
El adulterio no tiene ideología; (algunos de) los infieles, sí. Es por eso que prefiero llamar adulterio al adulterio y no infidelidad, aunque la palabrita conlleve una carga moral innecesaria para este post. Y lo prefiero también para no confundir con un concepto muchísimo más amplio, porque se puede ser infiel en varias direcciones.
Pues eso, que como el adulterio no tiene ideología, éste puede ser comunista como la antigua URSS (una óptima idea llevada a cabo con el culo, y que termina alienando a todos sus acólitos), puede ser nazi como el Tercer Reich (una idea pestilente y perversa y totalitaria que no cesa de empeorar y lo destruye todo a su paso), puede ser el "café para todos" de Franklin D. Roosevelt (un paquete de medidas que lucen insuficientes pero luego parece que molan y todos tan contentos), puede ser como la intervención norteamericana en Vietnam (un mal plan que luego resulta infinitamente peor de lo que habías


Un adulterio puede ser sórdido, falaz, romántico, dañino, suicida, insensato, recomendable, saludable, torturador, cínico, pragmático, patético, práctico o punitivo. O una pura chiquillada de ESO (aunque uno tenga ya salomónica edad). O una bendita tabla de salvación en mitad del cataclismo nupcial. O un intenso looping creativo dificil fuera de él. Cada una de esas cosas y, muy probablemente, todas ellas a la vez a poco que perdure en el tiempo.




Dejadme deciros otra cosa. Si practiqué tales actividades en el pasado (siiiii, en el pasado que ahora no estoy para muchos pleitos y, sobre todo, repito, no tengo pareja a la que fastidiar ni consciente ni inconscientemente) es por lo mismo que lo hacen (supongo) otros fans varones del concubinato, por razones indiscutiblemente frívolas (mojar el churro, pegarse una gran ducha de ego, puro ausentismo marital, inmadurez flagrante, poder contarlo, demencia adolescente ...), u otras que se sostienen en motivos existenciales y sentimentales de mayor (mucho mayor) calado.


