- DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS -
No esperes nada especial de mí, y no te decepcionaré. Ése parece ser el secreto de la felicidad: en general, no equivocarte al elevar tus propias expectativas.

Al adentrarte en este blog, tan sólo advertirte que (suelo, prefiero y) me gusta pensar y opinar por mi mismo; lo que a veces no recuerdo muy bien es en qué orden se debe realizar ese proceso. Y claro, ...así me va. Aunque últimamente y con los años, procuro "controlar" cierto orden en todo esto, la verdad es que no siempre lo consigo. Unas veces pienso lo que digo y otras, digo lo que pienso. Discúlpame en estos últimos casos; ten presente que yo procuraré hacer lo mismo contigo.

Una cosa más: como supongo que sabréis por vuestra propia experiencia, inexorablemente llega una hora de la madrugada en la que, como en esos antros habitados por gente "impresentable", hay que irse del "chinguirito" o del pub .... Eso, o quedarse, pero siempre teniendo en cuenta las especiales circunstancias que empiezan a concurrir. Es cuando ya no distingues un gintónic de un Dyc con cocacola ni por la luz ni por el sabor. Es cuando quienes parecían, en principio, poco agraciad@s físicamente empiezan a tener visibles virtudes. Algo así como si los dioses te soltaran una indirecta: "venga chaval, que ya está bien ...".

Bueno, pues algunas veces tengo la sensación de que la creación de este peculiar blog es fruto de esos momentos de "chinguirito". Quizás por eso, la mayor parte de lo que encuentres en este peculiar lugar para la reflexión introspectiva es absolutamente arbitrario y accidental, con ese sano espíritu que unicamente suele emanar de los lujos de la Realísima Gana. Por lo tanto, se evidencia que aquí no hallarás razones para la ecuanimidad, para el estricto rigor o para la exactitud ni, me temo que mucho menos, demasiados motivos para el provecho personal.

Si ya decidiste quedarte en este garito un instante más, (que sepas que te lo agradezco pero) ten en cuenta todo lo anterior para no llamarte a engaños. Recuerda que: para lo edificante, ya están las constructoras; para las doctrinas, los salvadores de patrias; para el pensamiento único, las dictaduras; y para las risas, los monólogos de comediantes. Aquí sólo encontrarás ideas, equivocadas o no, mostradas con seriedad o con la "guasa" que me proporcionó mi cigüeña, derivadas de un mayor o menor grado de desnudez implícita; pero eso sí, salidas casi siempre del corazón, con pretensiones honestas y, las veces que se pueda,
bienintencionadas, respetuosas y nada dadas al puro adoctrinamiento.


no obstante, publico alguna otra cosa ¡¡¡ aunque sólo sea por puro equilibrio emocional !!!

viernes, 3 de junio de 2016

El descontento de los pdarlings






El habito del descontento nos lleva a sumergirnos en la inútil queja y, más frecuentemente y seguramente mucho peor, a instalarnos en la absurda inmovilidad. El tiempo pasa y nos sorprende la hora sin haber hecho lo que nos corresponde como generación, que no es otra cosa que la de progresar convenientemente como seres humanos. Siiii, humanos, porque somos seres pero también y sobre todo, no lo olvidemos, somos humanos. Es decir, contamos con algo que no tienen el resto de los seres vivos y, entre otras cosas, nos hace superiores: la conciencia, lo que hace que nuestros actos se realicen independientemente de nuestro instinto o, incluso, a pesar de él. Para algo nos debería valer, ya que la tenemos. Pero aun más. Mientras que el simple animal, el que no es humano,


acepta pasivamente lo que le rodea, el hombre puede renunciar a lo que le ofrece la vida y decir no a la realidad. Es el asceta de los seres vivos, libre frente al medio ambiente, y abierto a hacer todo aquello que considere necesario para cambiar lo le brinda el universo, mejorándolo. Por la conciencia y la determinación, el hombre es capaz de analizarse, de ser dueño de si mismo y de construir su propio destino. Y aun así, en determinadas latitudes, notamos como los hechos se suceden y los vemos pasar, como la vaca ve al tren, no teniendo nada provechoso que entregar a quienes nos siguen.

