena", tardíamente publicado por Manuel Ezequiel Corrales en 1883
  • "Memorias que podrán servir para la historia de Cartagena", escritas por "un paisano" y publicadas en La Habana
  • "Diario de Enrique Forbes, teniente en el regimiento de Bland", y las "Noticias de la Provincia de Cartagena de Indias escrita el año 1772", ambos hechos públicos por Guillermo Hernández de Alba  
  • "Authentic papers related to the expedition against Carthagena", publicada por Jorge Orlando Melo en su Reportaje de la historia de Colombia (Bogotá, Planeta, 1989).

Enlaces:

Grandes Batallas
Revista Naval
Perezreverte.com
Esacademic
Wikipedia


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