Para ilustrar lo que sigue en este post, utilizaré algunos datos que arroja este reciente estudio:
- si bien la inmensa mayoría de la población (83%) cree que es posible serle fiel a la misma persona toda la vida, contradictoriamente, un 65% considera que es factible estar enamorado de dos personas al mismo tiempo, siendo este porcentaje superior en cinco puntos en el caso de los varones.
- en esta misma línea, la mitad de la población admite haber flirteado con otra persona, y una tercera parte reconoce haber besado en la boca a alguien que no era su pareja. En el terreno de la fantasía, seis de cada diez encuestados de sexo masculino declara haberse masturbado pensando en alguien conocido de su círculo, frente a tres de cada diez mujeres que reconocen haberlo hecho.
- un 41% de los hombres infieles aseguran haber tenido cuatro o, incluso, un número mayor de amantes, frente al 28% de las mujeres adúlteras que se han expresado en el mismo sentido. La mitad de las aventuras extramatrimoniales son de una sola noche.
- según el estudio, es a partir del quinto año de relación, cuando la pareja suele entrar en la rutina, que se producen más infidelidades.
-(1) la mayoría (el 52%) cree que podría ser perdonado por su pareja en caso de que se enterara del engaño, aunque para un 47% de los encuestados las circunstancias en las que se ha producido la aventura extraconyugal serían un factor determinante para la reconciliación. Del mismo modo, un 62% de los varones perdonarían una infidelidad si se terciara, frente al 51% de las mujeres que se muestran dispuestas a continuar con su relación de pareja a pesar de haber sido víctimas de un adulterio.
-(2) un 54% de los hombres encuestados y un 41% de las mujeres consideran que enviarse mensajes picantes, ya sea a través de whatsapp, correos electrónicos o chat, no constituye un acto de infidelidad. De hecho, un 38% confiesa haberlo hecho en alguna ocasión.
- un tercio de los encuestados serían infieles para vivir una experiencia diferente (un 43% de los hombres, frente a un 24% de mujeres); un 18% para vengarse de la infidelidad de su pareja, un 17% para convencerse de que su cónyuge ya no es lo que necesita, y otros (12%) para volver a encender la llama de su vida matrimonial. No obstante, para más de la mitad simplemente basta sentir amor o deseo hacia otra persona para cometer una infidelidad
-(3) el 42% de mujeres y un 29% de hombres ser infiel les ayuda a ganar confianza en sí mismos, mientras que un tercio de los encuestados sostiene que tener una aventura extraconyugal puede salvar su relación de pareja.
-(4) la mayoría de los encuestados considera que es posible estar enamorado de dos personas a la vez. “Puedes buscar cosas diferentes en ambas”, ratifica la experta. A una, prosigue, la puedes amar porque “es con quien has decidido tener hijos”; a la otra, porque en ella encuentras sexo, pasión y aventura; “dos aspectos diferentes de la estimación”.
Pero me gustaría desarrollar un poco más algunos de los puntos anteriores:
(1) El motivo por el cual son más tolerantes los varones que las féminas ante una aventura extramatrimonial es que “para muchos hombres una infidelidad puntual no es tanto una infidelidad”, ya que para ellos pesa más “la parte sexual”; sin embargo, lo más importante para ellas es “el apego emocional” que pueda tener su pareja con una amante.
(2) Por este motivo, a las mujeres les molesta especialmente descubrir que su marido mantiene conversaciones amorosas o subidas de tono con otra mujer a través de correos electrónicos o SMS. Los expertos consultados señalan que con las nuevas tecnologías tenemos más posibilidades de ser infieles, pero también es más fácil que nos pillen in fraganti. Por ejemplo, un caso verídico: una mujer que descubre que su esposo le es infiel porque su amante lo ha etiquetado en una fotografía que ha colgado en Facebook.
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Carmen Sánchez |
(3) “A veces, la infidelidad ayuda a descubrir que lo que tiene en casa es mejor que lo que ha encontrado”, comenta la autora del estudio, Carmen Sánchez. "En estos casos, es peligroso confesarle el engaño a la pareja puesto que hay riesgo de perderla".
(4) En este sentido es preciso diferenciar entre infidelidad y polioamor. Este último concepto hace referencia a las parejas en que las dos partes son conocedoras que el otro cónyuge puede estar amorosamente o sexualmente con otras personas. Hay que diferenciar también el adulterio ocasional del hecho de llevar una doble vida, es decir, mantener una relación con un amante durante mucho tiempo, algo que es “más complicado” y que muchas veces la otra parte de la pareja “acaba descubriendo” porque es difícil no dejar pistas. en cualquier caso, el infiel a menudo “no se da cuenta” de que lleva a cabo ciertas conductas que pueden resultar sospechosas, como mejorar notablemente su aspecto físico o estar más pendiente del teléfono que de costumbre. “Tenerlo todo controlado es muy difícil: un whatsapp que llega en un momento inoportuno, esconder un regalo, fotos, vas dejando huellas”, añade la psicóloga, y sentencia: “Tener una doble vida supone también un estrés extra”. Otro ejemplo (en este, caso conocido por mi): un marido que pasa a ser investigado por su mujer porque, sorprendentemente, empieza a ser más limpio (se ducha más, se cambia más a menudo de ropa interior, se embadurna más frecuentemente en colonia, etc). No me resisto a una sentencia (es que les conozco a ambos): él era, sencillamente, gilipollas, y ella ganó tras el descubrimiento porque ahora es felicísima con una bellísima persona. Moraleja: (algunas veces) no hay mal que por bien no venga.
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Kiko Amat |
Pero vuelvo al motivo de este post y el hecho que lo ha originado. Y este no es otro que, hace unos días, al leer un articulo en internet de un tal Kiko Amat, éste me llamó la atención, no sólo por la forma en la que aborda el tema, sino por la constatación de que no existen dos personas que vivan de la misma manera eso de la promiscuidad en pareja. En el articulo, su autor, que él mismo se autocalifica como "Novelista de proximidad, periodista cultural sin carrera, anglófilo militante y apasionado fan del pop", decía que se había propuesto estudiar esto del adulterio pero recabando datos de primera mano, es decir, preguntando y entrevistando a los adúlteros directamente. Decía, y cito textualmente, "Merece la pena hablar de eso. Y asimismo, acá llega el primer obstáculo: ¿Con quién hablas de este asunto? Cachis en la mar, uno de los pilares del adulterio es precisamente el secreto. La aventura. El no se lo digas a nadie. Así, un día de diciembre del 2014 empiezo a preguntarme quién accedería a conversar conmigo sobre tan espinoso tema. Déjenme que clarifique algo desde el principio: ninguno de mis amigachos, ni uno sólo, nadie en mi círculo externo de amistades está tan chiflado como para airear en público sus tropiezos adúlteros, especialmente si algunos de ellos continúan vigentes o los delitos no han prescrito. Es en ese momento, al recibir las primeras negativas airadas de mis conocidos —todos arrojándose del barco de mis peticiones como despreciables ratas noruegas— cuando se me ocurre un plan. Sí, un plan; no pongan esa cara. De vez en cuando se me ocurre alguno".
Sigo citándolo (es que él, lógicamente, explicará mejor que yo qué hizo). "Lo llamé plan, pero no quisiera generar demasiadas expectativas. No soy un sociólogo de la escuela de Birmingham, y hasta hace poco creía que Hegel era un tipo de panecillo judío. Sólo soy un humilde escritor de cercanías con el embarazoso sentido del humor de un payaso borracho (recién divorciado) en plena fiesta infantil, así que recurriré a algo que nunca me ha fallado: hablar con gente en bares, y tratar muy fuertemente de comprender lo que me dicen. Conchabado con mi editor publicamos una convocatoria para invitar a todos los adúlteros que desearan desembuchar y contarnos su vivencia en primera persona.