Sin embargo, y que se sepa, la vaca no es humana mientras que nosotros sí. Las discusiones en torno a lo que hacer y cómo hacerlo, aquí y ahora, se tornan dilatadas. Y claro, así estamos, con todo por hacer y casi nada por acabar. Digamos que los arboles, demasiadas de las veces, nos impiden ver el bosque. Pasamos demasiado tiempo a la pata coja y, como es de suponer, ademas de cansado es poco eficiente, porque no se avanza. El descontento, quizá teñido de desilusión, de insatisfacción o de desesperanza, lo que se ha llamado toda la vida "estar hasta los cojones" ¡¡vaya!!, en tiempos anteriores no tan remotos, venía provocando la insurrección, la insumisión al
status quo, y el alzamiento contra de lo que se considera injusto o, por lo menos, contra lo ilegitimo. ¡¡¡Y a veces, hasta llegaba a surgir la revolución!!! Pero, ¿y ahora?.

¿Qué ha pasado? ¿Tengo yo sólo esa impresión, o somos ya varios los "iluminados" que vemos lo que pasa y queremos cambiarlo? Y sobre todo,..... ¿somos suficientes, o tendremos que seguir pegando puñetazos encima de la mesa para que otros terminen de entender que no hemos arribado ni por asomo a la casilla de llegada, y que apenas acabamos de salir de la de salida en esto que nos empeñamos tozudamente en denominar como democracia?


Bien pues yo, particularmente yo y viéndome subjetivamente desde mi mismo, unas veces me creo un perro verde, es decir, raro de narices y por tanto especial y único. Y otras veces me creo perteneciente a un rebaño que se contenta unicamente con balar (eso sí, en mi caso con el "bo bo", que el balar con el "be be" me parece muy común y poco original), es decir, masa y por lo tanto idéntico al que vive en el 4ºC, y muy similar a decenas de miles de personas que no conozco ni conoceré jamas. Unas veces me veo solo y otras, excesiva e improvechosamente rodeado. Miro alrededor y me reconozco como alguien que un día, aun imberbe y supongo que inmaduro en todo esto, tuve en mi poder eso tan difícil de conseguir como es el entusiasmo. Y lo fui perdiendo. Me percibo como aquel que hace bastante tiempo daba mitines subversivos con apenas 16 añitos recién cumplidos alucinando a la audiencia, y ahora no convenzo ni a la mas etílica ciega de las aves-hembra nocturnas con las que me tropiezo. Como una especie casi extinguida que otrora le echaba huevos a "los grises", esos que disparaban y luego preguntaban, y ahora no discuto ni con quien, por saltarse un stop por ejemplo, está a punto de matarme a mi o a otros.

Advierto que hace tiempo que me he instalado en el descontento. Bueno no, peoooor. Hace tiempo que tengo la impresión de circular por una montaña rusa, a la que nadie parece haberme invitado, que me eleva y me arroja hacia el suelo a velocidades de vértigo. Pasando del disgusto al desánimo, del desánimo al enojo, del enojo a la frustración, de la frustración al desengaño .... Pasando por la insatisfacción, el desagrado, la indignación, la queja, el fatalismo, la irritación, la decepción, el berrinche, la desesperación, el pesimismo .... Todos estos parecen términos


análogos, pero no lo son. Y ahí está el mareo de esta sugerente atracción que se han inventado algunos para "divertimento" de la inmensa mayoría. Hasta me parece intuir que los tornillos de mi vagón no están lo suficientemente apretados y chirrían en cada bajada, con el consiguiente temor de los que gritan a mi lado.

Sííííí. Hace semanas que no me apasiona para nada hablar, con quienes me dejan y apetece, exactamente de política. Exacta y precisamente de política, noooo. O mejor dicho, hace tiempo que no echo la tarde escuchando declaraciones de partido, viendo la semiótica de los candidatos, leyendo estadísticas de voto, atendiendo a dimes y diretes..... ¿Y por qué? Sencillamente, y/o nada mas y nada menos, porque no me los creo. Ni la declaración de intenciones de unos y de otros, ni las posibilidades que puedan tener, ni los idearios políticos, ni las informaciones mediáticas, ni las encuestas de voto, .......ni la madre que los parieron a todos. Leo otras cosas y hablo de otras cosas con los amigos. La verdad es que no ha sido una decisión meditada, no, sino una consecuencia. No quiero atribuirme la autoría del proceso. Sería, ademas de inexacto, injusto.

Algunos allegados y yo hemos llegado a ese nivel de hartazgo, y ya no nos entretenemos en discurrir si son churras o merinas, galgos o podencos. Nos aburre. Es mas, nos la refanfinfla. Hemos amortiguado la ilusión, nos hemos instalado en la complacencia, y nos dedicamos a hablar de cosas serias. De mujeres y de fútbol, por ejemplo, que nunca defraudan. Nos hemos imbecilizado, vaaaale, pero hemos ganado en salud mental y en tiempo libre.


