Ya lo sabíamos, claro. Algunos, desde luego, si. Pero ayer (supongo que mañana, y por algún tiempo más ...) lo ha vuelto a poner de manifiesto abiertamente, como suele hacerlo, sin tapujos.
Y es que el fracaso de un capitalismo salvaje puede plasmarse en la imagen del cuerpo de un niño sirio ahogado en una playa turca. La muerte de un niño siempre es un acto antinatura, una afrenta contra la humanidad en si misma, una zancadilla a la razón y al desarrollo humanos. Pero si ese acto se produce en una playa, lugar idílico donde se besa la tierra con el mar y que suele evocarnos felicidad, se produce tras la búsqueda de refugio y escapando del cruel sonido de las armas, de la destrucción y del hambre, se convierte en fiel reflejo de un mundo egoísta y miserable cuya conciencia (si es que la tiene) debería hacerle rectificar en algo importante: su condición humana.
Un niño, sea de donde fuera, lo que debe hacer en la arena (y nosotros, los mayores del mundo mundial, posibilitarlo) es dibujar con el dedo, hacer castillos, correr, enterrarse, jugar a tirársela a otros, .... pero nunca morir (¿o debería decir, ser asesinado?).
Aylan Kurdi (que así se llamaba la criatura que me lleva a escribir de todo esto) no ha sido el único niño que ha fallecido esta fatídica noche pasada. Su hermano de 5 años también falleció en el intento, junto con su madre. Unicamente (o ni más ni menos) es el niño del que se tiene constancia videográfica expresa. Otra embarcación naufragó ayer mientras seguían la misma ruta que el bote donde "viajaba" este niño. Ocho personas murieron, entre ellas una bebé de 9 meses, dos gemelos de año y medio y dos hermanos de 9 y 11 años.
Pero, ¿y quien es el culpable?. Pues ni éste ni aquel en concreto. Ni este país ni este otro. El responsable de esta terrible expresión del tiempo que nos está tocando vivir es el mundo entero. Todos y ninguno. Porque, como decía Luther King (un mindundi, como todos sabemos), "no me preocupa la maldad de los malos, sino la pasividad e indiferencia de los buenos".
Y ahora, vendrán prácticamente todos los medios de comunicación mundiales llevando hoy en su portada la foto del pequeño Aylan Kurdi con grandes titulares en los que se acusará a la comunidad internacional de permanecer impasible al drama migratorio que se vive en el Egeo. ¿Y qué hace la ONU? ¿Qué hacen las religiones (parte del problema, por lo menos en Irak, Siria o Palestina)? ¿Qué hacen los PROVIDA? ¿Qué hacen los responsables de los derechos humanos? ¿Qué hace Europa, la OCDE, el primer mundo? Pues lo que suelen hacer en estos casos; se reúnen. Y se reúnen, entre otras cosas, para poder justificar esos sueldazos y esas dietas tan escandalosamente vergonzantes (y vergonzosas) que perciben los mandamases del planeta mientras viven de espaldas a la cruda realidad.
Debería ser la foto del cambio de actitud; el punto de inflexión de una tragedia que ha generado ya incontables imágenes demoledoras. Como lo fue para Vietnam la escena de la niña de 9 años que huía desnuda de un ataque de napalm. O como lo fue para la ex-Yugoslavia la escena de los refugiados de Kosovo detrás de una valla con alambre de púas en Albania. O, la que para mi fue más impactante por el desenlace final, la de aquel hombre con bolsas en las manos enfrentándose sólo al avance de una fila de tanques en la plaza de Tiananmen (las "malas lenguas" dicen, y no es extraño, que probablemente fuera fusilado poco después por las autoridades chinas, pero siempre fuera del objetivo de la prensa internacional).
Recordar en este punto que la UE, la Troika más exactamente (esa misma a la que nadie que yo conozca ha votado jamas), la cual ha venido celebrando machaconamente cumbre tras cumbre hasta tratar de "rescatar a Grecia" de la bancarrota (léase, sus dineros), es en cambio incapaz de ponerse de acuerdo sobre el drama de unos refugiados que no son refugiados , sino políticos, bélicos o humanitarios. Falta ver ahora el impacto que pueda tener en los gobernantes europeos, en particular entre los más reticentes a acoger refugiados, o entre los que ponen condiciones, o entre los que directamente se niegan, la imagen de esta nueva desgracia.
Que me llamen pesimista, pero me temo lo peor. El primer mundo está demasiado preocupado por lo que pasa en su casa, o en su portal, o en su manzana, ....como para preocuparse por lo que ocurre a miles de kilómetros. No reaccionará, y si lo hace lo hará como nos tiene acostumbrados, tarde y mal, cuando la tragedia toque a sus puertas. Porque, de la misma manera que no se le pueden poner puertas al campo, tampoco se pueden levantar muros y esperar que eso, y sólo eso, sea la solución.