Otra sorpresa: la culpa (como verán en las entregas) brilló cegadoramente por su ausencia. Nadie, ni uno solo de los entrevistados, manifestó el menor remordimiento por lo que les había acontecido (o estaba aconteciendo) en cama y entrepierna ajena. En un par o tres de casos muy particulares lo que me confiesan era tan bello y emocionante que me entraban ganas de jalearles a gritos en mitad del bar; celebrar su ímpetu, su fuerza, su resolución. Sentí gratitud y deferencia porque decidiesen contarme sus vidas a mí, de entre todos los piltrafas y patanes y bergantes que pueblan este buen mundo.
Son 10, mis adúlteros. 9 mujeres y un hombre, con edades comprendidas entre los 20 y los 41 años. Con ellos viviré durante un par de semanas historias de venganza, de inevitabilidad y de abatimiento, de logística laberíntica e increíble ingenio infiel. También de plenitud y maravilla, no crean. “Yo tengo un novio y un marido”, me confesó, sonriendo uno de los sujetos. “Es estupendo. Es el mejor de los mundos. Lo pasas mal a ratos, pero la cuenta final es positiva. Sale a cuenta. Si un día me arrepiento o me pillan, entonces me vuelves a entrevistar (risas)”.
El resultado de este estudio verídico, realizado con gente real, lo expongo a continuación.

TESTIMONIOS PERSONALES
Decir que sus testimonios son transcritos en forma de relato y que, casi todos ellos (9 de 10) provienen de mujeres, con lo que eso conlleva de transgresor, aun hoy, y lo que ello puede "ayudar" a entender el mundo actual a algún troglodita machoman contemporáneo (que se joda) o a alguna anacrónica machowoman envidiosa (que se joda más todavía). El objetivo, no lo olvidemos, era analizar y comprender las complejas aristas que envuelven este proceso. Lo que sigue es el testimonio del .......
Sujeto #1, mujer de 35 años.
“Cuando no vives con tu amante, el flirteo de instituto es eterno”

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