Y es que algunos y yo creímos que las cosas, esta vez sí que sí, podrían ser de otro modo. Todos los indicadores lo pronosticaban, aunque ahora lo veamos como un mero espejismo. Otro más en nuestra corta vida (¡no os riais con lo de corta, puñeteros!). Incluso, ingenuos de nosotros, votamos para que esas cosas que queríamos cambiar, por no mandarlas al puto garete, cambiaran efectivamente. Más de lo mismo no, por favor, nos inoculábamos en el intelecto. Votamos a gente concreta en este país tan difícil de concretar para intentar pegarle, esta vez sí que sí, una patada a algunas cosas, la mayoría de las cuales no le gustan a nadie. Y meses después, tócate los pies, nos encontramos en el mismo punto. Eso sí, un poco mas viejos y bastante mas cansados. Y todo por no hacer del ejercicio de las urnas un algo inútil, como otras veces en las que fuimos a no votar o lo hicimos en blanco. Como aquellas veces que dábamos una vueltecita por el colegio electoral sin votar, como hacen los yonkis en los parques cuando no hacen lo habitual, sólo para quitarse el mono; o
como aquella otra que votamos a "Escaños en Blanco", ese curioso partido que tiene como única propuesta dejar vacíos los escaños que consiga, renunciando al mismo tiempo a cualquier tipo de sueldo o subvención (lo confieso, le voté en unas elecciones autonómicas porque no se presentaba ni Mafalda, ni Blancanieves, ni el Chiquilicuatre).

Pues sí. Aquel pasado domingo de diciembre (¡¡cómo discurre el tiempo!!) quisimos influir para no quedarnos en lo testimonial, para que nuestra humana conciencia no nos golpease de nuevo, o para ser coherente con nuestro pensamiento y con nuestro discurso callejero. Y tampoco sirvió de nada.


Yo también creo que la indecisión por puro descontento o por pura desilusión es una forma educada de debilidad. De inutilidad manifiesta, también, pero sobre todo de ineptitud, de cosa inoperante y sin razón de ser. Por eso tengo tan claro que no sé qué (puñetas) me apetece ya, porque nada me parece útil en política. Antes, a algunos nos movía (no sé si la ilusión pero al menos) un cierto sentido del deber, una cierta ira y justicia democráticas, incluso por responsabilidad. Pero ahora ya ni eso. Reconozco que en mi corta vida (seguid sin reíros, joios, que os conozco a algunos), he votado con cierta percepción de que mi voto iba a ser utilizado como yo hubiera deseado SÓLO en dos ocasiones. ¡¡EN DOS!!: en unas Generales muy antiguas, y en unas Autonómicas muy recientes. Los que sepan del pie que cojeo, seguro que ya habrán adivinado esas dos efemérides. Fuera de ahí, me he dedicado al inútil gesto del llamado "voto útil", cosa que ya, una vez que afortunadamente se ha desmoronado el tan capcioso bipardidismo, debería arrojar un poco de luz en la toma de decisiones. Bien, pues ni por esas.

Estamos tan igual que hace medio año que, si lo pensamos bien, da hasta susto. Tan escasos de respuestas que el primer impulso que nos viene a la cabeza es sentarnos a no pensar (cosa que, dicho sea de paso, se nos da de lujo a casi todos los varones a ratos), o enarbolar una metralleta. Y tampoco es eso. Ya no me seducen los correctivos, ni las pataletas, ni
la utopía municipal, ni los discursos inocuos de los que tienen la lección tan bien aprendida que aparecen como los mejores salvapatrias. Nunca hubo un momento mejor para la política, con mayor información y mayor acceso a la participación como en el presente, y nunca como ahora se percibe la política misma como algo absolutamente prescindible. Máxime si Bruselas y, sobre todo y fundamentalmente, si el FMI o el Club Bilderberg continúan existiendo.