Y ahora, claro, también vendrán el Marhuenda (lo siento, no puedo con él - véase mi devoción por él en (I) Soy fanperoquemuyfan de ...) junto con otros palmeros patrios a preguntarnos por las televisiones quien pagará todo esto de la inmigración. ¿Quiiiiién? ¿Que quién pagaraaaaá? Esta claro que .... por lo pronto ha pagado este niño (y otros muchos), y lo ha hecho con todo lo que tenia a su alcance, con su propia vida.
Es prácticamente imposible asistir a un debate o escuchar una conversación, aunque sea de bar, sobre el drama de los refugiados sin que salte el listo de turno con el siguiente razonadísimo reproche: “¿Y tú, estás dispuesto a acogerlos en tu casa? Es decir, algunos siguen sin entender nada después de tantas guerras, diásporas y catástrofes. Quien hace ese tipo de preguntas a diestro y siniestro después (y antes) de ver la imagen de Aylan muerto en esa playa turca, sin imaginar en ese mismo cuerpo el de cualquier niño de tres años, no ha podido (por incapaz) o no ha querido (por cuestiones mucho peores) entender el significado profundo de conceptos tales como ciudadano, derecho a la vida, dignidad, derechos humanos, democracia, progreso o Europa.
Quienes preguntan sobre quienes estarían dispuestos a acoger a los refugiados o a pagar más impuestos para evitar muertes como la de Aylan quizás no sepan (por insensibles) o no quieran saber (por cuestiones mucho peores) que miles de familias humildes españolas vienen acogiendo a niños saharauis en sus casas, quizás avergonzadas al comprobar que nuestros gobiernos incumplían sus compromisos; que pese a la dureza de la crisis, miles de ciudadanos siguen colaborando con ACNUR, con Médicos sin Fronteras, con UNICEF, con la Cruz Roja o con otras organizaciones que trabajan en los lugares de la tragedia, sabedores de que necesitan ayuda y apoyo permanentes. Quizás sean más de los que ellos piensan aquellos ciudadanos que, a la hora de votar, tienen en cuenta quién dedica más esfuerzo a la Cooperación y el Desarrollo y quién prefiere reducir la carga fiscal a los más privilegiados. Es un proceso imparable porque, como se dice en El Principito, "solo se puede ver bien con el corazón, lo esencial resulta invisible a los ojos".
PD/ He estado tentado a poner la foto del niño yaciendo muerto en la arena. Con su carita inocente y su perfil tierno y endeble. Con su diminuta camiseta roja y su pantalón azul, tendido sin vida en la turística playa turca de Ali Hoca Burnu, al que le lamen la cara las mismas olas del mar que lo arrojaron de este mundo. Aunque sólo fuera para mover conciencias, vergüenzas y voluntades. Pero ¿sabéis que? ..... que no se lo merece. Una imagen vale más que mil palabras, sí ... pero también es cierto que el fin nunca justifica los medios. NUNCA HE EXHIBIDO FOTOS DE MENORES en las redes, y LA DE ESTA CRIATURA, por más y mayores razones, MENOS.
Y además, no exhibo la foto del infortunado niño porque en ella no aparecería sólo la foto de un niño en especiales y caóticas circunstancias. Aparecen nuestras leyes de extranjería, nuestras leyes migratorias. En fin, .... algunas de las leyes que nos hemos dado para organizarnos. Y aparecen, entre otros lugares, la UE y todos nuestros Gobiernos. Aparecen quienes hacen las leyes, quienes las aprueban y aparecemos también nosotros, los que las sancionamos con nuestros votos. Aparecen en la fotografía los centros de internamiento, las devoluciones en caliente, los campos de refugiados y el cacareado "efecto llamada". Aparece la incapacidad de los organismos oficiales. Aparece también y con nitidez nuestra desmemoria, la de un pueblo, el europeo, que encontró no hace muchos años en la generosidad de otros países el salvavidas que ahora se niega a lanzar a los que se ahogan ante nuestros ojos. Aparecen en esa foto todos los que han muerto antes y todos los que están por morir.
Las pateras se hunden, sí, pero no por el peso de los sueños de los que las ocupan, sino por la falta de conciencia de un mundo egoísta. Y cuando esto ocurre, acuden unos pocos que se lanzan al mar en su ayuda, con unos brazaletes y unas siglas a la espalda. Cuatro barcos con toda la generosidad y valentía que a muchos enchaquetados les falta. Europa es un barco feroz, un mercante sin bandera y sin entrañas, un crucero de lujo que no detiene sus maquinas para recoger de las aguas que le rodea a unos náufragos de todas las guerras.
La fotografía de ese niño es, en realidad, un autorretrato, el de nuestro fracaso como sociedad. EN ESA FOTOGRAFÍA APARECEMOS TODOS. Es por eso que en toda esta postdata no he querido poner ni una sola foto, por vergüenza y como homenaje a este crio, SIN DUDA, INOCENTE.
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