Siempre se dijo que es mejor actuar y errar que no haber hecho nada. Pero ahora, visto lo visto, casi da yuyu que nuestros dirigentes se pongan a hacer algo. Porque son absolutamente incapaces de hacer algo medianamente exitoso. Por incapaces, hasta les fue imposible ponerse de acuerdo en algo en lo que ya previamente estaban de acuerdo de antemano, en rebajar los gastos electorales. ¿Puede existir mayor prueba de inoperancia partidista?. Y desde luego que fue una temeridad esperar que se pusieran de acuerdo en algo tan serio como la gobernabilidad de Españistán pero, intentando hacer válido lo de que no hay mal que por bien no venga, bienvenido eso de volvernos a preguntar por si, esta vez, andamos mas finos. Puestos a equivocarnos, yo ya casi prefiero que volvamos a errar nosotros. Pero claro, no eternamente. Que esto no es como en la serie de Juego de Tronos donde las temporadas se suceden, y si no te gustan, basta con pasar. Aquí te tragas temporada tras temporada y se trata de que sean divertidas. No un coñazo.


Podría ser que en este mes se repita el escenario de los resultados del año pasado, y no sé si es mucho confiar, pero espero y deseo que tengan mas claro sus extraños compañeros de cama y no tengamos necesidad de facturarles el puñetero tiempo perdido. Tiempo en el que, no perdamos la perspectiva, demasiada gente lo está pasando mal diariamente. Cada país tiene los políticos que merece, como dijo aquel, pero lo nuestro pasa ya de castaño oscuro. Hasta los recién llegados, hasta los mas oxigenados del arco parlamentario tienen hoy algo de fósil, de casposo, de sagrada forma sin estrenar. Se afanan por salvar sus respectivos culos, por dedicarse al estrambótico postureo coyuntural, creyendo que esto va a ser un simple preguntar elección tras elección. Sin más. Y no, esto no va de Pasapalabra queridos niños y niñas, esto va de la vida de la gente. Gente que no tiene números (y si los tienen, son rojos), sino nombre y apellidos, e incluso tienen padres e hijos.

Los mismos que provocaron todos los asombros se han cargado antes de tiempo sus propias expectativas. Nada se sostiene si sólo se apoya en el "y tú más". Y en política es exactamente lo que tenemos. "¿Malo yo? No, malo tú que ....bla bla bla" Cansinos que son. Los candidatos han quedado para la pasarela en las teles afines, haciendo reclamo con lo que ya sabemos que van a decir, erosionándose sin remedio como preopinantes que, en vez de debatir sobre los problemas de la gente, se afanan por arrojarse sus vergüenzas poniendo en marcha el ventilador mientras se tapan la nariz. Es todo muy raro, y lo que es peor, desolador por incierto.




Existe una pagina web que, según ellos mismos se publicitan, es para solteros exigentes. Edarling se llama. Se trata de un lugar de encuentro para personas que buscan pareja (los que busquen otras cosas mas guarronas tienen otras opciones tanto en la nube como en el móvil). Vale, de acuerdo, pues convirtámonos en pdarlings, es decir, personas políticamente exigentes, al tiempo que comprometidos (sin llegar a tener que recurrir a guarrerías). Cosa que, por otro lado, es lo único que podemos ser en política, y por lo único que se nos debería poner la cara colorada si no lo fuésemos: ser exigentes. ¡¡¿O somos bobos?!!. ¿Para cuando nos daremos cuenta que, aunque el sistema no nos favorezca y haya que cambiarlo, nuestros políticos son nuestros asalariados, a quienes pagamos entre todos, y muy bien por cierto?. ¿Para cuando tener claro que están a nuestro servicio y no al contrario?.

Porque, ser exigentes, cuestionarse todo, estudiar nuevas posibilidades, escuchar al que piensa distinto, intentar comprenderle e implicarle en no sólo criticar sino en dar alternativas, .... es la única y mejor de las maneras de avanzar. De progresar como decía en los primeros párrafos. ¿Dándonos porrazos?. Pues claro. Nadie dijo que esto que venimos llamando vida sea fácil. Nada es absoluto, y todo tiene matices.

Pero, por favor, que el descontento no nos instale en el pesimismo. Y, mucho mas importante, que el pesimismo no nos lleve a la inacción. A simplemente, y como las vacas en el campo, ver el tren pasar.
Porque, como decía aquel grafiti recordado y rescatado por el ilustre (y según yo, "iluminado" y sensato) Eduardo Galeano:

"DEJEMOS EL PESIMISMO PARA TIEMPOS MEJORES"

No lo tenemos en cuenta a veces, sin embargo, e
l pesimismo es un lujo que sólo se lo puede uno permitir en los buenos momentos. Cuando las cosas se ponen difíciles, el optimismo se convierte casi en un deber moral. El racional optimismo en tiempos tumultuosos es signo inequívoco de una inteligencia decidida a determinar el futuro individual y colectivo. No es un sentimiento irresponsable y temerario, sino una actitud ante la vida.

La magnitud y trascendencia de lo que, día tras día, contemplamos en el escenario político puede hacer que nos refugiemos en un «paternalismo global», un proceso que cede la responsabilidad a otros. Craso error. Tremendo error. Nadie ni nada vendrá a sacarnos las castañas del fuego. Desgraciadamente, nadie ni nada arrimará nuestras sardinas a las ascuas. Son solo tópicos y típicos refranes, en este caso, sin fundamento. Como dijo aquel, "que el dinero no da la felicidad, que el sexo estropea la amistad y que no hay mal que por bien no venga, lo dijo todo el mismo gilipollas". Y hay que tenerlo presente.


No faltan razones para mostrar, cada cual a su particular manera, que no nos satisface lo que ocurre. Que todo es perfectible y que, en ese proceso, no podemos ponernos permanentemente de lado. No es cuestión ahora de realizar un resumen de las razones, porque cada cual tendría las suyas. Ni tampoco es cuestión de quedar apegados a la simple pataleta, ni de distraernos con debates más o menos fecundos en los que aliviarnos señalando responsables y culpables. Y eso no significa que haya que no haya que hacerse, pero en esta ocasión lo que nos debiera inquietar son los actores, y sobre todo, la manera y la cadencia de resolución de conflictos. Situar lo urgente por encima de lo importante con todo lo que ese modo de actuar tiene de imperfecto. Y por qué no decirlo, de injusto.

Poniéndonos en la más placida de las situaciones, es razonable encontrarnos no pocas veces airado. Disgustado, desanimado, enojado, frustrado, desengañado, insatisfecho, desagradado, indignado, quejoso, irritado, decepcionado, desesperado, apesadumbrado, hasta los coj..... o como se le quiera llamar. Pero lo interesante sería que ese estado de ánimo fuera compatible con ser mesurado en el análisis, y con tener determinación en las acciones. Es incomprensible que exigiéramos a los demás, incluso a nuestros asalariados políticos, según qué cosas, si no estamos dispuestos a asumirlas nosotros mismos.

La permanente queja, la constante insatisfacción, el lógico descontento, el terrible malestar, sin dejar de considerarse en muchos casos justificados, acaban generando una forma de ser y, sobre todo, una forma de estar que convendría que no llegara a instalarse en nuestra sociedad. ¿Y por qué?. Porque eso sería
hacerle el juego a los que nos quieren ver anestesiados, abducidos, e inoperantes. Eso sería bajar los brazos y reconocer que nada se puede hacer y, como nada se puede hacer, que hagan con nosotros lo que quieran. El poder, tanto el instituido como el fáctico, lo sabe. Sí. Tanto lo sabe que desde que empezamos a transitar por este planeta no ha hecho otra cosa que adoctrinarnos, por decirlo de forma suave. Pero hay que hacerle contrapeso. Los no instalados en el colchón de los privilegios somos mas, y también y muy frecuentemente, solemos ser mejores.

La cuestión es si se trata de que, puesto que es tanto lo que ha de hacerse, y de tanto alcance y calado, y en tantos frentes y desde tan variadas perspectivas, por ahora sólo nos queda manifestar disconformidad. No está mal y no es poco, claro. Sobre todo por lo que conlleva de apertura de ojos y de mente. Pero es insuficiente. Claramente insuficiente.

Cabría plantearse si, aunque quizá no siempre se consiga, tacita a tacita (como en el anuncio) se puede ir sumando. Y, ya que nos ponemos, mejor que lo hagamos todos juntos dejando de lado el tan cacareado cainismo patrio, mientras prosiga la retahíla de situaciones intolerables y el catálogo de lo que es insoportable. Hacerlo de
otro modo, es decir, profundamente enfrentados, sólo haría que quisiéramos acompañarnos por quienes lo ven igual y piensan similar a nosotros. Buscaríamos noticias y signos que confirmaran este profundo malestar y cualquier otro tono distinto al nuestro sería sospechoso de encubrir la realidad, de no afrontar el asunto con realismo, de enmascarar lo que ocurre. Cosa que nos llevaría una vez mas a la inacción, que es (repito, repito y REPITO aun a riesgo de resultar pesado y/o tozudo) lo único en lo que no debemos caer por lo inoperante e irresponsable de dicha actitud.



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